Está claro que este sistema es corrupto en sí mismo.
Y lo más grave de todo, es que hace corrupto a todo aquel que participa de él, diferenciando del grado de corrupción a aquellos que se benefician de manera directa de las prácticas que propone el sistema, de aquellos otros que participan de él a modo de consumistas.
El sistema crea corruptos, corruptores y corrompidos por todos lados. Incluso dispone de los que en estos momentos no son corruptos, pero que sí son corruptibles. Y de esa diferencia de grados en corrupción, están los que se lo llevan calentito gracias a los pequeños corruptos que no se fijan bien en lo que consumen.
Al final, se puede considerar que todos somos, de algún modo, partícipes activos de este sistema corrupto.
Pero el sistema va más allá. Avanza sin pausa, y todo aquel que se quede atrás, está jodido. El sistema no hace rehenes ni se para en contemplaciones. Su avance es imparable e implacable.
De su velocidad ya no hablamos, porque da vértigo solo de pensarlo. Es más, todo aquel que se queda atrás aparece ante los demás como un auténtico antisistema gilipollas, un inadaptado y casi un fuera de la ley.
De hecho, muchos de los que no participan de este sistema sienten en algún momento de sus vidas un cierto sentimiento de culpabilidad, e incluso de inferioridad, ya que de ello se encargan los semovientes que van de la mano del sistema y que además, creen en él como única vía en sus vidas y como algo insustituible o mejorable.
Es decir, único, lo que da una idea del poder del sistema y de su grado de captación de adeptos y defensores. De seguir por esta senda y a esta velocidad que atonta y adormece, además de aborregar y adocenar, es muy probable que en un futuro no muy lejano, los antisistemas acaben siendo ahorcados, directamente fusilados o maltratados, o como mínimo habrán caído en el más absoluto ostracismo y abandono, no encontrando, quizá, modo de supervivencia, ya que el sistema se encargará de hacerlos despreciables a los ojos de los que viven este estilo de vida atroz y salvaje.
Dejarlos marginados a los antisistema es un mensaje claro a los pro-sistema, lo que hará que se afiancen sus creencias y se confirmen sus pensamientos e ideas favorables al sistema. Y eso hará que el sistema adquiera muchos y poderosos alicientes para seguir con su avance y con sus métodos, los cuales serán cada vez más indecentes y más atroces.
Esto va camino de una homofobia y un extremismo salvajes. Todo se vuelve radical y definitivo. O estás dentro, o no estás. Punto.
Y todo esto explica el estado actual de cosas que suceden en esta sociedad contemporánea.
El deterioro colectivo se va notando a cada día que pasa. No hay más que echar un vistazo hacia unos años atrás, y se podrá comprobar cómo y de qué manera hemos cambiado y cómo y de qué manera lo ha hecho el sistema que, en paralelo al aborregamiento conseguido, aparece ahora como una forma de vida asumida como natural e insustituible, lo que hace que, tanto su velocidad como su grado de penetración, sean alarmantes y verdaderamente preocupantes.
Pero bueno, esto es lo que hay, y de todo esto, que cada uno haga lo que crea más conveniente.
Pero que sepa de las consecuencias que de ello se pueden derivar, que es otra de las herramientas del sistema, que hace que la gente ante el miedo y la incertidumbre, se deje arrastrar por el sistema ante la posibilidad de quedarse definitivamente atrás, y por lo tanto, marginado y vilipendiado.
Tititokokoki