martes, 20 de junio de 2017

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Vaya por delante una afirmación impactante y utópica viniendo de un liberal confeso: todo el suelo terrestre tendría que ser de propiedad pública. Lo he dicho en un comentario de hace unos días y lo reitero: la propiedad privada de bienes susceptibles de ser considerados mercancía, sólo debería afectar a aquellos elaborados por el hombre. A los productos y servicios resultado de una inversión de trabajo y capital. Así de simple. Esto excluye el suelo, el agua, los animales y las plantas silvestres, los minerales. Por supuesto, también los seres humanos.

¿Polémico? Puede ser, si tenemos en cuenta que en todo el mundo, además de unos pocos grandes latifundistas , hay millones de pequeños campesinos propietarios de un terruño que apenas le da para su subsistencia. Pero a menudo hay que agitar la polémica para aclarar conceptos. No se puede privatizar algo que no se posee legítimamente, otra cosa es que se haya aceptado por consenso, por practicidad. La privatización de algo público, únicamente tiene sentido si hablamos de su gestión, no de su titularidad. Y la gestión privada de un bien propiedad pública no convierte a este en mercancía; el beneficio económico privado no reside en este caso en extraer una plusvalía comercial, sino en que el cumplimiento de la función pública para la que se le designó, merezca la renovación de la confianza para que siga ejerciéndola.  Si todos los recursos naturales del planeta fueran manejados bajo este criterio, en realidad daría igual que su gestión sea pública o privada.


Externalizar un servicio público no es privatizarlo. Ocurre, claro, que el gestor externo acaba por considerar beneficios privados el resultado de su gestión, si esta es positiva, y pérdidas comunes si es negativa. Esto no es la ideología de confundir patrimonio particular con patrimonio común: esto es tener mucha cara dura. Hay que proclamarlo: esto está mal, desde cualquier punto de vista, socialista o liberal…o neoliberal. Pero también hay que decir sin complejos:  la confusión proviene de una perversión interesada de las esferas de actuación de lo público y lo privado. Confusión que lleva a la falsedad de pensar que si un servicio es público, tiene que ser en régimen de monopolio, y por tanto estar ese sector sustraído a la competencia. Y viceversa, que un sector abierto a la competencia, no puede contar con una empresa pública. Puede  y debe, pues la libertad, que es la capacidad de elegir entre todas las alternativas posibles, así lo exige: que el ciudadano elija.

Mickdos