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¿Y quién está por
medio? El silencio y el miedo. Ese resultado que sale de la mezcla
entre el hastío al que llegó mucho gente a causa de la excesiva y
desproporcionada prepotencia del poder, los continuos insultos y
ataques a la inteligencia y a las personas, y las leyes pergeñadas
para conseguir alcanzar tal estado de ánimo en la gente, sin dejar
de sumar el aburrimiento que producen las clases políticas
dominantes y la impotencia ante tanto abuso de poder.
No hay Democracia que se
les resista. Para ellos todo es liso y llano.
No respetan a nada ni a
nadie, y les importa un comino la ciudadanía. Desean, y así lo
consiguen, que sea la ciudadanía la que está al servicio de ellos.
El silencio y el miedo,
el miedo y el silencio, son estados de ánimo que surge el uno del
otro. El silencio es a causa del miedo, por lo tanto es inseparable,
y el miedo es aliado perfecto para el silencio, por lo tanto su unión
es irrenunciable. Y ese miedo, ese silencio, lo aprovechan para su
propio interés todos los poderes de un Estado.
Prensa, Iglesia, partidos
políticos, empresa, medios de comunicación en general, en especial
las televisiones, y todo aquel entramado social que trata de
aglutinar a las masas para hacer suyo el interés de uno o de unos
pocos. Por ejemplo, los nacionalismos o los independentismos,
salvando, claro está, algunas excepciones que llevan en sus
intenciones un marcado carácter de tipo social o humanitario, ya
sean organizaciones político/sociales, algún medio de comunicación
minoritario, alguna que otra empresa de tipo familiar, o incluso
alguna prensa de ideología también minoritaria.
El resto, es
manipulación para satisfacer tan solo a los intereses de un
colectivo exclusivo, y de unos pocos. Pero todos aquellos pasan casi
desapercibidos. Es casi como si no existieran, y en ocasiones, cuando
muestran abiertamente sus intenciones, son motivo de rechazo porque
de nuevo aparece el miedo y el consiguiente silencio, al llegar a la
creencia de que, si siguen los pasos de esos que se rebelan contra el
sistema, pudiera ser que llegaran a perder los aparentes privilegios
de los que creen gozar en el día a día de su aburguesada vida y de
sus falsas apariencias.
Prefieren esconderse detrás de su
mediocridad, antes de creer o apoyar a aquellos que les están
alertando sobre la malignidad de un sistema que está acabando poco a
poco, y en silencio, con sus vidas.
Les surge el miedo y a
continuación guardan el silencio que el sistema supo infundir en
ellos/as. A partir de aquí, para el sistema es todo liso y llano,
pues cuenta con aliados que, aunque tengan en sus mentes un cierto
rechazo, no lo usan abiertamente por miedo, por precaución, e
incluso por desánimo, pues tienen por creído que poco o nada van a
poder hacer ante el poderío que aparentan las clases dominantes. Y
ahí aparece de nuevo el silencio, el maldito silencio que permite
que todo el sistema avance sin oposición alguna, sin estorbo y sin
ni siquiera la más mínima crítica o atisbo de acción contra este.
Cometemos demasiados
disparates con la pasividad y la inacción. No sabemos bien el
resultado del dislate que estamos practicando.
Es desacierto, es
imprudencia, desatino, despropósito y locura. Es insensatez y
ausencia de cordura.
Se hace urgente que
vayamos desprendiéndonos del miedo que nos tiene atenazados, que nos
anquilosa y nos traba, que nos bloquea el cerebro y no nos permite
dar un paso adelante. Es como si dependiéramos continuamente del
permiso de quienes mandan y ordenan, y por si el paso que pretendemos
dar, les pudiera parecer mal o no gustarle, preferimos quedarnos
quietos no vaya a ser que se molesten a los señoritos del cortijo, o
les parezca mal el que avancemos hacia el lugar al que a ellos no les
gusta o no le trae resultados a sus intereses. Es medievo, es
cuartel, es sometimiento y sumisión. Es el miedo que nos aísla, que
nos cerca y nos hace sitio, nos obstruye y nos incomunica. Es el
silencio que deja las puertas abiertas a quienes entran aunque estén
cerradas, pero que se las encuentran siempre abiertas, porque nunca
las cerramos por miedo al qué dirán o a cómo se sentirán si se
las encuentran cerradas a cal y canto los señoritingos herederos de
la alquería o el rancho.
Pues bien. Pudiera
parecer que lo que algunos pretendemos es cambiar el silencio y el
miedo de bando, principalmente el miedo, y que sean ellas, las clases
poderosas, las que alcancen el terror, el pavor y el pánico. Pues no
es así. Los que pretendemos que las cosas cambien, no lo hacemos con
la intención de que sean ellos los que pasen a sentir miedo a causa
de nuestra acción contra sus intereses, sino que la pretensión que
tenemos, es la de que seamos respetados, que seamos considerados como
personas, que se tenga en cuenta nuestra voz y nuestra palabra, y que
se nos tenga el debido aprecio como ciudadanos y como personas.
No obstante, ellos, las
clases poderosas, sí que nos tienen miedo, pues elaboran y pergeñan
leyes y normas para contener la indignación y la crispación que
ellos saben que despiertan en nosotros. Entonces, si es así, que
ellos ya tienen miedo, pero que ponen el escudo de su poder para
acojonarnos y amedrentarnos, ¿por qué no usamos la fuerza del
contrario a nuestro favor y les hacemos saber que no deben tener
miedo, sino respeto y consideración, ya que nosotros no queremos, ni
pretendemos, ni intentamos, que nos tengan miedo?
No creo que ante esta
situación tan favorable a nuestros intereses sea prudente guardar
silencio, ni sea oportuno ni necesario tener miedo. Tan solo queremos
ser respetados y considerados.
Entonces, ¿por qué
tenemos miedo y guardamos silencio? Y voy más allá, ¿por qué
ellos tienen miedo y prefieren que estemos en silencio?
Debemos dejar de cometer
tanto disparate en silencio, y pasar a la acción sin miedo.
Nuestra pasividad es un
dislate.
Tititokokoki