Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto.
Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en muerte.
No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...
No lo digo yo. Lo dejó dicho Benito Pérez Galdós en Cánovas, uno de sus episodios nacionales.
Don Benito no llegó a ver la descomposición del bipartidismo turnista que, con tanta desazón criticó hasta el último día de su vida. Él, que encabezó junto a Pablo Iglesias Posse las listas de candidatos del PSOE al Congreso de los Diputados; de aquel PSOE marxista, obrero e ilustrado (populista diría hoy su actual Ejecutiva), un PSOE principal causante de la desaparición del bipartidismo. Desaparición que, merced a la contumacia de los reaccionarios nostálgicos del Antiguo Régimen, acabó siendo conjurada por una guerra que permitió la implantación de una atroz dictadura; la cual, a su vez, nos devolvió a bipartidismo. Bipartidismo que, de un tiempo a esta parte, ha saltado por los aires gracias (entre otras cosas) a la irrupción de Podemos, partido liderado por otro Pablo Iglesias.
No sé si nuestra historia reciente es algo así como la historia de la eternidad borgiana o los cien años de soledad de García Márquez o, más humildemente, el cuento de nunca acabar. Nos falta un Pérez Galdós que nos lo explique bien.
Croniamental