martes, 30 de agosto de 2016

DEL GRAN DISPARATE AL QUE ALGUNOS LLAMAN DEMOCRACIA.

No se me ocurre nada más antidemocrático que un pacto de mínimos en pos de la gobernabilidad de un país.

De la misma manera, no hay nada mejor para la democracia que un pueblo ingobernable.

Porque, en democracia, un pueblo no está para que lo gobiernen, sino para gobernarse él solito.

La democracia es el gobierno del pueblo, por y para el pueblo.

Si cinco gatos han cosechado el veintitantos por ciento de los votos electorales se creen en la legitimidad de gobernar, mal vamos.

Pero si, encima, se deciden a pactar con otros cuantos para conseguir el 50%, haciendo del ideario una ensalada imposible de digerir por el común, ya no podemos hablar de dictadura sino, simplemente, de sarcasmo, de agonía de la inteligencia, de fraude electoral y, en último extremo, de ganas subjetiva de vivir del erario.

Estos eruditos de todo y nada (que, al cabo, viene a ser lo mismo), sin ser matemáticos ni labriegos, aseveran que tenemos un problema si carecemos de gobierno; y se quedan tan panchos.

No han entendido nunca la democracia y todo apunta que no lo entenderán jamás.
Insisto, y no me quiero poner cansino: en democracia, es el pueblo el que se gobierna y si el sistema representativo no halla la manera de representar al pueblo, coño, que deje que el pueblo se gobierne por sí solo.
Lo que no puede ser es que en la comida de los imbéciles se decida el destino de un pueblo que no lo es (imbécil, quiero decir).

Está tan absolutamente degradado el conocimiento, el respeto a la inteligencia, el recto proceder, que lo mismo les da que les da lo mismo que les da igual hablar del sexo de los ángeles que del indubitable derecho a vivir decentemente del común de la gente.

Eso sí, al nasciturus lo defienden con uñas y dientes; sorprende, parece como si alguien tuviera un criadero de nasciturus como el que tiene uno de gusanos de seda.

Los derechos derivan de la vida, no del antes o el después.


Pero da igual, aquí vale todo con tal de calentar el culo en un escaño o llenar la faltriquera a costa de la canalla, que diría el ínclito Borbón Alfonso XIII el Expoliador.

No hay que fatigarse. Todavía queda mucho tiempo antes de que la gente de este país se rija por el principio de la realidad y abandone esta patética condena a subordinarse al no principio de la fantasía calenturienta.

A este país, España, le urge una cura de ingenuidad

Croniamental


sábado, 27 de agosto de 2016

EL DISPUTADO VOTO AL CIUDADANO OTEGI

Los partidos autoproclamados “constitucionalistas”, en su loca carrera hacia la independencia de lo que ellos consideran España, ninguneando y desautorizando sistemáticamente a las instituciones que la Constitución de 1978 reclama para las diferentes autonomías y nacionalidades del Estado español, defienden la incapacidad de Arnaldo  Otegi para presentarse a las próximas elecciones vascas.

Cierto es que el alto tribunal de justicia ha decretado que esto es así. Pero más allá de lo que diga la justicia, que siempre puede ser interpelada e, incluso, recusada por el poder ejecutivo o el legislativo, el poner en cuestión la candidatura de Arnaldo Otegi es una torpeza de libro, además de un ademán bastante elocuente de la escasa devoción democrática que demuestran los que tal cosa defienden.

No es cuestión de detenernos en la infinidad de situaciones semejantes a esta que, a lo largo de la historia, se han resuelto en un sentido o en otro; basta con recordar que la famosa Transición se consumó gracias a que los demócratas (hasta entonces, condenados al exilio o en las cárceles franquistas) no pusieron en cuestión la participación en la vida democrática de aquellos que fueron colaboradores directos del régimen criminal franquista.

Nadie puso la menor objeción a que Fraga Iribarne se presentara como cabeza de lista de AP o que Blas Piñar lo hiciera al frente de Fuerza Nueva.

Y no vamos a entrar ahora en los crímenes que pudieran haber cometido los unos o los otros.

Muchos son los españoles que pensamos que estamos viviendo una nueva transición y, desde luego, no la queremos peor que la anterior. Y, si queremos mejorar, lo primero que tenemos que solucionar es el modelo territorial del Estado, hacer todo lo posible para que Euskadi y Catalunya estén por la labor de seguir integrados dentro del Estado español.

Aunque solo sea por eso, Arnaldo Otegi debe presentarse como candidato de la izquierda abertzale sin ningún tipo de cortapisa.

Croniamental

martes, 23 de agosto de 2016

MARIANO RAJOY, EL LÍDER DE LA SECULAR SEQUÍA NACIONAL.

¿Qué clase de tribu es esta en la que vivimos en la que el que más más roba y miente más medra, mientras que al honrado y veraz se le considera tonto? 
España tiene un inquietante sufijo (o semantema), qué yo ya no sé muy bien que cosa es esta; los conocimientos adquiridos en mi juventud, muchos se ahogaron en este río que es el vivir (que diría Manrique) por necesidad sobrevenida, al tener yo que soltar lastre por evitar que mi pequeña nave vital naufragara bajo el peso de ser uno mismo; recto, humilde y cabal, como lo fue mi padre. 
Y no es que solo al que su padre se parece honra merece, es que intentar emular a un progenitor como el que yo tuve, es tarea de titanes. Algo de él aprendí.
Es-paña. Paña (neologismo rancio que me acabo de inventar): lugar de paños, paños sucios, paños calientes, de apaños y pañales de alta cuna, de pañuelos sudados de campesinos y pañuelos impolutos de señoritos. España es paña. Y si lo pones en europeo, donde la ñ no existe, se queda en pana. Pana de socialistas primerizos que devienen, tras largos años encaramados en el poder, en fino percal; tela fina, en seda o euros, según se hable de la misma ropa o lo que guardan sus bolsillos.
Una gran parte de los españoles entre paños calientes, otros a la sopa boba, otros de ilusiones. Pero algunos se han cansado de soñar y, como se dijo el 25M en la Puerta del Sol, “si nos robáis los sueños, no os dejaremos dormir”.
Entre marasmo y marasmo, el montaraz embustero toma aliento para (aunque sea por aburrimiento) volver a conseguir el voto, la llave de la Moncloa. 
Mariano Rajoy es el paradigma del marasmo y el politiqueo que, desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, retrataron con maestría autores de la talla de Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Mariano José de Larra, Benito Pérez Galdós, Pedro Muñoz Seca, Miguel Delibes, Antonio Buero Vallejo, Arturo Pérez Reverte, Juan José Millás,  y tantos otros… 
El eterno diletante, el funcionario cesante, el impertérrito ignorante de la indecencia, el embozado intrigante, el escapista pasmado, el licenciado vidrieras, el apóstol del conformismo, el ande yo caliente ríase la gente, el culo reciamente pegado a la poltrona, el héroe ausente, el pasmarote de la causa.
La gran virtud de Mariano Rajoy es que es atemporal, lo mismo serviría para una novela costumbrista de Miguel de Cervantes como para un ensayo novelado de la incertidumbre firmado por Juan José Millás. Su gran defecto: que, si de él dependiera, seguiríamos en el siglo XVI. 
Por él no pasa ni el tiempo ni la necesidad de la gente.

Croniamental

sábado, 20 de agosto de 2016

DEL EMÉRITO PARTIDO EMERGENTE (SUBYACENTE ) NARANJA Y OTROS RELATOS DE LA ERA POP.

Llamar era pop a la vivida entre las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado es un exceso, si lo comparamos con hoy (por aquellos años, nadie cazaba pokemon con smartphones ni, muchísimo menos, se calzaba condones de colores y diversos sabores). 
Andy Warhol, a la fecha de hoy, resultaría casi un neoclásico.

Si hay algo que identifique lo pop es lo ciudadano (en el sentido naranja del término). 

Ese buen rollito que lo mismo te da, que te da lo mismo, pactar con los ricos que con los pobres. El objetivo es pactar de colores, de colores son todas las flores en la primavera...

A mí lo de partido bisagra siempre me ha sonado mal. La bisagra es un conjunto de chapitas y tornillos que hace que las puertas se cierren y abran a voluntad del usuario (customer, para entendernos en la aldea global). 
Y no, un partido que puede equilibrar la balanza del poder en un sentido u otro no es una bisagra; en términos castizos, es un arrimao.

Y el partido de Albert Rivera es un arrimao pop. Cosa que liga espléndidamente con la salsa neoliberal, dando poesía a la banca, resplandor a la miseria y policromía pastelera a la democracia.

El caso es que, partiendo de ser un contrapeso al independentismo en Catalunya, Ciudadanos se ha revelado como el ketchup subyacente al propio sistema oligárquico (o plutocrático, que no sé yo) derivado de los Pactos de la Moncloa, la hamburguesa con cebollinos elaborada en la plancha de la emergente-subyacente economía comunitaria europea, al amor del fuego de la CIA y entre dos panes globalizadores-expropiadores.

Así las cosas, Ciudadanos logró una acuerdo cerrado con el PSOE, que fracasó en lo tocante a llevar a Pedro Sánchez a la Moncloa, pero que triunfó a la hora de expulsar a Podemos del tablero político, en términos de gobierno. 

Siguiendo la misma estrategia de hacer que hace para procurar un gobierno al país sin hacer nada, pacta con el PP un acuerdo cerrado al que, en esta ocasión invita a su antiguo socio (el PSOE) para, a su vez, apartarlo de toda opción para formar gobierno,

El partido de Albert Rivera trata al resto de los partidos como Guillermina Motta a los hombres: 

“Yo es que en amores soy muy ligera, trato a los hombres como si fueran ropa interior”. 

Por consiguiente, que diría el otrora dirigente del PSOE y hoy paradigma del neoliberalismo, la pregunta es: 

“¿Pedro Sánchez se va a ofrecer a Albert Rivera como ropa interior?”.

Croniamental

martes, 16 de agosto de 2016

DESTROCÉ MIS NAÚTICOS EN UN RATO TRABAJANDO EN EL CAMPO

Pues eres gilipollas, Pablo Casado. Y si fueras a pintar la mona en Galicia cogiendo percebes, pues también se te joderían los náuticos, a pesar de que aquel pijo calzado tiene más que ver con la mar salada que con la tierra pura y dura.

Qué diferencia entre el Pablo Casado nacido entre algodones y Diego Cañamero que sí, se ha pasado la vida trabajando la tierra y no se pone a hacer el chotas haciendo que hace sin hacer nada.

 A Diego no se le estropearían los náuticos. En primer lugar, porque de esa gilipollez no usa y, en segundo lugar, porque sí calza el calzado adecuado para ir al Congreso de los Diputados, como diputado que es.

Hay una cosa que se llama dignidad. Pablo Casado nos ha demostrado, en un pispás, que carece de ella. 

Si, al menos, se hubiera calzado el calzado adecuado para trabajar la tierra, nos habría apartado de la mente la idea del señorito insoportable secular nacional-católico que él representa y del que el mismo Pérez Galdós estaba hasta la punta del pelo.

Pero no, muy al contrario, Pablo Casado ha puesto en internet sus náuticos sucios. Qué gran sacrificio. 

Ahora, eso sí, lo del diputado Diego Cañamero es pura demagogia.
Pues, sinceramente, ¿qué quieren que les diga?  Copiando a mi añorado Labordeta: ¡¡Váyanse a la mierda, señores del PP!! (lo de señores es una licencia literaria que me he permitido y que espero que los verdaderos señores, como Diego Cañamero, me perdonen).

Y no tengo más que decir, porque este verano se me está haciendo demasiado caluroso, largo y aburrido. Bueno, sí, que los obispos se vayan a la mierda.

Croniamental

viernes, 12 de agosto de 2016

CONTRA LA ANGUSTIA VITAL: RAFA NADAL

Hace décadas que no oigo la expresión que, sin embargo, en tiempos resumía la acerba experiencia del vivir a sabiendas que ibas a dejarlo de hacerlo un día u otro: la angustia vital. 

Uno claudicaba de su mismidad o de la de los vecinos por angustia vital. 
Dejaba a al novia, los estudios, la empresa, los hijos, a su misma madre, por angustia vital.

 En cambio, la angustia vital le hacía fiel al alcohol, a las drogas, a la promiscuidad (con el concurso de los demás o sus propias manos).

Yo ya no me atrevo a hablar de angustia vital, porque cualquier sieso me podría maldecir o acusarme de anacrónico (y yo, sinceramente, con Ana, nunca he sido crónico, alterno toda la vez).

 Pero tengo que reconocer que el PP, el PSOE y Ciudadanos me causan angustia vital. Porque me quieren convencer e imponer el sentido común menos común de todos los sentidos: que uno ha de aguantar la angustia vital que es vital para el Estado.

Seguir observando a estos canguros del hijo del diablo me deja hecho añicos, necesito mirar los ojos de otra gente.

 No quiero ponerme espeso ni cursi, ni mamarracho ni grotesco. 

No me voy a explicar, pero Rafa Nadal me da vidilla, ese hombre merece la pena (y la alegría). Podría hablar de la humildad, del pundonor, de la honorabilidad, pero no, prefiero que cada cual juzgue lo que estime conveniente. 

Para mí, no tiene nada que ver el careto lamentable del hipócrita con ese aire de vida que traslada en cada uno de sus actos el tenista.

Con un poco de guasa, pero con cierto acojono: contra la angustia vital, Rafa Nadal.

Croniamental

domingo, 7 de agosto de 2016

DEL BLOQUE CONSTITUCIONALISTA Y OTRAS CANSINAS INVENCIONES

Parece ser que el nudo gordiano que impide formar gobierno en nuestro país es el frentismo político que históricamente ha dividido a los españoles; en esta ocasión, dos bloques irreconciliables enfrentados por la manera de entender la Constitución de 1978: los constitucionalistas y los otros (populistas e independentistas).

El caso es que no existe ninguna autoridad política o jurídica que haya emitido un dictamen objetivo sobre quién es constitucionalista y quién no lo es. Es, simplemente, una identidad creada desde la subjetividad de unos basada en un juicio de parte; por consiguiente, muy discutible.

Pero, en primer lugar, lo que habría que determinar es qué cosa es ser constitucionalista. En lo tocante al tema que nos ocupa, la RAE define al constitucionalista como a todo aquel que defiende la Constitución vigente en el Estado. Y, si profundizamos un poco más, constitucionalista sería el partidario del constitucionalismo: “un complejo de ideas, actitudes y pautas de comportamiento que establecen el principio de que la autoridad del gobierno deriva y está limitada por la parte principal de una ley fundamental”.

En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada en la Asamblea Nacional Constituyente de Francia el 28 de agosto de 1789 se afirma: “Una sociedad en la que la garantía de los Derechos no está asegurada, ni la separación de los Poderes determinada, no tiene Constitución”.

El PP, el PSOE y Ciudadanos se proclaman constitucionalistas y, no solo eso, además afirman que son los únicos partidos constitucionalistas del país. 
Es un juicio de parte, evidentemente, subjetivo, excluyente y sin ningún tipo de fundamento que lo acredite. 

Es cierto que los tres partidos defienden, de palabra, la Constitución; pero no son los únicos, todos los demás también. Y, por otra parte, si nos atenemos a la praxis política que durante los últimos cuarenta años han desarrollado el PP y el PSOE, desde sus diferentes gobiernos, encontramos claras evidencias de graves incumplimientos de buena parte del articulado de la Constitución, y tampoco se nos escapa que la garantía de los Derechos nunca ha estado suficientemente garantizada, así como que la separación de los Poderes, bajo los gobiernos del PP y PSOE, es algo que pertenece al mundo de las entelequias.

Así que podríamos admitir que PP y PSOE pueden ser constitucionalistas de espíritu, pero tremendamente negligentes a la hora de poner en valor lo sustantivo y sustancial de la Constitución. 

En cualquier caso, carecen de autoridad para atribuirse la exclusividad del constitucionalismo frente a, por ejemplo, Podemos, partido político que, hasta el presente, ha sido escrupuloso cumplidor de la Constitución y el más inequívoco defensor de la misma, al menos, en sus artículos más garantistas de los Derechos del hombre y del ciudadano. 

De hecho, Podemos es tan riguroso en el cumplimiento de la Constitución que, por un lado, está a favor del referéndum en Catalunya previa reforma de la Ley y, por otro lado, también defiende una revisión más amplia de la Constitución para hacerla más democrática y adecuada al tiempo en el que vivimos.

En conclusión, podemos afirmar que el bloque constitucionalista es una falacia y el nudo gordiano que ello representa para la posible gobernabilidad del país, una estupidez.

Croniamental

sábado, 6 de agosto de 2016

TANTO VA EL CÁNTARO A LA FUENTE

Ya no va la Sinda, leré, ya no va a la fuente, leré, ya no va la Sinda, ya no se divierte, leré. 

Eso dice la famosa jota calagurritana. Y parece ser que, por lo que pronostica el personal más lenguaraz y facundo de este país, los españoles somos la Sinda; vamos que, aunque Calahorra Calahorra, Calahorra es Washington, tiene obispo y to la hostia, casa putas y frontón, si nos convocan por tercera vez a las urnas, ya no nos divierte, y decimos que vaya su colipoterra madre a votar, que lo mismo me da que me da lo mismo.

Pero no, los votantes del PP no son la Sinda y, aunque la democracia se las trae al pairo, ellos, cuantas más veces son convocados, más acuden a las urnas. 

La Sinda somos los escépticos, la inmensa mayoría del pueblo soberano, que en muy escasas ocasiones hemos visto que la política sirva a la función por la que se supone que nació, es decir, para salvarnos de la ley de la selva y servir de contrapoder al poder económico; para defender, en definitiva, los derechos del currante y sus familiares más dependientes o desfavorecidos frente a los enormes abusos de los ricos.

Surge una fuerza política que parece venir del soberano pueblo y, en pocos meses, ya se la despachan a gusto tirios y troyanos, conocedores de que la mayoría de los soberanos ciudadanos somos la Sinda. 

Y el cántaro de la Sinda es frágil e ingenuo, cual alma de cántaro.

Así que, neutralizado el único referente político que pareció ser pueblo, los adalides del sistema saben que en unas terceras elecciones el cántaro de la Sinda se descuajeringará y los hijos de Franco, nietos de Gil Robles, bisnietos de Cánovas del Castillo, tataranietos de Fernando VII, choznos de Florida Blanca, trastataranietos de Felipe V..., nos seguirán gobernando. 

Y el soberano pueblo se dice, como la tonadilla, “el PP podre me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente: el PP podre me quiere gobernar”.

Hoy, en España, un buen negocio: el desodorante.

Croniamental