Me gusta cuando algo me hace
llorar de emoción, cuando algo me estremece, cuando algo me hurga en las
entrañas y me hace sacar sentimientos que ya creía olvidados, o que ya daba por
perdidos.
Una película, un acto social de
carácter solidario, un escena conmovedora, una situación de sorpresa agradable,
el reencuentro con alguien querido.
Es importante ir recuperando
sentimientos que ya dábamos por perdidos o por olvidados.
Repudiar, denunciar y enfrentarse
a la mentira como modo de gobernar. Debemos desterrarla.
Porque, ¿cuál es la diferencia
entre la indignación que te producen las tropelías que conocemos a diario,
frente a la emoción que te produce saber que aún hay gente buena en el mundo? Las
diferencias son gordas.
¿Por qué no se pueden hacer las
cosas mejor? ¿Por qué tenemos que soportar este mundo creado exclusivamente
para cabrearnos y para encallecernos? Mundo hecho para enfrentarnos en una
lucha en la que los únicos perdedores ya sabemos quiénes seremos, y que también
sabemos quiénes serán los únicos ganadores.
Nos estamos volviendo brutos a
causa del materialismo reinante, a causa de la vorágine capitalista en la que
nos están metiendo. El mundo tiene que ser otra cosa distinta. Tienen que
aflorar los sentimientos puros, los sanos y los humanos. Deben desaparecer las
brutalidades que propone el sistema. Es una cuestión de salud, sobre todo
mental. O acabaremos locos, si es que ya no estamos padeciendo una locura de
dimensiones estratosféricas.
Nos hemos envuelto en una serie
de infravalores que nos llevarán a la esquizofrenia a poco no sepamos cambiar
el rumbo que llevamos. La velocidad es extraordinaria, el ambiente está
sobrecargado, el panorama es atroz y cruel, el futuro se presenta crudo y
oscuro.
Hay que despertar las emociones,
hay que encontrarnos con las cosas buenas de la vida. Y para conseguir eso, hay
que echar a quienes pretenden hacer de este mundo un inmenso erial, una
monumental inmundicia, un gigantesco lodazal en el que tan solo se encuentran a
gusto las mentes podridas y sucias. Los zafios y groseros, los obscenos y
mediocres. Los malsanos.
Hay que recuperar al ser humano.
Debemos sacar el niño que todos llevamos dentro.
Riamos de alegría, lloremos de
emoción, estremezcámonos con las cosas bellas, disfrutemos de las cosas
pequeñas, vivamos. Vivamos.
Pero antes, desprendámonos de los
que quieren estropear todo. Es más que urgente, y aunque no lo creamos, el daño
que están haciendo puede llegar a ser irreparable. De verdad.
¡Hijos de la gran puta!
Tititokokoki