miércoles, 18 de julio de 2018
MISMOS PERROS, DISTINTO COLLAR
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¿A que suena a frase ya demasiado manida? Pues ahí está la cuestión, en la rutina y la naturalidad con que vemos las cosas. Es decir, que llegaremos a la total y absoluta normalidad cuando digamos aquello de “la misma mierda son”, y lo repitamos unas cuantas veces más. A partir de ahí, todo pasará a formar parte de nuestras vidas, con total naturalidad. Ya lo sabremos, ya estará asumido, y ya pasará a ser el modo de vida que tengamos que soportar.
Tranquilos, ya estamos a punto. Tan solo hace falta que lo repitamos unas pocas veces más, y ya habremos alcanzado la normalidad. Tranquilos, que todo llega.
¿Cómo es posible que un Presidente de un Gobierno no conozca la Lista de Morosos Defraudadores de Hacienda, que se beneficiaron de una Amnistía Fiscal Inconstitucional, por lo tanto ilegal?
¿Quién se cree semejante patraña?
Si es verdad que la desconoce, porque esta no existe, no se es capaz de encontrarla por algún lado, ¿no sería lógico exigírsela a aquellos que en su día la tuvieron en su poder? Y si se niegan, o sencillamente alegan que la han perdido, o que no la encuentran, ¿no es lógico también que se les reclame judicialmente y que a la vez se les exija sanciones penales?
Si yo fuera el Partido Popular, les pondría una moción de censura a los del PSOE por falsear, por engañar, por delinquir y por esconder información vital y de derecho a los españoles. Y eso no va a suceder, y creo que ya sabéis por qué.
Son perros que se turnan en la acera de enfrente para ladrar a los de la acera del otro lado. Se turnan en demostrar cada día que son perros ladradores, por lo tanto, poco o nada mordedores. Son ladridos que anuncian más promesas incumplidas, son ladridos que denotan mentira anunciada y repetida. Son ladridos de engaño y trile, de tomadura de pelo y de vacile al más alto nivel de obscenidad, de humillación y de logro a la hora de reírse de todos delante de las narices de todos.
Y lo hacen ya con total naturalidad, con una facilidad que acojona, con una permisividad que asusta. No se acaba de entender que estén tan a cara descubierta. Se muestran sin tapujo y sin pudor. Ya no se esconden a la hora de mostrar que van a seguir haciendo las cosas igual que antaño, igual que ayer, anunciando descaradamente que mañana van a hacer lo mismo, y que seguirán así porque saben que nadie les va a frenar. Nadie les va a poner impedimento alguno a modo de palos en las ruedas o de freno con ABS a las cuatro ruedas. Pisan el acelerador porque no habrá nadie que les tire del freno de mano y les haga derrapar o les haga caerse por el barranco, o les provoque el choque con el árbol y les haga parar.
Nadie lo va a hacer, y lo saben, por eso siguen con el pedal a fondo y sin mirar ni siquiera por el retrovisor. Nadie les sigue para detenerlos, nadie les persigue para denunciarlos en la próxima comisaría o en el siguiente juzgado de guardia. Nadie. Por no inmutarse, tampoco lo hacen por temor a ser alcanzados por el radar que les pilló con exceso de velocidad. Tampoco les parará nadie para hacerles pruebas de alcohol o de sustancias psicotrópicas. Nadie.
Estos perros están continuamente amenazando sobre le caos, sobre la hecatombe, si no se les sigue al pie de la letra sus ladridos. Amenazan continuamente para garantizarse el miedo en los demás, para tener absoluta vía libre, ante el temor a un mordisco.
Tienen el carnet de conducir que se les aprobó en urnas, tienen el visado que se les dio cuando se les permitió que llegaran a este nivel de zafiedad. Disponen de todos los permisos para ladrar y para conducir como les salga de los cojones.
Ya tenemos colocado permanentemente el cartel de “OJO, PERRO PELIGROSO” y no nos atrevemos a saltar la valla para a continuación asaltar el cortijo protegido por esos perros rabiosos que amenazan con destrozarlo todo si nos atrevemos a entrar. Ahora solo les falta poner el otro cartel de “PROPIEDAD PRIVADA, PROHIBIDO EL PASO”, porque el cortijo ya pasó a ser de ellos de manera permanente.
Las vías ya son de uso privado, exclusivo, y en ellas van a su libre albedrío, a su antojo, y a su puta bola, porque ya llegaron a la conclusión de que todo les pertenece y de que pueden hacer lo que se les ponga en los huevos, o en los ovarios. Ahora ya solo nos queda custodiarle sus yates, limpiarles sus haciendas, arreglarles sus jardines y recogerles sus excrementos. Ya solo nos falta eso.
Bueno, y proporcionarles un buen masaje, con final feliz.
Tititokokoki