lunes, 13 de agosto de 2018

ENTRE LA BACANAL DE LA DERECHA Y LA COBARDÍA DE LA IZQUIERDA


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La derecha está de enhorabuena. Todo le sala a pedir de boca y nada se encuentran de oposición.

La derecha está que se sale y parece que le queda mucho tramo aún por andar.
Por desgracia, es así.
Pero, desgracia, ¿para quién? Porque parece que para muchos no importa si hay derechas o hay izquierdas. Ni siquiera importa lo que hagan unos y otros, lo que pueden hacer unos desde la izquierda, y lo que hacen otros, desde la derecha. Les da igual, cuando debería importarles.

En todo caso, quizá no sea tanto culpa de la gente, de la sociedad, sobre todo de las generaciones nuevas. Generaciones nuevas que podemos empezar a contabilizar desde los años 90 a esta parte, pero con mayor énfasis en las generaciones del nuevo milenio, es decir, todas aquellas que nacieron después del año 2.000. Son generaciones perdidas, son generaciones que han utilizado el tiempo en intentar buscar un hueco en la sociedad sin preocuparse, por desconocimiento o por desidia o desesperación, de saber si había alguna alternativa a lo que conocieron cuando empezaron a tener sentido común, uso de la razón, o cuando se les puso la vida de cara, enfrente, y vieron que la cosa era más dura de lo que se creían.
Pero que lo asumieron como tal. No encontraron opción.

Pero no hubo nada ni nadie que les hiciera ver que había alternativas a aquello con lo que aparecieron debajo del brazo. No hubo una izquierda que les presentara algo de esperanza, y eso les hizo creer que todo el monte era orégano y que lo que había en este mundo al que aterrizaron, era lo que había, y era lo que tenía que ser. O lo que es peor, que nacieron en un monte lleno de espinas y de rescoldos, y ellos y ellas se creyeron que aquello era así y que tenían que abrirse paso entre obstáculos que permanecerían ahí por los tiempos. Que no había alternativa ni había opción. Estas generaciones nacieron delante del árbol que les impedía ver el resto del bosque. Nada ni nadie fue capaz de hacer una tala acorde a los tiempos y las circunstancias, y eso hizo que aquellos que fueron naciendo, no encontraran más que árboles que impedían ver más allá. Muchos y muchas de estas generaciones se quedaron ahí, petrificados, sin posibilidad alguna de movimiento o de acción, ya que no había nada ni nadie que les abriera los ojos y les dijera que había algo más, e incluso algo mejor para sus intereses, que la derecha que imperó durante todo el tiempo en el que fueron apareciendo a este mundo esas nuevas generaciones.

Es por esto que cabe pensar en que la izquierda tiene que desprenderse de su anquilosamiento, de su inacción, y debe pasar a la reivindicación y a aunar protestas y reclamaciones. La izquierda tiene que empezar a reinventarse, o como mínimo a recuperar valores de antaño para darle a la sociedad el sostén que precisa para saber que hay alternativa, que tiene elección. Tienen que liderar un nuevo orden mundial, que haga ver a las élites que hay una mayoría que precisa de atención y que necesita ser oída. La izquierda tiene que darse cuenta de que debe desprenderse del miedo que les tiene atenazados e incluso adocenados.
Debe recuperar identidad, debe recuperar protagonismo.

Porque, por su parte, la derecha está muy envalentonada. No solo dispone de los propios, es decir, de los de la derecha extrema que acojona y que mete el miedo en el cuerpo, hasta la derecha en sí, y sin dejar de contar con que todo el centro político es más de derecha que de centro, contando entre ellos a los falsos socialistas y a los que se hacen llamar de socialdemócratas, sino que cuenta con un elenco de partidos políticos, de organizaciones y de fundaciones, que tienen todo atado y que tienen la intención de seguir incrementando su red clientelar y la ampliación de la pirámide neoliberal y capitalista. Todo es derecha, y eso hace que ese tándem sea en la práctica indestructible, e incluso inaccesible para intentar derrocarlos.

Y esa fortaleza se ve reforzada con la bajada de la guardia de la izquierda, con la cobardía que presentan, con la pusilanimidad con que se muestra, con la poca fuerza moral que tienen a causa de la desmoralización que existe entre la izquierda, debido al poco calado social que tienen, y debido también a la escasa autoridad moral del que disponen, pues todo el tiempo que se han pasado inactivos y en silencio, les hizo perder credibilidad y les hizo cavar una tumba de la que les va a ser difícil salir. Calado social escaso, poca credibilidad, ausencia de autoridad moral, que viene dado de la ineficacia con que afrontaron aquellos momentos difíciles que provocó la derecha, cuando atacaron y maltrataron a la sociedad a golpe de crisis, de austeridad, de precariedad, e incluso de esclavitud para las mayorías.

Y a todo esto, hay que añadir que están a punto de crear una nueva recesión, lo que les servirá para aprovechar uno de los últimos aldabonazos con que someterán de nuevo a la población, y quizá les sirva a la vez para afianzar aún más sus posturas, pues el miedo volverá a cundir y la desconfianza será una manera de vivir a partir de esa nueva situación de crisis económica. Crisis económica que volverá a caer en los hombros de los de siempre, de aquellos que no ven escapatoria porque no encuentran alternativa ni ven que haya alguien que les haga ver que las cosas pueden, y deben, ser distintas.

Y es ahí donde la izquierda deberá aparecer. Es ese el momento en el que la izquierda debe presentarse como golpe encima de la mesa, como llamada y advertencia, como talador de árboles que pusieron otros ahí para que aquellos que fueran apareciendo no pudieran ver más allá. Si se consigue eso, si se aprovecha la oportunidad, entonces habrá alguna esperanza de cambio y de vuelco a la actual situación. Pero no es cuestión de esperar a que todo suceda para dar solución al problema. Lo que la izquierda tiene que hacer, es anticiparse, anunciar, prevenir y alertar, para que cuando llegue el momento, que llegará, la izquierda tenga el refuerzo y la credibilidad suficiente como para darle a la sociedad la garantía, el certificado, de que la derecha se empieza a desmoronar y que la alternativa es posible, además de necesaria por urgente, desde un punto de vista vital.

La izquierda necesita tener autoridad moral, autoridad social, y para conseguir eso, tiene que desprenderse de la cobardía que le tiene atenazado y tiene que llegar a pensar que, si se ponen a ello, tendrán a una sociedad que les apoyará, porque habrán visto que la opción existe y que esa opción es cambiar la bacanal por el orden y la justicia. Pero tiene que ser de verdad, con toda la contundencia posible, con total determinación y con absoluta convicción. Si no es así, y las cosas se hacen a medias, o sin el convencimiento necesario, que comunique y que anime, entonces la derecha tendrá el camino libre para alcanzar metas y objetivos que a nadie, o a casi nadie, nos va a gustar, por su virulencia y por su malignidad.
Todo lo que hemos visto hasta ahora, nada tendrá que ver con lo que serán capaces de hacer si ven que la izquierda no existe, y que si existe, está acojonada y es cobarde. Ahí vendrá la tragedia, ahí estará la catástrofe.

¡Vamos izquierda! SÍ, SE PUEDE.

Tititokokoki