En efecto, creo que el uso de la
empatía, llevada hasta el extremo de la práctica, podría ser el motor principal
de un cambio sustancial en este país. Un cambio en profundidad por lo que supondría
del conocimiento del ser humano en todos sus ámbitos de actuación.
Y un ejemplo que me llama
poderosamente la atención, es la clase política. Y no solo esta, sino también
la empresarial, el poder judicial, los medios de comunicación, e incluso los
semovientes. ¿Qué tendrán en la cabeza?
Ponerse en el lugar de Rajoy, por
ejemplo, no sería malo para intentar conocer qué piensa y por qué actúa así.
Ponerse en el lugar de un político corrupto, o hacerlo con un fiscal mentiroso,
tampoco tendría desperdicio.
Todos deberíamos tener la
oportunidad de ponernos por un tiempo, en el lugar de uno de estos que saquean
y esquilman al país, en el pellejo de quienes legislan y de quienes mienten.
Podríamos llegar a muchas conclusiones, unas válidas y útiles, y otras
sorprendentes.
Por otro lado, también estaría
bien, pero que muy bien, que esa práctica se realizara al revés, y fueran
ellos, los políticos, los que supieran ponerse en el lugar de los ciudadanos
que sufren los embistes de las decisiones
que toman los políticos, que condenan y aborrecen la corrupción, o que
padecen la violación permanente de quienes abusan del poder. Que se pongan, a
ver qué piensan y qué deciden.
Pero mucho me temo que mi deseo
es inútil, porque creo que a mucha gente de este país, la palabra empatía le
suena a chino, y que su práctica a todos los niveles, les produce dolor de
cabeza, o como mínimo, apatía. De hecho, creo que a los políticos, a los
poderosos, a los semovientes, la empatía les debe de parecer algo más difícil
que el origen de la palabra, tanto en griego como en alemán: ἐμπαθής ó "Einfühlungsvermögen".
Pues eso, que nos vamos a tomar por culo. Por estúpidos o por
apáticos.
Tititokokoki
Tititokokoki