viernes, 22 de junio de 2018
BATIBURRILLO, MEZCOLANZA, EMBROLLO, POPURRÍ, AMASIJO, FRANGOLLO,..........
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Un guirigay hecho adrede. Y picamos.
No hay nada más que hacer que leer alguna prensa un día cualquiera, para certificar que el lío está montado, y que además está montado adrede. La información está en exceso, pero no es a causa del ejercicio del periodismo, como es el caso de algunos medios, sino que de lo que se trata es de desviar la atención, en unos casos, de dividir en otros, o de tratar de confundir en otros más.
Y la cosa va por barrios, en unas ocasiones, mientras que en otras afecta al conjunto de la ciudadanía, que es cuando se sube abruptamente el volumen con un noticia sorprendente o escandalosa y se crispa a la mayoría de la población. Esa gestión de los surtidores de noticias para con los medios, es la que hace el verdadero daño a la sociedad. Y la sociedad harta de tanta morralla informativa, no está para ponerse a gestionar cada noticia que recibe, y mucho menos para tratar de contrastar la información que recoge todos los días y a todas horas.
El periodismo debería intentar moderarse, y si bien tiene la obligación de dar todas las noticias, e incluso el derecho de dar su particular versión, si que podría hacer el colectivo algo más de rigor y de buena praxis con las noticias que recibe y lanza todos los días y a todas horas, tratando de eliminar determinadas técnicas como la manipulación, la tergiversación o el vulgar y simplón sensacionalismo con que se mueve buena parte de la prensa de este país. En cualquier caso, esto es con lo que tendremos que lidiar, a poco que nos queramos sentir mínimamente informados y que nos sintamos plenos a la hora de poder dar un opinión con base y argumento.
Controvertidas decisiones judiciales, polémicas declaraciones de un político, alarmantes decisiones del poder, o manifestaciones de tal o cual colectivo, hacen que todos los días se tenga que oír y leer innumerables controversias sobre si aquello estuvo bien, lo otro que está mal, e incluso ambas cosas a la vez, o sea, que está mal, pero que es bueno, o que está bien pero que es malo.
Y un ejemplo lo tenemos ahora mismo con el controvertido tema del feminismo. ¿Qué es ser feminista, y para qué sirve ser feminista? ¿Quién es feminista? ¿Da igual que se sea hombre que mujer, o es un título exclusivo de las mujeres? ¿Puede ser un hombre feminista? ¿Por qué?
En mi opinión, no hay que ser feminista, de la misma manera que tampoco hay que ser machista.
De lo que se trata aquí, es de que las mujeres alcancen los mismos derechos que el hombre. Y esa meta no está en manos de los hombres, los cuales sí que pueden ayudar a las mujeres en su lucha, pero no son los hombres los que deben darle a las mujeres los derechos sobre igualdad, sino que son las mujeres las que deben conquistar esos derechos. No se trata de que el hombre conceda, sino que sea la mujer la que consiga, y si para eso es preciso y necesario contar con la colaboración de los hombres, pues que cuenten, aunque considero que las mujeres son lo suficientemente válidas y capaces de conseguir lo que les pertenece. Por Ley y por Justicia. Por naturaleza. Por lógica. Razón.
Pero que nadie se vaya por otros derroteros, porque eso es una lacra que solo llegará para sustituir a otra lacra. Es decir, que si de lo que se trata, es de cambiar machismo por feminismo, entonces vamos mal. Ahora bien, si de lo que se trata, es de igualar y de ser iguales, entonces sí que estaremos en el buen camino. Lo otro, o sea, imperar un matriarcado sobre un patriarcado, es cometer el mismo error, solo que esta vez pintado de color rosa. Pero es la misma desgracia.
Porque, cabe hacerse varias preguntas al respecto. Una de ellas saber es si todas las mujeres quieren ser feministas, o si todas las mujeres están dispuestas a luchar por la igualdad con los hombres.
La otra, es saber si todos los hombres quieren la igualdad con las mujeres, o cuántos hombres están dispuestos, y quieren, la igualdad de género. Y para ambas, la respuesta es la misma. La mujeres son las únicas que pueden alcanzar sus derechos, y no debe importarle si son los hombres quienes les conceden esos derechos. Faltaría más.
Ahora bien, si las mujeres pretenden sustituir machismo por feminismo, entonces que no se quejen de que se vayan a encontrar oposición, pues quizá sean los hombres los que desean que la igualdad sea y esté vigente, y ante la amenaza de que se vaya a instaurar un matriarcado, para relegar o para destituir al patriarcado, pues puede ser que lo hombres, desencantados, e incluso temerosos, decidan que por ahí no, pues sería un simple cambio de roles sin finalidad alguna, más que la de imperar y de dominar. Y de eso, creo que, algunos hombres, muchos hombres, nos podamos sentir ciertamente avergonzados al haber tenido durante tanto tiempo instaurado un patriarcado demencial, y queramos que la balanza se equilibre. Pero si vemos que tan solo se trata de cambiar el bastón de mando de unas manos a otras, y que lo que se busca realmente no es la igualdad, sino que se persigue la predominancia, entonces no es de extrañar que hasta los propios hombres que queremos la igualdad y que defendemos a las mujeres que quieren igualdad, nos presentemos como oposición, porque no queremos que nadie predomine sobre nadie, sino que lo que queremos es que las mujeres estén en igualdad de condiciones a los hombres en todos los aspectos de la vida, y que no tengan nada que reclamar, pues las condiciones serán exactamente iguales. Pero ahí viene la cuestión: mujeres del mundo, luchad.
Mujeres del mundo, pelead. Mujeres del mundo, estáis en vuestro derecho de reclamar lo que es vuestro y os pertenece. Pero no intentéis cambiar machismo por feminismo, pues si hasta ahora los hombres no estábamos en derecho y justicia, tampoco queremos que ahora vayáis a ser vosotras las que volváis a cometer los mismos errores que hemos cometido los hombres durante tanto tiempo.
No sirve la revancha, no hay lugar a la humillación, tampoco es momento de reproches ni de rencores. No es el momento de decidir que ahora vais a ser vosotras las que imperéis y dominéis por unos cuantos siglos más. No. Nuevas generaciones, y otras no tan nuevas, que nunca hemos visto con buenos ojos el machismo, no tenemos la culpa de que ciertos privilegiados con poder sigan manteniendo este estado de cosas, y lo único que queremos es que vosotras seáis igual que nosotros, y viceversa también. Que no os confundan quienes quieren crear en vosotras esa confusión.
Que no os enfrenten quienes quieren enfrentaros a nosotros. Estamos en el mismo frente, tenemos las mismas motivaciones, pero no intentéis bajo ningún concepto, erradicar el machismo para imponer vuestro feminismo, porque entonces la solución al problema no llegará nunca, sino que más bien se enquistará y nos traerá más problemas.
Luego ya veremos quién tiene mejores capacidades a la hora de hacer unas cosas u otras, y quién tiene más y mejores habilidades para desempeñar un papel u otro. Y en eso, también deberemos estar juntos, pues valorar a las personas por su valía y su compromiso, serán los únicos baremos por lo que nos tengamos que medir, muy por encima de sexos o de apariencias físicas, muy por encima de bemoles o de ovarios, y muy por encima de testosteronas o de estrógenos, o muy por encima de “por mis cojones”, y también de “por mis ovarios”. Seamos iguales, en cuanto a derechos, justicia, libertad o reparto de la riqueza, y olvidémonos de que “sin tetas no hay paraíso” o de que salís de la costilla de Adán. Estereotipos que ya vienen de antaño y que conviene empezar a olvidar si lo que queremos de verdad es que seamos iguales ante todo. Ni machismo ni hostias, pero tampoco feminismo ni pollas. Hagamos las cosas bien. Hagamos una sola manada, sin líderes ni lideresas.
Cada uno y cada una, en su papel, en lo que es capaz de hacer, y que eso que uno o una es capaz de hacer, sea el ingrediente preciso, el elemento necesario, para compensar lo que el otro también sabe hacer, pero que ambos no saben hacer lo que el otro o la otra sabe. Y si sabemos ensamblar conocimientos, habilidades y técnicas, entonces la humanidad será imparable. Ellas y nosotros. Nosotros y ellas. Sin diferencias y sin predominancias. Salvo aquellas atribuciones que la naturaleza nos dio a cada uno, y las habilidades que hemos aprendido a lo largo de nuestras vidas.
Sin más, pero también sin menos. Para ambos. Hombres y mujeres, mujeres y hombres, no temáis. El temor de unos puede ser el infierno de otras, y el temor de otras se puede convertir en el averno de unos. Sepamos distinguir y no caigamos en la confusión. No cometamos otros errores.
Tititokokoki