viernes, 18 de marzo de 2022

INVASIONES, GUERRAS, PROVOCACIONES Y FAKE NEWS

Son pocos los países que desean ser vistos como los agresores en una guerra. Por lo general, se procura que sea el adversario el que cargue con la culpa y el sambenito de haber iniciado las hostilidades. Para ello, los estrategas de la geopolítica, un concepto especificado como tal en el siglo XIX pero que se ha practicado desde siempre, han buscado con harta frecuencia la manera de responsabilizar al enemigo de toda la carga de horror y crueldad que siempre implica un gran conflicto. Sin embargo, no todos los países han empleado de manera invariable o en todas las situaciones prebélicas este recurso. Por ejemplo, el razonamiento que emplearon los Estados Unidos de América ni siquiera consideraba que México tuviera el derecho a conservar los territorios como Texas o California que el gobierno de Washington le estaba arrebatando, sino sencillamente que los pobladores norteamericanos de esos estados hacían un mejor uso de las tierras que los propios mexicanos. Todo esto fue argumentado por el propagandista y columnista John O’Sullivan en agosto del 1845, el mismo autor del concepto del “Destino Manifiesto” de los Estados Unidos que, según él, justificaba cualquier conquista futura de los Estados Unidos en territorio americano. En palabras del propio O’Sullivan: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”. Quizá cabría explicarse toda la historia subsiguiente del continente americano, con el alrededor de centenar de golpes de estado e intervenciones militares propiciadas por Estados Unidos, como la definitiva puesta en práctica de esta doctrina.
   Pero otros estadistas, como por ejemplo el canciller alemán Otto Von Bismarck, prefirieron actuar de una manera más disimulada, y procurando por todos los medios que fuera el otro bando el que diera el primer cañonazo. Prusia venía de ganar dos guerras con sus vecinas Dinamarca y Austria que le sirvieron no sólo para obtener ganancias territoriales sino, sobre todo, para engrasar su máquina militar y empezar a aglutinar lo que luego sería el estado alemán que hoy conocemos. Pero para obtener la preponderancia en el continente europeo, parecía indispensable una victoria sobre la Francia de Napoleón III. Los jefes del estado mayor prusiano llegaron a la acertada conclusión de que su ejército era superior al francés, y empezaron a maquinar la manera en que podría producirse una guerra entre los dos países. La ocasión se presentó con motivo de la sucesión al trono de España tras el exilio de Isabel II en 1868, cuando desde Prusia se impulsó la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern. Esto causó una oposición frontal de Francia, que temía verse cercada entre dos países como Prusia y España ambos con monarcas de la misma dinastía hostil a sus intereses.

   El ardid que se le ocurrió a Bismarck consistió en dar a conocer a la opinión pública una nota del rey de Prusia Wilhelm I, manipulada por el mismo canciller para hacerla aún más rotunda y ofensiva, en la que se rechazaban las exigencias francesas en el sentido de que Prusia retirase su candidatura al trono español. La ira francesa alcanzó cotas de histeria colectiva hasta el punto de llegar a la declaración de guerra. Justo lo que los estrategas prusianos, con el propio Bismarck y el mariscal Moltke a la cabeza, habían estado esperando. La victoria de Prusia fue clara y rotunda, y a la vez sembró las semillas de lo que cuatro décadas más tarde sería la Primera Guerra Mundial, con la muy conocida reivindicación francesa de recuperar Alsacia y Lorena. No contento con haberse extendido su influencia por casi todo el continente americano, el gobierno de los Estados Unidos fue a fijarse en Cuba, la última colonia española que quedaba en América. La guerra entre la decadente potencia europea y los Estados Unidos era ya casi inevitable, pero el detonante y catalizador de la declaración de guerra fue la explosión producida en el acorazado USS Maine, un buque por otra parte obsoleto incluso antes de entrar en funcionamiento, pero que fue utilizado como casus belli por la prensa amarilla de los magnates William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, quienes no vacilaron en culpar al gobierno español del desastre. El eslogan “Remember the Maine, to Hell with Spain” hizo fortuna, y dio paso a una ofensiva naval que llevaría a una rotunda derrota española que causó un profundo trauma entre quienes habían creído en el triunfalismo de la prensa española que menospreció de manera sistemática el poderío estadounidense en las vísperas de la guerra. A veces las provocaciones ni siquiera son necesarias, sino que ciertos gobiernos son tan torpes que proporcionan a los gobernantes de los países enemigos el motivo perfecto para la declaración de guerra. Este sería el caso del llamado telegrama Zimmermann, enviado por el secretario de asuntos exteriores alemán de ese nombre en el que se sugería al gobierno mexicano que se uniera a la causa alemana si estallaban las hostilidades entre Alemania y los Estados Unidos. El trato consistiría en que en ese caso Alemania ayudaría a México a recuperar los territorios perdidos a manos de Estados Unidos en el siglo XIX proporcionando armamento y apoyo diplomático.

   El telegrama fue interceptado por los servicios secretos británicos, quienes se apresuraron a darlo a conocer, a pesar de que con ello revelaban de manera indirecta que estaban espiando comunicaciones alemanas que se producían a través de una línea telegráfica estadounidense, algo para lo que los británicos carecían de autorización. El escándalo producido a raíz de esto, unido a la tragedia del hundimiento del trasatlántico Lusitania, facilitó mucho los planes del presidente Woodrow Wilson de entrar en la contienda bélica que se estaba desarrollando en Europa. A pesar de los conflictos en que ya se había metido Estados Unidos en su corta historia existía una fuerte resistencia en la opinión pública americana a involucrarse en la sanguinaria pesadilla europea. Una resistencia que el famoso telegrama, cuya autenticidad fue reconocida por el propio Zimmermann, contribuyó mucho a quebrar.

   La derrota en la Primera Guerra Mundial causó una herida incurable en el orgullo alemán, algo que fue cultivado por un partido que luego resultaría ser un maestro en la propagación de lo que hoy llamaríamos fake news, el NSDAP, Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, vulgo nazis. El propio Hitler afirmó en su libro “Mein Kampf”, que él había aprendido todo lo que sabía de propaganda de los países anglosajones vencedores en la contienda de 1914. Una de las infinitas patrañas nazis que hubiera podido pasar a la historia como verdad absoluta fue el relativamente poco conocido incidente de Gleiwitz, también denominado Operación Himmler. Este suceso consistió en la toma de una estación de radio alemana por parte de un grupo de agentes de las SS que simularon ser polacos y emitieron por las ondas un mensaje antialemán en polaco. Para dar mayor credibilidad a esa macabra pantomima, sacaron a unos cuantos prisioneros del campo de concentración de Dachau y los asesinaron en las inmediaciones de la emisora tras haberles vestido con uniformes del ejército polaco. De haber ganado Alemania la Segunda Guerra Mundial, los libros de historia dirían seguramente que este había sido el detonante del conflicto.

   En las últimas décadas, y tras la derrota alemana, han sido muy pocas las potencias que se han atrevido a desencadenar guerras mediante estas maniobras propagandísticas. Una de las más celebres fue el supuesto ataque contra el navío de guerra norteamericano Maddox en el golfo de Tonkin por parte de unas lanchas lanzatorpedos vietnamitas. Un ataque que nunca existió pero que le serviría de pretexto al presidente Lyndon B. Johnson para multiplicar casi por diez la presencia de soldados norteamericanos en Vietnam, pasando de 60.000 a unos 500.000. ¿Y qué decir de las fake news más recientes que sirvieron para justificar las dos guerras contra Iraq encabezadas por Estados Unidos, la primera a raíz de la anexión fallida de Kuwait por parte del ejército de Saddam Hussein y la definitiva invasión de Iraq realizada por la famosa “Coalition of the Willing”, en el año 2003? A fin de justificar la primera de manera emocional ente la opinión pública mundial, se utilizó el falso testimonio de Nariyah Al Sabah, hija del embajador en Kuwait de Estados Unidos, quien haciéndose pasar por voluntaria en un hospital de Kuwait, dijo que los soldados de Saddam se dedicaban a arrebatar a los niños de las incubadoras sólo para verles morir. En cuanto a la guerra del 2003, es archisabida la historia de esas supuestas armas de destrucción masiva en territorio iraquí que nunca se encontraron y de las que tan profusamente hablaba el trío de las Azores compuesto por Bush, Blair y Aznar. O los pretextos igualmente engañosos que se utilizaron para derrocar al dictador libio Gadafi, tales como el supuesto bombardeo contra la población civil en Bengashi, llevando a ese país mediterráneo a un caos y sufrimiento que todavía no ha cesado. Es por eso que la guerra que ha estallado entre Rusia y Ucrania me causa una tal satisfacción. Acostumbrado a tantas mentiras, resulta una gran alivio asistir a una contienda en la que se nos asegura con tanto aplomo que sólo un bando miente –el ruso, por si había dudas–, mientras que las intenciones de todos los integrantes de esta nueva “Coalition of the Willing”, son de una prístina pureza. Hasta tal punto que la censura absoluta de las versiones del otro bando sobre los aconteceres de la guerra debe ser indiscutible, sin olvidar acompañarla de una estigmatización de todo un pueblo y su cultura sin apenas precedentes en la Historia.

Veletri

viernes, 11 de marzo de 2022

Tank

 El tanque fue un invento inglés construido con la intención de romper con la matanza y el impasse que se estaba produciendo en las trincheras belgas y francesas. Proyectado para acabar con la hegemonía que las ametralladoras y las alambradas imponían en el campo de batalla, impidiendo cualquier movimiento de la infantería y caballería y con ello, cualquier avance en la guerra.

Los tanques FT siguieron usándose después de la Primera Guerra Mundial,
e inspiraron diseños similares en países como Italia y la Unión Soviética.

Desde el principio fueron empleados en masa, juntos y por centenares (Arrás, 1916). Porque esa es la clave de su empleo: usarlos en una arrolladora falange blindada capaz de romper la línea del frente y con ello volver a dar movilidad a la batalla posibilitando al resto de armas (infantería, caballería, etc...) el progreso hacia los puntos claves de enemigo y rendirlos (que es de lo que se trata en una guerra).

Frente de Arrás inmediatamente antes del ataque.

La guerra moderna fue establecida en los años 30 del pasado siglo por teóricos militares ingleses y alemanes. Su plasmación fue la Blitzkrieg nazi; un sistema operacional en el que todas las armas (infantería, caballería, artillería, zapadores, etc...) forman un grupo de combate homogéneo conducido por unas pocas personas mediante el empleo de la radio, sumando así más que las capacidades individuales de cada arma. Las divisiones panzer, aún con tanques de menor calidad, fueron capaces de derrotar a todos los ejércitos, todavía anclados en tácticas de la gran Guerra. Solo cuando los aliados copiaron esa forma de guerrear empezaron a ganar batallas.



Mapa del desplazamiento de tropas en la invasión de Polonia 1939 - Video de la época sobre el asedio a Varsovia por las tropas nazis.

El arma rusa por excelencia es la artillería, en todas sus variantes, ya sean cohetes (los famosos Katyuska o sus sucesores los GRAD), misiles y cañones de todo tipo y tamaño, son empleados en grande cantidades y con maestría (en la2GM fue el arma que más bajas causó a los alemanes). Pero si algo caracteriza al ejército ruso (antes soviético) es la gran cantidad y calidad de sus tanques y blindados. En tiempos de la URSS sumaban más tanques que todas las demás naciones juntas, de 40 a 60 mil. (la clave es el empleo en masa). La inteligencia americana siempre estaba pendiente de si los rusos movían los tanques como señal inequívoca de una ofensiva.

Seccion tanque.

Así tenemos hoy en día a una Rusia militarmente poderosa, con una buena artillería, gran cantidad de modernos tanques, entre ellos el T-14 ARMATA, en mi opinión el mejor del mundo; con una aviación eficaz y una tropa segura en combate. A Rusia le sería fácil conquistar Ucrania. Pero hay más factores que el militar y con tanto o más peso.


CapitanRed


viernes, 4 de marzo de 2022

PODER

 

“Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder” (Montesquieu). 

“El poder desgasta sólo a quien no lo tiene (Giulio Andreotti). 


En 1932 Einstein y Freud mantuvieron correspondencia por cartas en las que debatían sobre el poder y la guerra. Einstein preguntaba a Freud por qué una minoría, la élite dominante, hacía la guerra manipulando a las masas a través de las emociones. Como solución sugirió una legislación internacional y un derecho supranacional para resolver estos conflictos de poder. Decía Einstein que el derecho y el poder van de la mano y que era difícil que los estados renunciaran a su cuota de poder. Y eso sigue sucediendo hoy porque el poder de las instituciones internacionales como la ONU poco pueden hacer ante el poder de los estados.

 

El poder es un concepto sexy, un tótem, un mantra y un desiderátum del que todos hablan como si fuera el bálsamo de Fierabrás: todos queremos empoderarnos. Sentir poder es gratificante, nos completa y nos realiza. Es una pulsión humana y se refiere a la posibilidad de hacer, realizar y producir efectos. Pero ¿efectos sobre qué? ¿sobre los demás? 


Antes de hablar del poder sobre los demás (“el hombre es lobo para el hombre”, aforismo pelín crudo) y de juegos de poder (ya está Maquiavelo calentando), hablemos del poder sobre uno mismo. Decía Lao-Tse que “el que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso”. Séneca sentenciaba que “el hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”. Esto mismo dice Daniel Goleman en su libro “Inteligencia emocional” cuando habla del poder sobre uno mismo como conocimiento y gestión de sus emociones para controlarlas. Algo parecido decía Sócrates cuando afirmaba que “sabio es quien sabe controlarse” y que “hay que conocer las debilidades propias para aprender a dominarlas”. De ahí la frase “conócete a ti mismo” inscrita en el templo de Apolo de Delfos. O en román paladino, lo que siempre se ha llamado fortaleza mental y autocontrol: ahí empieza el auténtico poder, en la autodisciplina.  


De esta disciplina personal hablaba Baltasar Gracián cuando escribió que “no hay mayor control que el que se tiene sobre uno mismo… ése es el triunfo de la voluntad” (frase que recuerda a la “voluntad de poder” de Nietzsche y a "el triunfo de la voluntad" de Leni Riefensthal). También decía Gracián que “seamos grandes amos de nosotros mismos para que mostremos superioridad”. Pero ser amo de uno mismo necesita esfuerzo, concepto no muy en boga en la actual sociedad de consumo y ficción que invita a la dejadez y comodidad de un cierto "pasotismo hedonista" en el que somos desertores de nosotros mismos y de nuestro poder (algunos lo llaman alienación y manipulación de masas).  


Pero vayamos a lo mollar, al poder sobre los demás, a que nuestra voluntad se imponga a otros. Y esto empieza ya en los albores del Homo Sapiens con el poder del hechicero y el jefe de la tribu: ahí empiezan el poder divino y el poder terrenal. Luego la cosa se sofistica y empiezan las religiones y los imperios, chamanes y reyes, sacerdotes y faraones, papas y emperadores, obispos y señores feudales. En un principio, el poder tenía un origen sagrado y venía de Dios, que es omnipotente por definición. Y desde entonces los juegos de poder son consustanciales al ser humano a lo largo de la Historia porque el Homo Sapiens tiene voluntad de poder. Conflictos de poder entre tribus, culturas, civilizaciones y religiones; en Europa, América y todos los continentes; entre nativos, entre blancos, en Oriente y Occidente, en el islam y en el cristianismo, entre feudos, imperios y todos los colectivos humanos.  La Historia es una sucesión de juegos de poder entre grupos humanos que han conformado la identidad de las naciones. Y éste es el trayecto humano desde el imperio acadio en Mesopotamia (el primer imperio de la historia) hasta los actuales imperios de USA, Rusia y China. 


 
La Genética nos dice que hay genes que predisponen a conductas agresivas de poder y la Antropología nos habla de cómo los simios antropoides ejercen dicho poder. En los chimpancés dominan los machos y los grupos se forman en estructura jerarquizada en torno al macho alfa. En los bonobos las hembras mantienen fuertes alianzas jerarquizadas y controlan el grupo (las luchas de poder se resuelven con sexo). En ambos casos, parece que el ser humano es un animal jerárquico y esta jerarquía cumple una función de orden y vertebración social. 


Hablar de poder es hablar de estado. Son muy conocidas las tradicionales versiones del poder de Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Así, Hobbes habla de una inclinación general del ser humano hacia un perpetuo e incesante afán de poder, que termina solamente con la muerte. Por ello sugiere un contrato social en el que los hombres ceden poder al Estado, que lo ejerce a través de leyes, porque el hombre es malo por naturaleza. Rousseau piensa que el poder del estado origina violencia porque el hombre es bueno por naturaleza (buen salvaje). Maquiavelo deja de lado los criterios morales del "buen gobierno" para buscar un "gobierno eficaz”. Por eso ve necesario un Estado como poder para mantener el orden y recomienda al gobernante infundir miedo a los súbditos, tener medios de coacción y ser más temido que amado para ejercer mejor ese poder. Kant habla de un gobierno o poder mundial con una base jurídica de derecho internacional. El objetivo de este poder mundial sería la comunidad ética global. Y yo le digo a Kant que, además de salao, es un optimista utópico si piensa que el poder se va regir por criterios éticos (ojalá, pero va a ser que no, de momento). 


Con el surgimiento del marxismo se da un enfoque económico a las luchas de poder entre clases sociales, que es lo que mueve la historia. Engels vincula el poder con el surgimiento del Estado, estructura que pretende asentar y arraigar la propiedad privada y medios de producción de los individuos poseedores de los recursos (poder). Y ahí empiezan las relaciones de poder entre explotadores y explotados. Por eso Marx hablaba de una revolución mundial para una sociedad sin clases y sin esas relaciones de poder entre dominantes y dominados. Ése sería el final de la historia: sin lucha de clases ya no habría luchas de poder, porque el poder lo ejerce el estado (clases dominantes), que debe ser eliminado mediante la dictadura del proletariado. 


El Anarquismo y Libertarismo propugnan la desaparición del estado como poder y la libertad del individuo frente al poder estatal, que debe ser abolido. Proudhon niega tajantemente cualquier forma estatal de gobierno, influyendo en Bakunin, cuyo anarco-colectivismo influye en el anarco-comunismo de Kropotkin. Son conocidas la frase “Ni Dios, ni patria, ni amo” (justo lo contrario del Oriamendi carlista “Por Dios, la patria y el Rey”), la Idea de Mutualismo de Proudhon (“la propiedad es un robo”, decía), las discusiones en la Primera Internacional entre Marx y Bakunin, el "anarquismo egoísta" de Max Stirner (feroz individualista) y la revolución anarquista de Nestor Majnó (que conoció a Durruti). El anarquismo tuvo auge al principio del siglo XX en España y la CNT llegó a tener cientos de miles de afiliados. Y como hay muchas corrientes anarquistas, me pregunto si hay elementos de coincidencia entre el anarcoliberalismo y el neoliberalismo, porque ambos dejan al estado reducido a su mínima expresión o directamente desaparecido (¡viva la anarquía de libre mercado!). 


Para Foucault, a diferencia de los autores anteriores, el poder no está en el Estado sino en los "operadores de dominación", en las “mallas del poder y sus hogares moleculares”. El poder no estaría localizado en el Estado, sino que sería un efecto, una estrategia, unos mecanismos, unos dispositivos culturales asentados a lo largo de la historia. El poder no es una propiedad que posee la clase dominante, sino una estrategia, cuyos efectos se deben a dispositivos u “operadores de dominación y mallas de poder". Para Foucault la historia es el discurso del poder, el relato a través del cual el poder somete y domina. Y frente a este discurso del poder, habría saberes sometidos: saberes de la gente, locales, particulares, regionales, descalificados, ingenuos y olvidados. Por eso habla de “la insurrección de los saberes sometidos” y del “retorno del saber”, de esos contenidos históricos que fueron sometidos y sepultados por el discurso oficial del poder. Verdad, saber y poder estarían íntimamente relacionados en paradigmas impuestos por el poder, en cuyos mecanismos y redes se produce una verdad “oficial”. Y para romper este sometimiento de los saberes históricos, es necesaria una batalla política y cultural y así cambiar estos “epistemes” o sistemas de conocimiento.  Esta batalla se sigue dando en periodos de paz porque “la política es la guerra continuada por otros medios”. Y en esta batalla política y cultural hay que utilizar el lenguaje como arma y, si fuera necesario, formar una neolengua para conformar una nueva realidad que contradiga los relatos oficiales de poder: un contrarelato de nuevo poder. Y eso hace la nueva izquierda con su lenguaje inclusivo y su nuevo relato alternativo de la historia.


Hoy el poder está en los medios y en la propaganda, que utilizan el “Neuromarketing, Marketing Emocional y Storytelling”. Este poder actúa en las emociones de los consumidores. Iván Redondo resume el poder propagandístico en tres principios: no infundir miedo al votante, no producirle rechazo y suscitarle ilusión o esperanza. Algo así como ir directo a las emociones, al sistema límbico, amígdala y tálamo, evitando el neocortex frontal para que el personal no piense mucho, porque primero sentimos y después pensamos (o no pensamos, que es lo que se pretende).  


En el actual capitalismo de ficción y consumo, al poder le importa más parecer que ser, la imagen que la realidad. Por eso el sistema emplea la Psicopolítica, en la que el poder no aparece como dominación u opresión, sino como sugestión y seducción que hace que los ciudadanos se sometan por sí mismos sin ser conscientes. Ciudadanos que se creen libres cuando la realidad es que el sistema sigue ejerciendo su poder. De forma sutil e inteligente, pero sigue siendo poder (esto lo explica bien el filósofo Byung-Chul Han). El conocimiento y la información son poder y el sistema no está interesado en que estén al alcance de los ciudadanos, por lo que les desinforma y les entretiene para mantenerlos ignorantes y lejos de la verdad. Y eso hace Hollywood, entretenernos con su espectáculo, su “american way of life” y su “self made man”. Lo cual no impide que el poder político en las actuales democracias occidentales esté en crisis y sea menos eficaz que el sistema chino de comunismo liberal. Parece que Montesquieu y su separación de poderes ceden ante el poder chino, ¿cuál prevalecerá?  


 ¿Y dónde está el poder actual?

En las elites globalistas, que son la nueva aristocracia, los nuevos señores feudales y los nuevos explotadores. Hoy el poder está en las grandes Empresas Tecnológicas o Big Tech (Google, Apple, Facebook, Amazon, etc), Empresas Farmacéuticas o Big Farm (Pfizer, Roche, Janssen), Fondos de inversión (BlackRock, Vanguard, etc), Empresas del Complejo Militar Industrial (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics), Banca, magnates como George Soros, Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, la familia Rockefeller, los Rotschild, etc. Estos magnates poderosos se reúnen en el Foro de Davos y club Bilderberg para ejercer su poder y darnos instrucciones de cómo debemos vivir y qué estilo de vida adoptar. Ése es el poder actual, porque el dinero que manejan es superior al PIB de muchos estados. Un poder nunca imaginado, un poder planetario mayor que el de los estados.


La vida es poder y en todos los colectivos humanos se dan dinámicas de poder: en la pareja, en la familia, en el trabajo, en los medios de comunicación, poder económico, político, judicial (lawfare), social, sexual, etc. La política es un juego de poder y la dialéctica también, porque la palabra y el lenguaje son herramientas de poder. Juegos de poder dentro de los mismos partidos, como la actual guerra entre Ayuso y Casado. Como la que hubo durante la guerra civil española dentro de la derecha entre falangistas, carlistas, alfonsinos y CEDA. Guerra de poder que terminó con el Decreto de Unificación que Franco impuso con mano de hierro (tenía claro qué es el poder).


¿Podemos ejercer el poder de forma no jerárquica y vertical sino horizontal y en redes? ¿un poder autogestionado por la gente y no ejercido por élites y grupos dominantes? ¿un poder más justo y sin corrupción? ¿un poder más humano y de base ética? 

Quizás sí. Si fuéramos seres angelicales, claro. Mientras tanto, seguiremos siendo monos egoístas con voluntad de poder. Y para cambiar esta relación de poder, éste será conquistado o negociado, porque el poder no se cede gratis y no puede haber vacío de poder. Al final, el precio del poder sería la soledad del poderoso, con lo cual la erótica del poder sería el onanismo del poder. Somos así, el poder es así. Y como decía la canción, "lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo" (aunque muchas canciones hablan de "el poder del amor", ¡qué bonito!).






Un Tipo Razonable