Son conceptos que frecuentemente se confunden. La
epistemología, sucintamente, intenta dar una explicación racional de lo que nos
acontece. Desde los filósofos presocráticos hasta el marxismo, pasando por
Heráclito y el Pentateuco, se han sucedido infinidad de modos de pensamiento
epistemológico. Ninguno es concluyente (afortunadamente) pero lo que es
incuestionable es que unos se acercan más que otros a lo que es la epistemología
que, para no complicarnos la vida, podríamos aceptar la definición que de tal
cosa da la RAE: “Teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento
científico”.
A mi modo de ver, es difícil aceptar un modo de pensamiento
epistemológico basado en axiomas (o dogmas) cocinados en la pura metafísica o
en supuestas verdades reveladas que sistemáticamente se tiene que actualizar al
ritmo de los avances científicos; son construcciones ideales que, más bien, pertenecen
al ámbito del mito o la poesía.
Tengo para mí que el modo de pensamiento epistemológico más
útil para entender las transformaciones de las sociedades es el marxismo, más
en concreto el materialismo histórico. Con todas las deficiencias que se le
puedan atribuir, al menos, establece un hecho evidente como dinamizador de las
transformaciones sociales (sin duda, podrá haber otros): las relaciones de
poder. El marxismo, a diferencia del Pentateuco o las cartas del Tarot, tiene
un mínimo ajuste con la realidad. Así que ser marxista, en lo concerniente a la
epistemología, parece ser bastante útil.
Otra cosa es el horizonte inalcanzable, ese que queremos
alcanzar pero que por mucho que caminemos hacia él siempre se mantendrá igual
de lejano, pues todos sabemos que el horizonte es una representación perimétrica
de la esfericidad del planeta Tierra. Ahora, desde el punto de vista
filosófico, o del conocimiento, el horizonte es imprescindible para avanzar, es un gran movilizador
tanto del individuo como de la especie.
En cuanto al modelo de convivencia deseable, es
algo
subjetivo, tanto a nivel individual como colectivo, entendiendo por tal
cosa
aquello que une a un conjunto de individuos que comparten parecidas
necesidades
y condiciones vitales. Ahí es donde podríamos estar de acuerdo en que
todos los
modos de convivencia hasta ahora llevados a la práctica (modelos
socio-económicos) han fracasado: capitalismo,
comunismo, etc. Y, muy probablemente, han fracasado por factores ajenos a
su propio paradigma: la religión, las estructuras estamentales
heredadas y, más
vulgarmente, las muchas debilidades del ser humano.
Hoy vivimos en una encrucijada que puede llegar a ser
extremadamente dramática: la apocalipsis capitalista, la irresolución de la
convivencia entre las muchas culturas y la falta de un proyecto común que
satisfaga medianamente a la mayoría de los habitantes de este planeta que
parece ser la única bolita del Universo que tiene conciencia de sí misma.