viernes, 30 de octubre de 2020

El Progreso nos ha hecho sus esclavos

 

 No es que uno fuera una persona lúcida desde la infancia, sino que había mucho sentido común en casa, compartido por tantísimos hogares con la mentalidad de posguerra. Nos permitió crecer razonablemente sanos, despiertos y con cierta solidaridad. El objetivo era vivir un poco mejor que nuestros padres, y nuestro sueño, disfrutar de una libertad política y cultural que se nos negaba: yo he tenido en  mis manos demasiados libros con el "nihil obstat" impreso (el sello con el que la censura eclesial autorizaba la publicación de textos que no fueran contra la moral y las buenas costumbres que exigía para los españolitos la Santa Madre Iglesia Católica, apostólica y romana).

En la escala de valores, teníamos claro "Pobre, pero honrado", donde lo ilegal era también inmoral,antisocial y vergonzoso. Al delincuente sólo se le aceptaba si era un robagallinas para dar de comer a su familia. 
En el aspecto material, nos sentíamos afortunados por tener "un cacho pan" (y una buena olla de legumbres, y pollo los domingos), por poder abrigarnos lo suficiente, aunque hubiera que zurcir alguna rodillera y porque había una estufa de butano para suavizar el frío invernal, que requería estar con jersey en casa. 
A nadie se le ocurría "cambiar de muebles", sino sólo de colchón cuando los muelles amenazaban con pincharnos. Esa austeridad permitía que no faltaran libros en casa, cuantos fueran necesarios para completar los estudios y los que llegaran de ficción en los regalos de Reyes, cumpleaños y santos, que también se celebraban en casa, sin soñar en ir a un restaurante.

No voy a hacer un panegírico de los tiempos pasados, ni extenderme en otros diversos aspectos de la vida familiar en tiempos de Franco, cuando mi padre se cuidaba mucho de expresar sus opiniones políticas o religiosas, aunque procuraba dejar caer cierto escepticismo hacia el Destino en lo Universal que proclamaba el Movimiento en sus manuales escolares y en el telediario de la única cadena.

Pretendo reflexionar sobre lo cerca que estuvimos, posiblemente Europa más que España o EEUU, de haber logrado que todos pudiéramos vivir dignamente. Prefiero hablar de lo que conozco, y por eso usaré la metáfora del juego de las Siete y media: consiste en, a partir de una carta, hacer una apuesta contra la banca de acercarse al valor de siete y media, pero sin pasarse. Se van pidiendo cartas, y uno puede plantarse cuando lo estime. Sólo cuando todas las apuestas están cerradas, la banca hace su juego, y también se puede plantar. Si se pasa, paga a todos. Pero si se planta, todos los que no lleguen o la igualen, tienen que pagar la apuesta. Con lo que sólo quien gane, cobra su apuesta.

Pues el Sistema capitalista nos metió en ese Juego: apostamos nuestro tiempo, nuestra vida, en ganar lo más posible, partiendo de la carta que hemos recibido inicialmente. Estudios, empleos, chapuzas o negocios, inversiones o chanchullos, para acercarse a lo que uno sueña como Éxito. PERO las cartas son traidoras, y a veces nos pasamos: se nos va la mano y enfermamos, envejecemos o traicionamos lo que sentíamos más valioso (amistades, principios) y toda la jugada de desmorona de un plumazo. Hasta ahí, el juego parecía razonable: 

si te plantas, si no fuerzas las cosas, la vida será tibia, previsible, segura. PERO no contábamos con la Banca: ella apuesta Contra nosotros, poner sus reglas que cambia a su antojo (beneficios privados pero pérdidas públicas). 

Resulta que la gran corporación en la que entramos de botones y ascendimos con un trabajo honesto y cursos de formación, ya no nos considera un trabajador ejemplar, sino un gasto del que prescindir porque la externalización y deslocalización son aún más rentables. 

Resulta que haber confiado nuestra vejez a un plan de pensiones sólo supone evitar impuestos actuales, para encontrarnos que el beneficio de lo ahorrado se ha quedado en comisiones y el capital está mermado por la inflación. 

Resulta que la Seguridad Social a la que hemos contribuído durante décadas está tan saqueada y esquilmada, que cuando llega la Pandemia nos toca ser nominados para un triaje con destino a la morgue del Palacio de Hielo.






La Banca no es tonta, dispone de las Escuelas de Negocios no tanto para enseñar a rapiñar, sino para captar a los socios que necesita para extender sus redes: allí entró Urdangarín para que el ilustre y brillante Torres le guiara como regio Cobrador del Frac hacia Valencia y Baleares. ¿Recordamos a Álvarez Conde, patrocinador de los másters para embellecer los patéticos currículum del PP? Tampoco olvidemos el uso que se hace de los medios de comunicación para que creamos que no hay alternativa al sistema.

Pero no echemos toda la culpa a la Banca: cada persona tiene su propio criterio, y cada uno sabe cuánto está abarcando más de lo que puede apretar, y a qué está renunciando cuando se mete en la carrera por ser el más rico del cementerio. He tenido amigos que su padre era pluriempleado para tener una casita en la sierra, y para eso se perdió la infancia de sus hijos y la propia salud. He conocido varias personas que han llegado al nivel de máxima incompetencia, y están cobrando un sueldo que no les compensa la frustración de haber abandonado una tarea satisfactoria para ellos que hacían muy eficazmente para todos.

Mi padre decía: "Hemos pasado de golpe de la alpargata al coche". Qué lástima que no hayamos sabido apostar por la bicicleta para que las ciudades no fueran un infierno de coches, inhóspitas para la infancia. 
Una pena que no hayamos reivindicado con más convicción transportes públicos dignos, que son los que de verdad menos contaminan: hasta un bus de gasóleo contamina menos que la producción de veinte coches eléctricos, y no se come todo ese espacio de aparcamiento que demanda el vehículo privado. 
Un derroche que, en vez de fábricas, hemos usado el cemento para construir segundas residencias en lugares idílicos que dejaron de serlo al ser urbanizados. Somos el Rey Midas pero al revés: todo lo que tocamos, lo convertimos en mierda.

Los ancianos y ancianas que se han salvado, milagrosamente, de la Pandemia, nos deben estar mirando con el mismo desprecio con que contemplaban en su juventud al fanfarrón del cortijo montado a caballo, incapaz de valorar lo importante ni de dar las gracias a quien le daba de comer. Con la socarronería de estar de vuelta de todo, nos recordarán su frase "Prefiero comer una sardina debajo de un puente, que estar presa en un palacio"...y encima, el nuestro es sólo virtual, hecho sólo de pantallas.




Sentido Común

viernes, 23 de octubre de 2020

Vivir sin sentido común

 

Cuando uno mira alrededor, se queda estupefacto de las decisiones que toman las personas que tiene cercanas: casi nunca las comprendemos. Adicciones, parejas tóxicas, miedos infundados, permanencia en trabajos indignos. Pero si uno es honesto, descubre que el nivel de incomprensión es directamente proporcional a la distancia afectiva y sociocultural que hay entre el observado y el que juzga. Con los más lejanos simplificamos hasta la caricatura: "los chinos son unos pringados explotados y los yanquis unos explotadores; los europeos quieren mantener su bienestar, mientras los españoles sólo queremos vivir bien". Con los cercanos somos mucho más tolerantes: mis compañeros de profesión sufren mucho estrés; los seguidores de lo que me gusta a mí son muy respetables y a mi familia que nadie se atreva a criticarla. Para llegar a la absoluta ceguera cuando se trata de uno mismo: justificamos nuestras dependencias, obsesiones, fobias y manías...para no tener que cambiar un ápice nuestros esquemas mentales.

Por eso es que es tan difícil llegar a un acuerdo para resolver un asunto: las motivaciones son enormemente dispares, y las circunstancias personales y colectivas casi nunca ayudan a la convergencia de intereses. Incluso dentro de la familia, cuánto más en la comunidad de vecinos, y en otros colectivos más amplios.

Si no logramos resolver los problemas cotidianos, ¿cómo vamos a resolver el gran enigma que es la vida, su último Sentido?

Pues cambiando radicalmente el paradigma: 

La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.

La frase no es mía, aunque dudo que sea Gandhi el autor, como algunos le atribuyen.

Ningún otro ser conocido anda preguntando cosas y discutiendo las respuestas: se limitan a responder a los estímulos del ambiente. Los lobos no luchan por la Patria, sino por su territorio de caza, y así nadie se aprovecha de enarbolar ninguna bandera. Los virus se replican si las circunstancias (y la estupidez humana) son favorables, pero se extinguen si no se les da cancha, sin sufrimiento ni frustración. Los dinosaurios no maldijeron al cielo de donde provino el meteorito que les extinguió.

Toda una vida intentando dominar las palabras y construir un discurso sólido, y resulta que son las palabras las que nos dominan y el discurso es tan sólido que es una cárcel mental. Ocurre que el límite entre las convicciones y los prejuicios es muy sutil y sólo los actos demuestran la coherencia de cada uno al relacionarse con los demás.

La Palabra fue la base de la cultura, el pensamiento y la ciencia, pero esa magnífica herramienta la hemos convertido en el fin último, el Alfa y Omega. "En el principio era el Verbo...". Y esa explicación antropocéntrica del Universo nos hizo inventar dioses y empeñarnos en encontrar el Sentido de nuestra vida.

Pero no hay tal sentido, y mucho menos un "sentido común". No hay Dios, pero tampoco ideología que guíe nuestro entendimiento ni nuestra conducta cercana, aunque sí nuestra postura política.

La única explicación que puedo darle al hecho de que la Humanidad se acerque al abismo es que ambos conceptos no son reales y nuestra mente se ve desbordada por nuestro empeño en abarcar muy distintos planos de realidad. En este ejemplo: categorizamos Humanidad para 7.500 millones de seres humanos que viven realidades sumamente distintas; ya comenté que un gitano de respeto me contó que era imposible que un payo lograra entenderles, y vivíamos en el mismo barrio. Y he definido como Abismo un futuro económico, ecológico y demográfico que aún no existe, que unos pocos consideran una increíble oportunidad de negocio y miles de millones de personas no conciben cuando su interés es lograr comida y cobijo en el durísimo día a día.

Cada persona percibe algunos planos de la realidad y no otros. No pretendo ser exhaustivo: sólo pongo algunos ejemplos, sin juzgarles y sabiendo que hay una enorme graduación entre los extremos opuestos, que cualquiera puede intuir:

- Hay muchas personas que jamás se han cuestionado sus emociones y sentimientos y ello les hace ser esclavos de sus altibajos, de ocultarlos o aferrarse a uno de ellos.

- Hay personas que sus necesidades son de una urgencia e importancia suprema, y lo gastronómico o sexual marcan permanentemente su motivación para el trabajo, las relaciones, el ocio o la creatividad. Y otras que el campo intelectual que les apasiona les hace olvidar o preterir su carnalidad: científicos, literatos, artistas o diletantes.

- Hay personas que han encontrado una cosmovisión que les ayuda a comprender la sociedad, sea de orden religioso o marxista, económico o filosófico. Y que procuran que sus acciones sean coherentes con esos principios.

- Hay personas que el dinero y los bienes que les proporciona supone la medida de su autoestima, y las propiedades determinan sus esfuerzos laborales y su ocio.

La idea esencial que pretendo aportar es que todos estos planos (y varios más) están presentes en cada persona, por acción u omisión, y es inevitable. El glotón va a ser despedido por mucho que pase de política; el gran profesional sufre depresión como cualquiera, y a todos nos pica los bajos y lo solucionamos con mejor o menor fortuna.

Es una tarea titánica pretender afrontar intelectualmente todos estos planos, darles una respuesta equilibrada y consciente, gestionar el equilibrio de esa macroestructura: me evoca la escena de las esfinges de La historia interminable, que llenan de preguntas al humano que pasa entre ellas.

Y, sin embargo, vivimos y nos desenvolvemos en todos esos ámbitos (corporal, relacional, laboral, intelectual, ético), porque en el fondo sabemos que no importa tanto dar respuesta a esas inagotables fuentes de preguntas. Procuramos hacerlo paso a paso: hoy leo sobre economía, mañana hago la declaración de la renta o del IVA, pasado me doy un homenaje, al otro me siento culpable por la resaca y pensando que ese dinero podía haber sido más útil a quien lo necesita para comer... y vuelta a empezar.

 Si llevamos cinco milenios de escritura, deberíamos haber encontrado la clave para comprender el mundo...si hubiera UN mundo. Mi explicación es que hay una Totalidad inabarcable, y cada persona se construye SU mundo, con los pocos mimbres que le proporciona la cultura que recibe, y la interpretación según su temperamento heredado. 

Mi "solución" estriba en asumir que ese marasmo de realidades es inabarcable: somos nosotros los que la escaneamos en algunos aspectos que alcanzamos, que suelen ser los que nos demanda nuestro entorno concreto. Y aceptar que no llegamos a todo, que no controlamos nada, pero que es mejor crear algo que destruir o depredar.

No creo en la búsqueda de la felicidad. Si acallamos la mente, sin clasificar ni juzgar, dejamos de mirar las estructuras con las que se nos explicó el mundo y podemos VER una Realidad libre de estructuración humana, mucho más bella y armónica, con la que sentirnos en paz conmigo, con el otro y con el Todo.

No es un alegato hacia la pasividad: desde esa Actitud Serena, cualquier acción cobra pleno sentido...para uno.


Sentido Común

viernes, 16 de octubre de 2020

FASCISMO SIN COMPLEJOS

 



No se me ocurre una España sin fascistas. El fascismo en España es un “fundamental”. 

Para la Economía “the fundamentals” son factores no ocasionales, duraderos. Permiten calcular, incluso predecir, regularizando el azar, ciertas variables precisas. Se podría decir por analogía que en España el fascismo dispone de sus “fundamentals”, pues el latifundio (el tradicional y el nuevo) y el oligopolio le son consustanciales a esta sociedad del privilegio y el autoritarismo frente a la ignorancia y la pobreza. En cuanto a la clase media, se da por contenta con no caer en el abismo de la precariedad que padecen otros, a los que no se quieren parecer. 

El fascismo vino a España para quedarse. No es cuestión de fundamentos, principios o valores, sino de “fundamentals”. 

Claro que, a diferencia de su entorno europeo, la variante española del fascismo nunca ha conseguido estabilizarse como dominante más que en el tiempo inmediato de su aplastante triunfo militar. 

En los primeros años tras la guerra el fascismo siguió siendo una amenaza directa incluso con la actuación personal de fascistas italianos y nazis refugiados, que el mismo Estado llevó en autobús a Montejurra en1976, donde querían solucionar sus cosas con las pistolas en la mano. También la “ejemplar y modélica” Transición se hizo a tiros. Ni un año sin muertos de bala, el más mortífero el de 1978, el año de la Constitución. Tengo contabilizados 38 muertos y multitud de heridos en ese año a manos de las FOP y grupos de extrema derecha, pero seguro que fueron más por las dificultades en conseguir información de estos hechos gracias al silenciamiento impuesto, o tácito, de los medios de comunicación. Ocurría en todo el Estado, pero sobre todo en “el Norte” contra un movimiento masivo, multifacético y plural, que no encajaba en los moldes previstos por las últimas Cortes franquistas. 

Ellas sentaron en 1976 las reglas básicas para una nueva Constitución: monarquía militar blindada, amnistía para todos los franquistas aunque sus manos chorrearan sangre, antes y después de la Constitución, nación de “los nacionales” y democracia “integradora”, de arriba a abajo, no precisamente representativa aunque algunos se lo crean. Como única alternativa: o eso, o los militares. Y nuestros políticos de “izquierdas”, sino fascistas, se hicieron franquistas para poder hacer “la política de lo posible”, como decían vergonzosa y eufemísticamente, entonces.

A la larga el Estado así constituido se ha ido aislando de una sociedad que no conseguía integrar en su mayoría. Lo que en Alemania fue la reconversión de los nazis en anticomunistas (tiempos de la Guerra Fría), lo fue en España la reconversión del franquismo en antiterrorismo, sin ni siquiera, como dije, una depuración mínima de responsabilidades ni discontinuidades en las formas de represión y en el control social a porrazos y a tiro limpio, si hacía falta, contra la opinión pública. La disyuntiva: fascismo continuado... o compromiso de resistencia contra él.

 Al igual que sucedió en el 1918 alemán bajo el gobierno de Friedrich Ebert, los militares españoles “reinaron” en la sombra, mientras los socialistas colaboraban en el trabajo sucio.

El resultado en ambos casos ha sido la paranoia política. En el tema nacional España sigue siendo falangista. Por esta pendiente se ha precipitado en fondo y forma ante el tema irresuelto del País Vasco, y ha seguido por la misma pendiente en Catalunya, y prometen nueva legislación ‘ad hoc’ al estilo del “Estado de Derecho” franquista ya que solo puede estar orgulloso de “su” España quien la posee, no quien la sufre.

 El Estado quedó “atado y bien atado”. No se soltó ni un solo cabo, ni fortuita ni voluntariamente. La vuelta atrás hacia otra Transición parece imposible. Pero nada está cerrado, mientras haya resistencia y se tenga conciencia de ella, porque la historia es azar imprevisible, lo es cada recién nacido, cada nueva situación, cada nueva encrucijada. Nos tratan de convencer de lo contrario por el miedo a que sigamos decidiendo vivir, no solo sobrevivir, como precarias posiciones del sistema. Por eso, cada vez más, y no dejan de hacer manifestaciones en ese sentido (último vídeo de pleitesía real, por ejemplo) se está estableciendo, aunque a muchos no se lo parezca porque quieren entender que son signo de normalidad, un fascismo sin complejos.

Flan Sinnata

viernes, 9 de octubre de 2020

ES TU PELÍCULA (consejos para los nacidos en el siglo XXI)

 

Te he visto pegado a las pantallas: cualquier cosa allí te parece más interesante que lo que sucede en tu entorno físico. Tú te lo pierdes.

Pero tengo la certeza de que un día te preguntarás si hay algo más que esa sucesión de imágenes y sonidos, cuál es tu lugar en el mundo.

La respuesta de "ser hijo de Dios" se ha quedado obsoleta. Incluso la de "estudiar, trabajar y tener hijos" queda ridícula si pensamos en qué información y formación se te ofrece, la precariedad de los empleos que te esperan y la viabilidad de criar hijos en un mundo superpoblado, sobreexplotado y peligrosamente contaminado.

Quisiera ofrecerte la sencilla conclusión a la que he llegado después de cinco décadas de vivencias, conversaciones y reflexiones: 

TU VIDA ES TU PELÍCULA, en un escenario que no has elegido. Estas son las claves que me llevan a afirmar eso:
  1. Escenario: el Universo es inabarcable e incomprensible en todos sus aspectos, PERO lo que llegues a APREHender es fascinante.
  2. Música: La vida es un proceso extraordinario, lleno de Armonía, PERO es Orden y el Caos (la Muerte) son imprescindibles en el devenir.
  3. Guión: La Inteligencia nos permite desenvolvernos, vivir sin precariedad, PERO el miedo mental nos lleva a acaparar y a no disfrutar del Presente
  4. Actor principal: Heredamos los genes de nuestros padres, lo que supone un 50% de nuestra vida, con una infancia también condicionada por ellos (autoestima, salud, significado de las palabras, escala de valores, experiencias en un entorno determinado) PERO somos dueños de nuestra adolescencia, de nuestro tiempo, de elegir amigos  intereses...y eso es lo que nos hará sentirnos felices o no.
  5. Actores secundarios: familiares, maestros, compañeros de colegio, vecinos... van a intervenir en nuestra vida, PERO somos nosotros quienes les vamos a dar importancia o no a sus opiniones y actos, los que les vamos a dar poder sobre nosotros o asumirlos como algo circunstancial.
  6. Productor: el Dinero es una herramienta, no una finalidad. Saber para qué lo necesitas y cuándo es suficiente te hace LIBRE.
  7. Efectos especiales: el bienestar de un ser humano reside en su armonía cuerpo-mente: son nuestros cinco sentidos los que dan significado profundo y emocional a nuestros pensamientos. El olfato y el tacto (los más primitivos) son los que nos producen más capacidad de evocación y más placer.
  8. Director: no juzgues, es agotador y estéril. No intentes complacer a todos los que te rodean. No importa qué opinen de ti, y ni siquiera es importante qué opinas tú de ellos: que vivan su vida.
  9. Fotografía: Hay momentos álgidos en tu vida, y no serán delante de una pantalla. Conocer personas apasionantes, disfrutar de una aventura o afrontar un reto exigente te pueden hacer crecer y son un tesoro. Las fotos o vídeos que puedas sacar son una mezquina caricatura de la realidad que has vivido por dentro.
  10. Montaje: El ritmo es la esencia de la vida. Está en el latido de tu corazón, en el día y la noche, las estaciones, las edades del hombre y las eras de la Tierra. Como sólo eres dueño de tu respiración, ahí reside la actitud con la que participar en armonía en un escenario prodigioso que te rodea. Respira-piensa-actúa, con serenidad, sin respuestas viscerales ni obsesivas.
  11. Precuelas y secuelas: nuestra mente es una máquina complejísima tan adaptable como vulnerable. Tendemos a las adicciones, a repetir compulsivamente lo que nos gratifica, sean drogas, sexo, aficiones o trabajos. Hay que saber romper los círculos viciosos, y poner en cuestión la saga familiar, sea de éxitos o de fracasos.



La película completa sólo tú la tienes en la cabeza, en una acumulación de miles de escenas grabadas de la realidad, pero también soñados y reinterpretados. Es un proceso orgánico, no lineal como en el cine: hay una historia de fondo, pero cada día uno se despierta con cierto recuerdo o cierta obsesión que nos hace elegir un tono distinto para el personaje que vamos a ser hoy, y el encuentro con otros personajes o con las tareas diarias nos lleva a impostar o suavizar ese rol inicial.

Toda esta metáfora para ir a parar a dos ideas:

Tu vida está dentro de tu mente, y eres el único que la puedes definir como heroica, anodina o patética. Es tu deber, porque en ello te va tu autoestima. que tenga sentido en sí misma o sólo sea una sucesión de escenas aburridas o divertidas.

Eres responsable de tu Relato/historia. No ante Dios ni para la posteridad, sino ante tu Consciencia si te atreves a abrir los ojos. Porque si sigues "dormido", el Espectador que permanece es un Juez arbitrario que, según tu educación, se pasará el día criticando lo bueno y malo de cada cosa, de cada acto, de cada intención. O será un Niño Caprichoso que se empeña en ser atendido, protegido y rodearse de más y más cosas. O será un Niño Domesticado que se desvive por complacer a los demás y hacer realidad las expectativas de sus padres frustrados.

Como eres el guionista del Relato (las cosas que suceden a tu alrededor, eres tú quien les da significado), según tu punto de partida (tu temperamento, tu familia, las circunstancias) puedes procurar que el guión se asemeje a una novela (una saga familiar), un poema (amores y desamores), una obra de teatro (con personajes que entran y salen) o incluso un ensayo (una explicación filosófica sobre el sentido de la vida....). También puedes elegir el tono, que puede ser de drama o de comedia, según tu carácter o sentido del humor, aunque la vida suele ser una tragicomedia.

  Piensa dónde han ido a parar la mayoría de las películas: al olvido. Por eso, no te desvivas por pasar a la posteridad, sino por vivir con autenticidad el día a día, siendo fiel a lo que crees en cada momento, a la tarea con la que has decidido participar en este mundo, siendo leal a las personas que tú has elegido por compañeros.

Tu vida es tu película, insisto. Eres el protagonista: la cámara siempre va a enfocar donde miren tus ojos; la banda sonora será el ruido, las palabras o la música a la que prestes atención.  Por eso te cuento esto: para que sepas que eres Libre, que tu vida la forjas con tu actitud alegre, tus acciones positivas y tus propias reflexiones y sentimientos.
Haz con ella lo que te plazca. Adelante

Letra del rap



Sentido Comun

viernes, 2 de octubre de 2020

WEIMAR ZEIT

 

No pocas de las repúblicas de América Latina han sido descritas como repúblicas bananeras; Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, y muchas más, naciones todas ellas que han sufrido  uno o más golpes de estado propiciados por el gran vecino del norte a lo largo de su historia. El hecho novedoso de estos tiempos es que los mismos Estados Unidos estén a punto de convertirse en una república bananera más. 

Desde siempre se han puesto en cuestión muchos de los aspectos de la tan celebrada democracia americana. Empezando por los auténticos motivos de los llamados “Founding Fathers” al independizarse de Gran Bretaña –preservar la esclavitud y no tener trabas para extenderse más allá de los Montes Apalaches, por ejemplo-y, tras la Guerra Civil,  la descarada discriminación racial practicada contra los negros en cuanto terminó el “Reconstruction period” (1865-1876) en los estados del sur, y se inauguró la llamada época de Jim Crow, que duró hasta los años 60 del siglo XX. Una época en la que cualquier pretexto era bueno para privar a los ciudadanos de color de su derecho al voto; pruebas de alfabetismo, el pago de determinados impuestos que en la práctica sólo se exigían a los negros, o la pura y simple intimidación por parte del Ku-kux-klan y sus secuaces. Por no hablar de las periódicas cazas de brujas contra marxistas y comunistas o supuestos comunistas, la más famosa de las cuales fue la del senador Mc Carthy. O los curiosos y luctuosos años 60, con los asesinatos a manos de “desequilibrados”, de personajes como John y Bob Kennedy, Martin Luther King, Malcolm X, o el menos conocido Fred Hampton –este último en una emboscada policial-.  Todos ellos producidos en la década postrera de J. Edgar Hoover al frente del FBI. Pero con la época Trump se han producido algunos fenómenos nuevos. No es sólo que el presidente se haya convertido en el principal conspiranoico del país, sino que ha anunciado con meses de antelación que no va a aceptar ningún resultado que no le de cómo ganador de las próximas elecciones de noviembre, a la par que limita las posibilidades de voto de millones de ciudadanos mediante un nada disimulado sabotaje del voto por correo. 

 


Paralelamente, el mismo presidente Trump ha protagonizado la más esperpéntica campaña –o anticampaña) contra el coronavirus de cualquier país civilizado y/o moderno. Empezó diciendo que el virus era “un invento de los demócratas”, luego dijo que se desvanecería “as if in a miracle” en abril, pero en realidad, como sus entrevistas recientemente conocidas con el periodista Bob Woodward han revelado, era del todo consciente de la gravedad de la pandemia, de la cual era advertido de manera constante por todos sus asesores. Mientras que China, el supuesto rival por el control del planeta, controlaba la pandemia con una notable eficiencia, Estados Unidos era un caos de ordenes y contraordenes en el que los estados competían entre ellos para conseguir los mejores equipamientos de protección básica para el personal médico, los geles hidroalcohólicos y los respiradores, la gran mayoría de todos ellos fabricados en la misma China. Corea del Sur, Vietnam, Nueva Zelanda, Alemania, son sólo algunos de los países que han controlado la pandemia con mucha mayor eficacia que la supuesta primera potencia mundial. 

Y sin embargo, todo este aparente desastre no hace apenas mella entre los votantes de Trumpenstein. Tampoco el hecho de que la economía haya entrado en barrena y de que ya sea un hecho comprobado –antes de la aparición del coronavirus- que Trump ha sido del todo incapaz de cumplir su promesa de recuperar los empleos industriales que se esfumaron de los Estados Unidos en dirección a otros países desde el inicio de la supuestamente década prodigiosa de los ochenta. Parece que son otros factores los que de verdad determinan el apoyo de los votantes republicanos. Quizá la previsión estadística de que para el año 2044 los WASP (White AngloSaxon Protestants) ya no serán mayoría entre la población estadounidense , desbordada con el mestizaje de latinos, negros, orientales….Ya ni siquiera los vaivenes de la economía parecen importar, sino tan sólo la cuestión primitiva del “Blut und Boden” propugnada por los nazis en la década de los treinta. En cuanto a los muertos de la pandemia, se les sacrifica alegremente en pos de un supuesto relanzamiento de la economía, algo que no parece cambiar el sentido del voto mientras la mayoría de muertes sigan sumándose entre negros y latinos. 

En Europa , tierra original del nazifascismo propiamente dicho, el panorama no es muy diferente. Con muy raras excepciones, todos los países europeos tienen ya ahora un fuerte partido neofascista. En Francia se ha podido evitar hasta ahora que el FN llegue al poder, pero la amenaza de Marine Lepen sigue presente, arrastrando tras de sí a un electorado primordialmente obrero que dos generaciones atrás votaba al PCF. En Alemania, AfD (Allianz für Deutschland) practica una infatigable labor de zapa. Se esfuerza por penetrar en los sindicatos obreros, en la policía y fuerzas de seguridad del estado, en las confesiones religiosas, en los numerosísimos “Vereins” –asociaciones- de todo tipo que existen en el país… Por el momento no han tenido mucho éxito y son repelidos de manera sistemática, tanto por los líderes sindicales como por el propio gobierno, que no duda en purgar la policía de elementos neonazis indeseables. Pero poco a poco su mensaje va calando, especialmente sus diatribas contra los inmigrantes que han llegado a Europa durante la última década huyendo de las guerras propiciadas por Estados Unidos y sus países adláteres en Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Somalia, etc. 

Los resultados de la política neoliberal emprendida por Occidente en los últimos cuarenta años. Mediante el control absoluto de la información, los medios de comunicación –en 1983 cincuenta conglomerados dominaban el 90% de la información en Estados Unidos, ahora son sólo cinco: Time Warner, Disney, Murdoch’s News Corporation, Bertelsmann y Viacom- , la toma de las cátedras universitarias, en definitiva, el triunfo del pensamiento único neoliberal, se ha conseguido desmantelar y desprestigiar cualquier alternativa al sistema capitalista, pero no se ha conseguido suprimir el descontento consecuencia del mismo sistema. Lo que se ha conseguido es desplazarlo hacia el paleocapitalismo fordista y el neofascismo. La tendencia , que debería ser reforzada por todo lo ocurrido durante la pandemia en cuanto a ausencia de recursos propios en los hospitales, es hacia un replanteamiento autárquico y autosuficiente de la economía como rechazo al globalismo neoliberal. 

Pero también para eso se ha hecho tarde. Los estados han perdido por completo el control sobre las multinacionales, y ya no digamos sobre las multinacionales de las telecomunicaciones. Trump sabía que mentía –también en eso- cuando prometió a los “bluecollars”  americanos que sus puestos de trabajo volverían. ¿Qué es lo que ha podido cumplir de su programa electoral? Todo lo referente al odio; la xenofobia, el fundamentalismo religioso excluyente, el racismo, la misoginia… Y Trump sabe que los suyos le perdonarían que se liase a tiro limpio en la Quinta Avenida. Para revertir el proceso de deslocalización de las grandes multinacionales de las últimas décadas, por no hablar del creciente automatismo de los procesos de producción, haría falta una estatalización total de la economía. preferiblemente en varios países a la vez. Algo a lo que el capitalismo se opone con todas sus fuerzas, un capitalismo que, incluso dentro del Partido Demócrata, se sentía más aliviado viendo a Trump en la Casa Blanca antes que a un socialdemócrata como Bernie Sanders. 


 



Hacia 1928, el canciller de Alemania era el socialdemócrata Hermann Müller. Al sobrevenir el crack del 29, Müller siguió las recetas típicas de los economistas de la escuela austríaca: rebajó los impuestos a los ricos, impulsado también por sus aliados de gobierno de centroderecha. Müller decidió dimitir cuando dichos aliados tampoco le permitieron proporcionar subsidios a los tres millones de parados que había en Alemania en aquella época-el desempleo llegaría más tarde a los seis millones de personas-. Müller fue sucedido por Heinrich Brüning, del Partido del Centro, quien llevó a cabo lo que ocho décadas más tarde llamaríamos en Europa “austericidio”. Muchos años más tarde, cuando el economista norteamericano John K. Galbraith le preguntó si creía haber hecho lo correcto, el tal Brüning, muy ufano, contestó de manera afirmativa y sin la menor vacilación. 

El resultado de todo ello fue el ascenso al poder del NSDAP y la carrera de Hitler hacia la locura y la guerra. Se dice en favor de Trump que todavía no ha empezado ninguna guerra, sino que ha heredado las que le dejaron sus antecesores en Afganistán y en Siria. Pero tampoco Hitler declaró ninguna  en sus primeros cuatro años en el poder. 


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