VISTALEGRE II (EL RETRATO DE DORIAN GRAY)

Hay personas que se gustan tanto que no se besan porque no se llegan. Es la maldición del narcisista, que tan solo puede besar el espejo, condenado a vivir sin llegar a saber jamás cómo saben sus propios besos (por no hablar de otros lances eróticos más escatológicos). En la política se pueden encontrar muchos ejemplos de esta categoría humana.

Una forma peculiar de sublimar la erótica narcisista es la erótica intelectual: el objeto de veneración ya no es el cuerpo sino el intelecto. Y para el narcisista, el fundamento de sus ideas no se explica por medio de la razón sino por su propia naturaleza narcisista. En cualquier caso, el narcisista vive atrapado en la maldición de Dorian Gray. Es el caso de Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias. Sus ideas son irrebatibles por ser amadas, con independencia del valor que puedan tener para la consecución de objetivos deseables para la mayoría del común. Ellos tienen un currículum intelectual inmejorable, lo cual les confiere la condición de líderes visionarios y solo ellos están en poder del Santo Grial que conducirá a la humanidad a la tierra de promisión donde todos seremos felices y comeremos perdices hasta el final de los tiempos (si no se extinguen antes las perdices, claro está).

Íñigo Errejón, en cambio, vive atrapado en la maldición de Dorian Grey, pero a la inversa. Él odia parecer mucho más joven de lo que es, pero lo parece a su pesar. Y considera su intelecto, no una máquina perfecta para mayor gloria de sí mismo, sino una herramienta que puede ser útil para coadyuvar al mejoramiento en las condiciones de vida de la gente.

En Vistalegre II se dilucidará por quién toma partido Narciso (por Podemos porque somos guapos o Podemos porque tenemos razones). A partir de ahí, veremos qué recorrido tiene Podemos. Mi opinión particular es que a Pablo Iglesias se le empieza a detectar indicios alarmantes de cinismo y a Íñigo Errejón no. Claro que en política el cinismo es un arma letal.

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