¿Y ahora, qué?
El capitalismo más rancio y
grosero campa a sus anchas con claras y aviesas intenciones de acaparar más
terreno y de continuar con su vil andadura. Los neoliberales encantados de
haberse conocido y aumentando sus filas a paladas todos los días, gracias a las
ansias que tienen algunos por participar de algo que jamás, nunca, conseguirán.
Pero ahí están, empujando, dándose codazos entre ellos para hacerse un hueco
entre las élites a las que nunca, jamás, pertenecerán. Son ilusos
recalcitrantes, tercos como mulas en su papel de semovientes, protegen y
sostienen a un sistema que jamás, nunca, les dará algo a cambio de su
inconsciente e irresponsable sacrificio. Menos aún por su ignorancia puesta ahí
gratuitamente al servicio de un sistema que jamás, nunca le dará recompensa
alguna.
El capital evade sus capitales y
amenaza con deslocalizar sus inversiones. Ante esta presión, los neoliberales
ceden presionando a la parte débil, legislando a favor de los oligarcas y
desfavoreciendo a las clases bajas, medias y a las mediocres que no ven en ello
un atentado a sus intereses y un robo descarado delante de sus propias narices.
Estos son los que, con su apatía se convierten en cómplices y alcahuetes del
sistema que a ellos también les ahoga.
Frente a este descomunal poder no
existe la izquierda reivindicadora de toda la vida, no existe, el socialismo ni
se le espera, no hay sindicatos, las fuerzas contrarias al sistema se dividen
en espurias cuestiones personales puestas por encima del interés general, y el
movimiento callejero se diluyó hace tiempo a causa del miedo impuesto, del
silencio infligido y del hartazgo alcanzado a base de ir observando el
implacable avance de un poder desproporcionado, devastador, arrasador y cruel.
En definitiva, la cosa está como
está. ¿Y ahora, qué?
La cosa no parece fácil, aún a
pesar de que las fuerzas podrían estar sobradamente equilibradas a poco que la
sociedad se elevara a protesta y paralizara todo hasta que el capital, y sus
amigos de cruzada, los neoliberales, se decidieran por hacer lo de todos por
encima de hacer solo lo de unos pocos. O sea, ellos a lo suyo, y nosotros, a lo
nuestro.
La cosa está como está y va
siendo hora de empezar a cambiarla. ¿O no?
Tititokokoki