jueves, 21 de junio de 2018

EL AIRE QUE RESPIRAMOS, LA ALIMENTACIÓN QUE TENEMOS, LOS POLÍTICOS QUE GOBIERNAN, LAS FINANZAS ORDENAN...................¡¡¡LA VORÁGINE ESTÁ SERVIDA!!!


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El desorden, la barahúnda, el vórtice y la tolvanera. El mogollón, el caos, la turbulencia............
¡Y la gente tan feliz con este sistema!

Las élites mandan. Pocos, pero mandan. Es el sistema, es el mercado.
La justicia que no existe, los derechos vapuleados, la libertad cohibida, las Democracias inexistentes, y el reparto de la riqueza que brilla por su ausencia favoreciendo solo a unos pocos.
Las desigualdades in crescendo, los privilegios para unos pocos, en aumento, el silencio de muchos que se dispara, y el miedo impuesto que atenaza. La incertidumbre que bloquea, y las únicas vías de escape que atrapan más a quienes caen en las redes de la manipulación descarada del sistema.

El aborregamiento es atroz, la gente se dispersa, busca entretenerse porque la impotencia les puede ante la velocidad que lleva este sistema con el que nos hacen vivir. Televisión, drogadicción, alimentación basura que juega una partida a ganador con la adicción sobre la comida basura, prensa escrita maloliente, radios que emiten ondas contaminantes, alienación y adoctrinamiento, y desprecio hacia las personas a través de una manipulación salvaje en la que casi todo el mundo traga. Publicidad engañosa, publicidad que ayuda a engañar y que engaña para que no te sientas engañado.

No te deja opción.

Es una globalización que todo lo engulle, que todo lo atrapa. Es un terrible globo en el que meten a todos con dirección cierta pero futuro incierto. Y al mismo tiempo que navegan sin rumbo, la gente compagina sus angustiadas vidas con algo que llevarse al cerebro para mitigar los efectos que conocen, y para intentar conocer los que aún no conocen, pero que saben que vendrán peores.

La gente tiene sensaciones encontradas, en ocasiones paralelas e imposibles de unir, pues circulan justo al lado sin ser capaces de unirlas. En el horizonte se ven posibilidades, pero a medida que el horizonte se va acercando, va revelando que hay más horizonte con las mismas sensaciones que el horizonte encontrado en el que no fueron capaces de unir ambas líneas que circulan en paralelo. Es un continuo desgaste, es la desesperación de que todo sigue igual, es la impotencia de no poder hacer nada, y es la ansiedad permanente contemplando lo imposible de una solución o un acercamiento. Mientras, todo sigue la misma dirección y lleva adjunto más y mayores sorpresas sobre cómo adocenar mejor.

Las líneas del sistema están marcadas, sus cartas escondidas. Desde los despachos se despachan a gusto contemplando lo fácil que les resulta conducir, manipular, tergiversar o sencillamente confundir, dividir o aislar. Ellos se sienten poderosos al ver lo sencillo que resulta reunir al rebaño en el redil, lo fácil que les es el adoctrinar y el aleccionar a las personas. Y cuando comprueban que sus artimañas dan el resultado que tenían garantizado, entonces se anotan otro tanto y se embolsan más divisas en sus cuentas. Cuando ven que aquellos que defienden esto, porque ya cayeron en las redes, aplauden y victorean sus logros, y se ufanan en pergeñar nuevos proyectos para dominar más el mercado. Mercado en el que la gente compra compulsivamente, obsesivamente como si no fuera a haber un mañana. Es la fiebre a elevadas temperaturas de un consumismo febril, feroz, atroz, inhumano y salvaje. Consumismo que obliga a consumir, que ciega y que obnubila, que atonta y hace estúpido, sin saberlo, al consumidor con espasmos y fiereza ciega e irresponsable.

Se fomenta el “yo más que tu”, con el consumidor ebrio de consumo,  y se enriquece el discurso del “y tu más”, hacia aquel que se intenta denigrar o deshumanizar, y que no persigue otro afán que cumplir y obedecer las directrices de quienes quieren meter a todos en el mismo saco.
Se alimentan egos desorbitados, como motor principal del sistema. Egos que no son conscientes del daño que causan en los demás, pero lo son menos aún del daño que causan a los que portan esos egos desmesurados.

Incapaces de ver la realidad, se asoman a un mundo en constante incremento de la velocidad que imprimieron desde el principio, e intenta seguir el ritmo, aún a costa de sus vidas. O peor aún, a costa de las vidas de los demás, pasando por encima, sin piedad, sin escrúpulo alguno, sin contemplaciones ni miramientos. Con total y absoluta determinación ciega e inconsciente. Yo primero, ese es el combustible que alimenta los desvaríos de quienes deambulan sin saber qué hacen ni para qué lo hacen, pero que hacen porque es lo que hay que hacer. Yo más, ese es el aceite que lubrica las tristes y mísera vidas de quienes no saben a donde van, y que menos idea tienen del origen del que proceden. Es lo que hay. El ser humano como tal, desaparece.

El lío permanente, el embrollo y la confusión, la incoherencia y el desmadre, el barro y el galimatías, la maraña, la gresca y la bronca. Lo dicho, inhumano.

Y ellos en sus despachos viendo pasar, y observando que todo pasa según habían previsto.
El follón juega a su favor. Han picado, dicen. Y aplauden, y brindan con las mejores esencias, y compran un nuevo yate, adquieren las mejores propiedades, y a continuación las muestran orgullosos para hacer ver que esas mismas cosas las pueden conseguir aquellos que ahí abajo se pelean entre ellos para alcanzar lo que saben los de arriba que nunca van a conseguir, pero que los de abajo creen que sí, porque así se lo inculcó el sistema, y así se lo hace creer. 

Y un nuevo anzuelo se están engarzando en el sedal para ser lanzado y que vuelvan a picar los de abajo, ávidos estos de ver de nuevo venir un novedoso y atractivo garfio mortal. Y volverán a picar.

Tititokokoki