jueves, 25 de enero de 2018

LA ARROGANCIA RACIONAL

En algún momento de nuestra era contemporánea los hombres confundimos la supremacía de la Razón con la arrogancia racional. Que la Razón sea el instrumento de conocimiento, no significa que todo pueda ser conocido. El conocimiento racional tiene sus limitaciones, por ello es hasta cierto punto lógico que lo desconocido más allá de estos límites se pretenda conocer mediante instrumentos irracionales, aún en pleno siglo XXI. Lo que no invalida a la Razón.

Pero muchos pensaron que sí. La Razón lo podía todo, o no podía nada. La escuela de economía neoclásica de finales de siglo XIX cayó en este tremendo error. Todo comportamiento humano obedecía a un modelo matemático, y si no se ajustaba al modelo, entonces el error estaba en el método de análisis, en los números. La arrogancia neoclásica falló no por traicionar a la Razón, sino por darle a la Razón el poder absoluto de explicar toda conducta humana. Y si no era capaz de explicarla, el economista había errado.

Las ideologías políticas contemporáneas son otro producto de la Razón, y en gran medida de su arrogancia. La sociedad podía ser ordenada de acuerdo a planteamientos puramente racionales, y ese ordenamiento debía ser el mejor de los posibles, incluso el mejor de los imaginables. Y en efecto el método racional demostró que podía ordenar una sociedad de forma más justa y deseable para todos que un método irracional.

Ocurrió que desde muy pronto nos sentimos decepcionados. Los fallos eran producto de la irracionalidad, de los recalcitrantes enemigos de la Razón siempre presentes, siempre al acecho saboteando, retardando, reaccionando. Se poseía todo el conocimiento necesario para acabar de ordenar las cosas según se habían racionalizado, pero nunca se llegaba al estado planeado. Nunca o pocas veces la reflexión política racional llegó a la conclusión que todavía estábamos lejos de poseer todo el conocimiento, siquiera quizá una pequeña fracción del mismo.


Y con la decepción llegó el renacimiento de lo irracional. Si la Razón no lo puede todo, entonces recurramos a la sinrazón para completar el cuadro. Si los economistas neoclásicos no pueden explicar las crisis con sus complejos modelos matemáticos, entonces reneguemos de la economía como Ciencia. Si el liberalismo o el socialismo no pueden ordenar la sociedad de acuerdo a principios teóricos, entonces tiremos a la basura estos principios. Extraña paradoja, que la arrogancia racional reabriera la puerta a la superstición, por entender que su propia supremacía equivalía a ser Dios. O quizá es que yo entendí mal cuando Francisco de Goya dijo aquello de “el sueño de la Razón produce monstruos”.

Mickdos

lunes, 22 de enero de 2018

DÍ LO QUE HACES, Y HAZ LO QUE DICES



Es el principio de calidad. Se usa en la empresa, principalmente, a través de sistemas de implementación de parámetros de calidad en la gestión, tanto a nivel comercial, como logístico, gerencial, publicitarios, en márketing, o de empleados, entre otros aspectos de la empresa.

Pues bien, ¿sería prudente, necesario o útil, el hecho de realizar el mismo nivel de exigencia en la política? Yo creo que sí, y además de prudente, útil o necesario, sería en estos momentos, urgente. Es necesario que en la gestión de la política sea exigible que existan niveles de calidad contrastables para conseguir que la política sea algo más serio de lo que es ahora mismo. Que sea algo garantista, que tenga contenidos y que ofrezca confianza y tranquilidad a la hora de ir a votar, así como incentivo a la hora de que la gente participe más motivada a la hora de acudir a urnas y a la hora de colaborar a que todo sea más fácil, transparente, efectivo y de garantías democráticas.



Exigir calidad en la política, debería ser algo que partiera de la voluntad popular, de la ciudadanía. Considero que deberíamos ser más exigentes con nuestros políticos, y exigirles que sean más serios y responsables, así como que cumplan con el papel para el que en un principio están destinados, que no es otra cosa que el servicio a las personas, al pueblo.



Consentir, dar por válido, asumir, que los políticos hagan y digan mentiras, deberíamos desterrarlo, y para ello, no solo está nuestra exigencia hacia el respeto que nos merecemos, sino que también está en ser más contundentes a la hora de desechar a todo aquel que se prodigue en promesas o en grandilocuencias, con el único ánimo de ganarse la voluntad popular para poder alcanzar el poder con suma facilidad, para a continuación hacer todo lo contrario e incumplir sus promesas electorales. Para conseguir eso, nada mejor que utilizar unos filtros que no son otros que la calidad en la formación y promoción de los políticos que regirán los destinos de nuestro país.
Pero los diferentes índices de calidad, no sólo están es su elección, sino que también habría que aplicarlo a la gestión, y cuando el político, o los políticos, no tienen un comportamiento acorde a determinados y concretos parámetros de calidad, se debe exigir su inmediata dimisión. Es más, creo que deberíamos alcanzar un nivel de calidad de cota total, y cuando un político, o un Gobierno, no cumplen, deberían ser ellos, de motu proprio, los que presentarían su inmediata dimisión.
Sé que en las circunstancias actuales esto suena a ciencia ficción, pero si sabemos poner los pies en el suelo, lo que menciono, en cuanto a la exigencia de sistemas de calidad en la política, es lo más esencial, es lo mínimo que se debe hacer y es, además, urgente, sobre todo porque en la actual gestión política que estamos padeciendo, no parece que haya otra opción que la tragedia, tanto a nivel social como empresarial o político. La cota tan alta de mediocridad, y principalmente del saqueo, que ha alcanzado la clase política, ante la enorme facilidad con que alcanzan el poder, y la otra monumental facilidad con que gobiernan, incumpliendo todas y cada una de sus promesas electorales, nos está llevando a situaciones que no serán nada halagüeñas para nuestra tranquilidad y nuestras ansias por vivir en paz y en democracia.
Así que, señores políticos, hágannos un favor. DIGÁN QUÉ VAN A HACER, Y HÁGANLO.
Solo la calidad y la exigencia en sistemas de calidad, nos traerá Democracia, Justicia, Libertad, Derechos y Riqueza justamente repartida. Lo contrario, será la hecatombe, la desgracia, la tragedia y el infierno a todos los niveles.
Podríamos decir que queremos política de calidad, y calidad en la política.



Tititokokoki

miércoles, 17 de enero de 2018

UNA MONUMENTAL ESTAFA




Y no es solo aquí, España, en donde se produce. Es a nivel mundial, pero el mal de mucho, no es consuelo para nadie, salvo para los tontos. 

Y por algún lugar habría que empezar. Igual que en otras ocasiones históricas, hubo un lugar en el que se plantó una semilla que afectó en algún cambio al resto del mundo, bien podría suceder que en España ocurriera algo que sirviera al resto del planeta, sobre todo al mundo mal llamado moderno, de ejemplo para que algún cambio se produjera para bien de la humanidad. ¿Por qué no?

Porque esto que vivimos, es una monumental estafa. Podríamos hablar de Godman Sachs, de Lehman Brothers, de JP Morgan, del Santander, del Bankia de Rato, del Mercado que no es saqueo, que es Mercado, de Perico de los Palotes, de Florentino, o del Ciudadanos de Aznar y Felipe. Podríamos hablar de la corrupción, de paraísos fiscales, de estafas bancarias, de rescates de los estafadores, o de la esclavitud. Podríamos hablar de la mentira que se institucionalizó, de promesas que no se cumplen, o de leyes que nos hacen retroceder a años que ya creíamos pasados y superados. ¡Claro que podríamos hablar de muchas cosas! Pero hay una que me corroe especialmente, y que creo que es la raíz de todos los males, de todas las tragedias por venir, de la hecatombe anunciada por activa y por pasiva. Y es la asquerosa y repugnante mediocridad política, que se transforma en mediocridad y estupidez social. Ahí tengo verdadera obsesión, y también tengo la sensación de que si la mitad del planeta, o la mitad de España, se dieran cuenta de la magnitud del problema, y de su maligna trascendencia, las cosas cambiarían como cambia la noche al día, y al revés también. Y es la desagradable sensación de que nos toman por idiotas, y la otra desagradable sensación de que somos realmente idiotas. O gilipollas.


Porque las cosas podrían ser más sencillas. Podrían ser más benignas, a poco que existiera mayor cordura, más énfasis en la reclamación y en la protesta, más sentido común y menos carreras por alcanzar metas imposibles. Que hubiera más espíritu crítico-constructivo y que la capacidad de análisis fuera modo de vida para tratar de conseguir que nos sigan llamando idiotas a la cara, o a que nos tomen por estúpidos, y también nos lo digan a la cara.

¿Acaso no sería bueno, que las personas de a pie no nos tuviéramos que preocupar de lo que hacen los políticos, porque tendríamos la certeza de que lo hacen bien, en lugar de haber alcanzado un nivel de desafección tan grande, que permite que los políticos lo hagan mal porque los ciudadanos estamos aburridos de hablar de política, porque ellos, los políticos, nos aburren y nos tratan de alejar del asunto político para que ellos, los políticos, puedan hacer a sus anchas, porque saben que no nos vamos a preocupar, porque estamos aburridos y cansados ante tanta prepotencia y tanto abuso de poder? 

¿No sería mejor que no tuviéramos que hablar de política porque las cosas son normales, en lugar de estar indignados todos los días, porque las cosas no son normales? O lo que es mejor, ¿no sería mejor descubrir la estafa y denunciar a esta clase política que lo único que hace es tratar de aburrirnos para que no hablemos de política, y para que puedan hacer a sus anchas?

Hemos llegado al punto en el que hablar de política es aburrido, es cansino. Pero lo peor es que, si hablamos de política, es porque los políticos lo hacen mal, por lo que podemos concluir en que, de lo que se trata, es de que  no hablemos de política, porque de esa manera ellos tienen mayor campo y más anchura en el horizonte. ¿No sería mejor que los políticos hicieran las cosas bien, que no tuviéramos que preocuparnos de ellos, que lleváramos una vida normal y tranquila, y que no estuviéramos todo el día pensando en la monumental estafa de la que estamos siendo víctimas constantemente? ¿Y no sería mejor que lo políticos tuvieran que hacer las cosas bien porque saben que si no las hacen se lo reclamaremos?

Pues, en mi opinión, esa es la monumental estafa, y debemos ponerle freno, obligando a los políticos a hacer bien las cosas, para que no tengamos que hablar de política todo el día. Si las cosas son así, no habrá lugar a más, ni a mayores estafas. Esa es la raíz. Hay que erradicarla.



Tititokokoki

sábado, 13 de enero de 2018

EL PROGRESO DESLEAL




El progreso actual es infiel, cornudo, desleal y totalmente injusto, desproporcionado, altamente insocial y patéticamente antidemocrático.

¿Se le puede llamar progreso a que unos cuantos, que no significan precisamente mayorías, obtengan más y mayores beneficios, a costa de unos cuantos, estos sí mayorías, esclavizadas, en precario y en desigualdad de oportunidades? ¿Es a eso a lo que se le llama progreso? Porque si es así, España ha progresado lo que no está en los escritos y es líder mundial en progreso.

¿Se le llama progreso a coartar libertades, a retroceder en Democracia, a recortar derechos, a implantar leyes represoras, o a favorecer a unos pocos a base de decretos malsanos, impuestos a golpe de mentira electoral, o al dictado de las élites económicas, empresariales o partidistas?

¿A qué le llamamos progreso? ¿A la censura informativa, por ejemplo? ¿A la desinformación sistemática? Le llaman progreso a que la sociedad sea cada día más aborregada, a que esté dividida y enfrentada, a que pierda valores cada minuto que pasa, o a que considere progreso el hecho de que las oligarquías le rebocen por las narices lo bien que les va, mientras que a los que miran las pasan canutas. Quizá le llamen progreso a ponerle impuestos al sol, a que los políticos se aferren al poder cuando deberían haber dimitido doscientas veces, o a que estemos en la era de admitir que los políticos mientan, que sean corruptos, o que maltraten a las personas desde sus poltronas de poder. A lo mejor le llaman progreso a convivir con desigualdades, a adherirnos a una vida nada saludable, a que el planeta se esté yendo al carallo, o a que no se haga nada en contra de los paraísos fiscales, más allá de grandilocuencias, de listados inanes, utilizados a la conveniencia de unos, o de vagas intenciones para parecer que hacen.




El progreso actual no es ni se parece a un progreso en toda su extensión de la palabra, tal como la conocemos. Por ejemplo, a nivel individual: “Mejora o avance que experimenta una persona o una cosa hacia un estado mejor, más avanzado o más desarrollado”. O a nivel colectivo: “Desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económico, social, moral, científico, cultural, etc”.

Así que, cuando se use la palabra progreso, para definir el estado actual de cosas, lo que deben de hacer aquellos que propagan esta publicidad tan obscena, será usar mejor los antónimos para darle la correcta definición a lo que ocurre en la actualidad en España. Por ejemplo, retroceso, involución, empeoramiento.

Todo lo contario, será mentir. Y lo que será peor, es que se le dará pábulo a este estado de cosas que, de seguir así, tan solo tendrá una meta: la hecatombe.

¿O es que le llaman progreso a que el mundo llamado “moderno” no solo permita la pobreza en su seno, sino que también la promociona en el mundo llamado “no moderno” o tercer mundo? ¿Es a eso a lo que le llaman progreso?





Tititokokoki

martes, 9 de enero de 2018

EL CONOCIMIENTO NOS HARÁ LIBRES. SÓCRATES





¿Seguro? El conocimiento en un valor en sí mismo, pero dependerá de cómo se use, cuándo se use y para qué se use. Incluso depende de contra quién se use. En ocasiones el conocimiento es motivo de cárcel, de sacrificio público o de escarnio y escarmiento para otros. Es motivo de rupturas o de desencuentros. De envidias o de revanchas. Normalmente el conocimiento es utopía, es teoría o es revolución para los que pretenden que se siga en la ignorancia y en la estulticia. Extremismo o radicalidad para otros. El conocimiento es tabú, es prohibitivo a ojos de los que intentan mantener a la gente en el desconocimiento, en la desinformación o en la incultura.

A lo largo de la historia, y en los días que corren más, el conocimiento fue, y es, maltratado por los que no quieren que se alcance mucho conocimiento. La censura, la desinformación, cunden, para desgracia de aquellos y aquellas que conocen y que quieren conocer más. 

En la era de la tecnología, el conocimiento es apariencia, es creer que sabes cuando realmente no sabes. En la era de tanta apariencia de información, que también aparenta que se puede alcanzar más y mayor conocimiento, es justo al revés, pues las élites que lo manejan todo, se encargan de crear ese clima de satisfacción por creer que se sabe mucho, que se tiene conocimiento, cuando la realidad es que estamos llenos de confusión, en lugar de contener conocimientos. Que se lo digan a los medios de comunicación, por ejemplo, principales correas de transmisión de la ignorancia y el desconocimiento. Se dice que por conocer te dan un título, pero hay mucha gente que se cree que porque tienen un título ya tienen conocimientos. Y el conocimiento da un título, pero un título no siempre da conocimientos. 

Por otro lado, alguien dijo alguna vez “la verdad os hará libres”. Fue, según dicen, Jesucristo. Pues bien, conviene no confundir, pues esa verdad a la que se refieren algunos aún a día de hoy, no se debe confundir con el conocimiento. Ni siquiera con la razón. 






Y siempre habrá alguien que pondrá las cosas en su sitio para conocimiento del resto. Pero a veces, ni así. Aún hay mucha gente que prefiere vivir en la ignorancia, con una venda en los ojos, y unos tapones en la nariz, además de otros en los oídos. 

Es hoy el día en el que el conocimiento se usa para hacer daño, lo utilizan las élites para ir por delante, o los delincuentes para delinquir más y mejor. Y en esos delincuentes, y esas élites, nos encontraremos con varias clases de ellos. Los políticos, los empresarios y el capital, además de los neoliberales y algunos semovientes listos. Hoy día quien tiene el conocimiento lo usará para mantener en la ignorancia a los demás. O sea, que el conocimiento nos hará libres, pero si está de nuestro lado, porque cuando ese conocimiento está en manos depravadas, entonces ese conocimiento es vil, cruel y canalla. Hagámonos amigos del conocimiento, y aquellos que lo usan para alejarnos de él, ya no lo tendrán tan fácil, y entonces sí que seremos libres.





Tititokokoki