Ellos los malos, nosotros los buenos, como no podía ser de
otra forma. El pueblo español está dividido al 50% entre izquierda y derecha,
progresismo y conservadurismo, rojos y azules. Es una división que viene de
largo y que a medio plazo no se atisba vaya a cambiar significativamente.
Cuando un español emite una opinión política del nosotros, como máximo puede englobar en la misma al 50%: “nosotros,
la mitad del Pueblo, opinamos…”.
Que el Pueblo como sujeto político sea el 50% al que uno
pertenece, es sectarismo puro y duro, y conduce a 1936. Pero no es de este
maniqueísmo sectario infantiloide de lo que quiero hablar en el artículo, sino
del equívoco dialéctico de la pluralidad / singularidad de las opiniones
políticas que está detrás de aquello.
Cuando uno se refiere a sí mismo en primera persona del
plural, “Nosotros”, hay dos opciones:
que se trate de un plural mayestático, cosa que por estar anticuada es
descartable, o que la opinión que emite como propia y particular la asimile de
manera automática como un parecer común a un conjunto de personas. Ante esto
último la pregunta por puro ejercicio lógico es: ¿Quiénes forman ese conjunto? Si
la asimilación de una opinión singular a una plural es automática, cabría
pensar que la respuesta también debe serlo, es decir, respondo de inmediato: el conjunto lo formamos Menganito, Fulanito,
Pascualito y un servidor.
Pero no. Para los entusiastas de la 1ª persona del plural,
dicho conjunto es el “Pueblo”, sin más especificaciones. En el caso de España,
cuarenta y pico millones de personas en sentido estricto. Evidentemente, es
imposible hacer la lista uno por uno del “nosotros”, y menos de manera
automática. Como mínimo, tardamos 15 minutos en confeccionarla… sólo de la
parte infinitesimal del Pueblo que conocemos: familia, amigos, vecinos,
compañeros de trabajo. Y aún así nos equivocaremos con algunos de ellos, porque
oh sorpresa, ¡a lo peor discrepan de la opinión que les habíamos dado por
supuesto!
Todo esto es antiguo pero cobró nuevo impulso con el
movimiento del 15M. En ese momento se articuló el discurso del “ellos”, la
clase política y la empresarial que cohabitan en provechosa y vergonzosa relación
clientelar, y el “nosotros”, el resto. La cosa estaba clara: si el 99% está unido
en un objetivo común, ese objetivo se tiene que lograr necesariamente, por
aplastamiento numérico. La previsión falló, no porque el 1% sea invulnerable a
todo ataque a sus privilegios, sino porque el 99% no era el monolito político
que se quiso imaginar. En esos excitantes días muchos observaron que en la
muchedumbre del 15M había gentes de talante reaccionario, e inventaron lo de la “transversalidad” y el
fin de las ideologías clásicas para cuadrar sus análisis del Nosotros y Ellos,
presumiendo incluso de gran agudeza visual por avistar reaccionarios en el 99%
de 40 millones … ¡un premio para los caballeros!
El Pueblo es el conjunto de todos los ciudadanos sin
excepción, y si hay excepción, ya no es Pueblo, sino una parte del mismo, de
donde por cierto proviene la palabra “Partido”. Y seguirá siendo Parte o
Partido, y no el Todo, por muy abrumadora en número que sea la parte. Por lo
tanto, dos opciones: “Nosotros” soy
yo y quien me haya nombrado su portavoz; o somos todos incluidos “Ellos”, la odiosa clase privilegiada,
más el 50% de la trinchera de enfrente que parece sostenerlos. Y fuera de esto, la opinión política de un
ciudadano no tiene más valor representativo que ser la voz de él mismo. Una voz
singular, que no es poco.
Mickdos