Si damos por buenas las declaraciones de Mariano Rajoy ante el tribunal que juzga el caso Gürtel habremos de convenir que la dirección del PP es bicéfala: una cabeza se ocupa de la política y otra de la economía interna. Dos cabezas que miran cada una a un lado, como el águila del escudo imperial de Carlos I de España y V de Alemania. Bicefalia rapaz que representaba la unión entre el Sacro Imperio Romano Germánico y la Monarquía española.
La bicefalia de la dirección del PP no sé qué representa, más allá de una anomalía inconcebible en cualquier otro partido político, empresa privada o pública, administraciones públicas o clubs de fútbol. Que las decisiones últimas de carácter económico recaigan exclusivamente en las manos del tesorero del partido, sin que la dirección política tenga la menor idea de lo que se hace con sus dineros y los dineros de los contribuyentes detraídos por el Estado para financiar a los partidos políticos, es cuando menos inquietante y francamente difícil de creer. ¿Es posible que ni tan siquiera en una conversación informal, a la hora del aperitivo, políticos y contables no hayan conversado acerca de alguna anécdota relacionada con los proveedores, los organizadores de eventos o el estado de las cuentas del partido? ¿En treinta años no hubo ocasión para alimentar el ego del tesorero de turno o del responsable de campaña en recompensa por su buen hacer? ¿Nunca le picó la curiosidad a Rajoy por saber el nombre de la empresa que organizó el famoso Congreso de Valencia, o la identidad del estupendo sastre de Camps? ¿Tan modestos son los unos y confiados los otros? ¡Con lo que nos gusta cotillear!
Si damos por buenas las declaraciones de Rajoy, habrá que estremecerse. En cualquier organización, actividad y dinero son casi una misma cosa. No se puede concebir que los responsables de la actividad no conozcan cómo se administran los dineros. Inconcebible.
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