miércoles, 7 de junio de 2017

La empatía. Cómo ponerse en el lugar del otro. 2ª Parte y final.

En efecto, creo que el uso de la empatía, llevada hasta el extremo de la práctica, podría ser el motor principal de un cambio sustancial en este país. Un cambio en profundidad por lo que supondría del conocimiento del ser humano en todos sus ámbitos de actuación.

Y un ejemplo que me llama poderosamente la atención, es la clase política. Y no solo esta, sino también la empresarial, el poder judicial, los medios de comunicación, e incluso los semovientes. ¿Qué tendrán en la cabeza?

Ponerse en el lugar de Rajoy, por ejemplo, no sería malo para intentar conocer qué piensa y por qué actúa así. Ponerse en el lugar de un político corrupto, o hacerlo con un fiscal mentiroso, tampoco tendría desperdicio.

Todos deberíamos tener la oportunidad de ponernos por un tiempo, en el lugar de uno de estos que saquean y esquilman al país, en el pellejo de quienes legislan y de quienes mienten. Podríamos llegar a muchas conclusiones, unas válidas y útiles, y otras sorprendentes.

Por otro lado, también estaría bien, pero que muy bien, que esa práctica se realizara al revés, y fueran ellos, los políticos, los que supieran ponerse en el lugar de los ciudadanos que sufren los embistes de las decisiones  que toman los políticos, que condenan y aborrecen la corrupción, o que padecen la violación permanente de quienes abusan del poder. Que se pongan, a ver qué piensan y qué deciden.

Pero mucho me temo que mi deseo es inútil, porque creo que a mucha gente de este país, la palabra empatía le suena a chino, y que su práctica a todos los niveles, les produce dolor de cabeza, o como mínimo, apatía. De hecho, creo que a los políticos, a los poderosos, a los semovientes, la empatía les debe de parecer algo más difícil que el origen de la palabra, tanto en griego como en alemán:  ἐμπαθής ó "Einfühlungsvermögen".

Pues eso, que nos vamos a tomar por culo. Por estúpidos o por apáticos.  

Tititokokoki