sábado, 30 de junio de 2018
“AL BUEN PERIODISMO LE HACE FALTA SOCIEDAD QUE LO ACOMPAÑE”
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Eso reza en un mural en homenaje a Javier Valdez en la ciudad de Mazatlán, México.
Javier Valdez era un periodista que había publicado varios libros sobre el narcotráfico en México, concretamente en Sinaloa, y que había recibido diversos premios por ellos. Y junto con otros seis periodistas que también fallecieron a manos de los sicarios de los diferentes cárteles de la droga, forma parte de una ya larga lista de personas que perdieron sus vidas por diversas causas relacionadas con el periodismo y la lucha y denuncia de la lacra que asola a aquella parte de México.
Y no solo sucede eso en México, sino que en diversas partes del mundo, sea este latinoamericano, europeo, asiático, norteamericano, o africano, también existen muertes de periodistas que reclamaron con sus plumas más medios y mayor contundencia con esas tramas corruptas que no solo afecta a personas anónimas, sino que pringa y ensucia a políticos, empresarios, jueces, fiscales y diversas personas o Instituciones Públicas de carácter mundial o de estados o naciones concretas y muy extendidas y numerosas.
Y es bien cierto. Al buen periodismo la hace falta que le acompañe la sociedad, en lugar de hacer más compañía al periodismo zafio, al que engorda la enfermedad mental de las personas, o al que alimenta la mediocridad de sociedades enteras que caen en las redes del sensacionalismo barato, zafio, criminal e incluso cómplice de criminales. Si la sociedad en su mayoría, es capaz de denunciar y de aislar a quienes pretenden hacer del periodismo un modo de vida grosero engañando y mintiendo, tergiversando y manipulando, e incluso censurando o aceptando la censura que les imponen, o por la que les pagan bien y estos aceptan, estoy seguro de que muchos periodistas que ahora engordan sus cuentas colaborando y contribuyendo a este caos profesional, formarían parte de las listas de las oficinas de empleo y serían objetivo de reciclaje a través de cursos de formación, para que volvieran a recorrer los caminos de la deontología que afecta a su profesión, y de que acataran el código de buenas prácticas con las que certificaron su diplomatura o con la que recogieron su titulación. Si fuera así, que la sociedad repudiara y rechazara, además de despreciar, a ese periodismo canalla que solo sabe vivir del cuento y de la porquería informativa, entonces podríamos afirmar que el ambiente estaría limpio e incluso se podría respirar.
Pero en estos instantes la realidad es otra, y el periodismo actual deja mucho que desear. No obstante, las televisiones siguen emitiendo basura, los periódicos siguen mintiendo en sus titulares, la censura está al orden del día en cuanto a su vigencia y su maltrato con las personas, y las radios siguen escupiendo mierda a través de ondas contaminantes. Y ya no digamos nada sobre la mierda que hay en internet, de la otra porquería que desprenden las redes sociales, y de la cantidad de inmundicia que aparece a modo de noticias falsas, de fake news, o de bulos que aparecen todos los días y por todas partes.
Esta contaminación atroz la vamos a pagar tanto o más cara que la otra que también consentimos irresponsablemente con el medio ambiente. No sé si será peor una que la otra, ni tampoco sé cual de ellas será la causa del final de la humanidad, pero lo que sí sé y estoy seguro, es de que el ser humano enfermo acabará consigo mismo, tal como tiene encomendado hacerlo desde que las personas de este planeta hemos iniciado el camino de la autodestrucción, asumiendo mierda como modo de vida, mentira como forma de ser, mediocridad por bandera, estupidez como meta que nunca alcanzamos, pero que seguimos obstinados en acumular estupidez encima de más estupidez, y vendas en los ojos como manera de eludir o de evitar que la realidad nos aplaste de una vez por todas, que nos deje quedar en las más absoluta y vergonzante evidencia, o que directamente terminemos con todo por voluntad propia a causa de que nos sintamos realmente bobos por haber aguantado tanta barbaridad junta, y una detrás de otra, en una cadena sin fin y sin retorno al bien hacer y al mejor pensar.
Y para poner ejemplos podríamos acudir a cualquier tipo de noticia o a cualquier evento que se produce a diario en el mundo. Pero hay algo que si se analiza en consecuencia y en rigor, ya hará pensar en la cantidad de mierda que nos echan encima todos los días. Es el caso Maradona y su principal aval, la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación). Dicen que a partir de la gran pillada de estos mundiales, en los que Maradona aparecía haciendo de las suyas, lo mejor es que no se enfoque a Maradona. Esa es la solución que dan para evitar más escándalos de ese personaje que debería estar en las colas del paro en lugar de representar a semejante organización mundial y cobrando un pastizal por no hacer nada, o sencillamente por hacer el ridículo más espantoso jamás conocido por un personaje público.
Es por esto que cabe preguntarse a qué viene tanta protección con semejante energúmeno. ¿Qué sabrá Maradona de esta organización para que lo protejan tanto? ¿No sería más razonable que lo expulsaran y le retiraran tanto privilegio y tanta notoriedad inmerecidas?
Pues no, la única solución la problema, es decir que no se le enfoque. O sea, censura a cara descubierta. Y ya lo anuncian sin el más mínimo pudor ni la más mínima vergüenza.
Y ahora viene la pregunta: ¿cuántas otras muchas cosas se hacen por este estilo, en la que la prensa echa una mano, y a través de la cual no nos enteramos de nada, o sencillamente nos manipulan hasta la médula espinal?
Recuerdo: AL BUEN PERIODISMO LE HACE FALTA SOCIEDAD QUE LE ACOMPAÑE.
Y matizo: A LA SOCIEDAD LE HACE FALTA UN BUEN PERIODISMO.
Pero creo que el buen periodismo escasea, y sociedad que reclame buen periodismo, también.
Pues vaya futuro que nos espera. Creo que solo hace falta que a algún periodista se le ocurra empezar a escribir sobre ello. Y ya verás que tampoco tiene futuro ese periodista. Sin embargo la sociedad actual seguirá su camino sin importarle qué le pasó a ese periodista y qué intentaba decir.
Tititokokoki