domingo, 29 de julio de 2018

PARA ELLOS, TODO EL MONTE ES ORÉGANO


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Y es oro, todo lo que les reluce.

Los políticos lo tiene demasiado fácil, y cuando el refrán que dice, “no todo el monte es orégano”, cuando se refiere a la dificultad que entraña la vida, parece ser que para ellos es todo al revés, y todo el monte es de maleza baja, exento de dificultades y de obstáculos.

Para el resto, no todo es tan fácil. Incluso tenemos carencias y necesidades. Carencias provocadas por quienes usurpan todo a golpe de decreto, y necesidades que surgen de los recortes y la austeridad que cargan sobre nuestras espaldas y que nos hacen la vida muy, y más, cuesta arriba.

Para muchos, el árbol no  les deja ver el  monte. Otros muchos viven permanentemente de espaldas, pues no quieren ver el bosque, no quieren ver el árbol que no les dejaría ver el bosque, y prefieren pensar que todo el monte es orégano, tal como les dicen los que les mandan y les dirigen. Es la estulticia más atroz jamás conocida por el ser humano, es la necedad al más alto nivel, es la irresponsabilidad de los que se creen que van en la buena dirección, pero que su creencia la sustentan con distracciones que ponen ahí para su uso y disfrute sin que se note que está puesto ahí para que tengan entretenimiento y se les deje hacer en paz.

Lo tienen fácil, muy fácil. Tanto, que hasta se permiten el lujo de hacer lo que se les venga en su real gana, lo que se les ponga en los cojones, y algún que otro capricho más. Liso y llano, monte bajo y libre albedrío.
Y si alguna maleza les estorba, ahí estarán prestos los semovientes de turno para darle golpe de mandoble y quitar las ramas que molestan al señor feudal, al puto amo del cortijo, al mandamás de traje y corbata, al gerifalte de estandarte y su acompañante de mantilla.

Y ya llevan muchos años mostrándose tal como se muestran a día de hoy. Antes lo hacían con cierto disimulo, hoy ya van a cara descubierta. Se presentan así, tal como, sin tapujo alguno, sin pudor, sin miedo al que dirán, y sin temor a ser rechazados. Saben que serán bien acogidos. Ya tienen la frase preparada y ensayada en los despachos de sus asesores de imagen. Ahora tan solo hace falta que los de afuera les pongan el micrófono delante, le enfoquen la cámara, y les hagan la pregunta que previamente fue pactada.

A partir de  aquí, comenzó la contaminación, el embobamiento, la parálisis cerebral de los que les escuchan, y la estupidez acaba de subir un nuevo peldaño hacia una estupidez mayor. Incluso diría que esa estupidez ya llega a niveles de aberración, de perversión y de vicio acumulado del que se es incapaz de desprender, pues ya les causó la dependencia y la adicción que precisaban quienes les metieron en vena, y en el cerebro, la mediocridad más espantosa y aterradora, sin que se dieran cuenta de la magnitud del problema que soportan.

A la clase política y poderosa todo les vale, y todo les funciona. Nunca se les rompe el cántaro, por mucho que lo lleven a la fuente. Siempre regresan con él lleno. Y cuando la gota rebosó el cántaro y se les descubrió su tropelía, utilizan como nadie lo de “pelillos a la mar”, y mantienen el botijo entero, lleno y vuelta a la fuente sin que se les rompa.
No tienen le más mínimo escrúpulo, carecen del sentido de la vergüenza, y les importa una higa.

Para ellos siempre está el río revuelto. Ellos mismos lo revuelven para que ganen como pescadores que son. Y si aquel pescador no supo sacar beneficio de río revuelto, pasan a la siguiente acción para poner continuar con sus planes, o sea, a rey muerto, rey puesto. El siguiente.
Mientras los demás, le ponemos buena cara al mal tiempo, para que ellos siguen rompiendo saco tras saco con su avaricia, su codicia y su desmesurada ambición, sin que pase nada y sin que tengan el más mínimo estorbo. Y si necesitan recursos, van al chocolate del loro, recortando en los demás, para que ellos tengan para seguir viviendo a cuerpo de rey.

Cortinas de humo para distraer y para entretener, y si no queremos eso, siete tazas entonces, a golpe de censura y de represión, para que vayamos aprendiendo que poco o nada tenemos que hacer ante su poderío y su dominio. Nos advierten de que en boca cerrada no entran moscas, a la vez que a ellos no les repercute en nada lo de “por la boca muere el pez”, pues pueden decir lo que se les ponga en sus gónadas que nada les pasará, porque nadie quiere que le entren moscas en la boca.

Invitan a arrimarse a su buen árbol, pues aseguran que su sombra cobijará a cuantos se quieran arrimar, pero advierten que son ellos los que cortan el bacalao, y a los que se arriman les dan gato por liebre sin que ni siquiera se enteren. Y si se enteran, les dará igual. Y tragan, a la espera de ver si al final todo el monte se convirtió en orégano. Pero eso sí, sin mirar, no vaya a ser que, si se dan la vuelta, se topen con la realidad. Prefieren unas buenas tortas a falta de pan, y no quieren saber nada de “el que la sigue, la consigue”, pues eso les supone exponerse a malestares y a molestias que no consideran que sean la solución a sus problemas, ni que les libere del mal.

Así las cosas, se ve que nunca lo tuvieron tan fácil los poderosos. Tan solo se trata de dar pequeñas porciones para mantener al personal distraído, entretenido y recreado en su estulticia y su estupidez permanente, con visos de ser heredado por sus descendientes, y de perpetuar la especie.
No obstante, aún hay gente que cree que ellos, los poderosos,  están sembrando vientos, y que se acabarán por recoger tempestades. Y con el revuelo de una tempestad, con la fuerza del ciclón que se está creando, el orégano se marchitará y al final los árboles se caerán, dejando así que muchos empiecen a ver el bosque, empiecen a ver que el horizonte está despejado, y que hay un más allá que es preciso alcanzar.

Y si eso llega algún día, se les devolverán la tazas por cientos, y el botijo, el cántaro se les acabará por romper, y ya no podrán volver a la fuente a recoger el líquido de sus zafiedades, el fruto de sus indecencias, el producto de sus vulgaridades.
Otro mundo mejor es posible. Sí, se puede. Tan solo hay que segar, y romper cántaros.

Tititokokoki