Vaya por delante una afirmación impactante y utópica
viniendo de un liberal confeso: todo el suelo terrestre tendría que ser de
propiedad pública. Lo he dicho en un comentario de hace unos días y lo reitero:
la propiedad privada de bienes susceptibles de ser considerados mercancía, sólo
debería afectar a aquellos elaborados por el hombre. A los productos y
servicios resultado de una inversión de trabajo y capital. Así de simple. Esto
excluye el suelo, el agua, los animales y las plantas silvestres, los
minerales. Por supuesto, también los seres humanos.
¿Polémico? Puede ser, si tenemos en cuenta que en todo el
mundo, además de unos pocos grandes latifundistas , hay millones de pequeños
campesinos propietarios de un terruño que apenas le da para su subsistencia.
Pero a menudo hay que agitar la polémica para aclarar conceptos. No se puede
privatizar algo que no se posee legítimamente, otra cosa es que se haya
aceptado por consenso, por practicidad. La privatización de algo público, únicamente
tiene sentido si hablamos de su gestión, no de su titularidad. Y la gestión
privada de un bien propiedad pública no convierte a este en mercancía; el
beneficio económico privado no reside en este caso en extraer una plusvalía
comercial, sino en que el cumplimiento de la función pública para la que se le
designó, merezca la renovación de la confianza para que siga ejerciéndola. Si todos los recursos naturales del planeta
fueran manejados bajo este criterio, en realidad daría igual que su gestión sea
pública o privada.
Externalizar un servicio público no es privatizarlo. Ocurre,
claro, que el gestor externo acaba por considerar beneficios privados el
resultado de su gestión, si esta es positiva, y pérdidas comunes si es
negativa. Esto no es la ideología de confundir patrimonio particular con
patrimonio común: esto es tener mucha cara dura. Hay que proclamarlo: esto está
mal, desde cualquier punto de vista, socialista o liberal…o neoliberal. Pero
también hay que decir sin complejos: la
confusión proviene de una perversión interesada de las esferas de actuación de
lo público y lo privado. Confusión que lleva a la falsedad de pensar que si un
servicio es público, tiene que ser en régimen de monopolio, y por tanto estar
ese sector sustraído a la competencia. Y viceversa, que un sector abierto a la
competencia, no puede contar con una empresa pública. Puede y debe, pues la libertad, que es la capacidad
de elegir entre todas las alternativas posibles, así lo exige: que el ciudadano
elija.
Mickdos