Vivimos en una burbuja permanente. Esa es nuestra gran esclavitud, esa es nuestra condena.
Una burbuja que ya perdura cuarenta años. Cuarenta y dos, si las cuentas las hacemos desde que la Transición hizo acto de presencia para dejarnos estos lodos fruto de aquellos polvos que nos echaron, y que nos echamos, cuando nos hicimos una monumental paja mental al creer que nos íbamos hacia el paraíso, hacia jauja y bicoca. Cuando creíamos que esto iba a ser el maná.
La hostia fue monumental, la hostia está siendo escalofriante. La hostia es de una dureza descomunal. Ahora nos duele desde el pelo de la cabeza, hasta las uñas de los pies.
¿Y de qué vale ahora lamentarnos? ¿No habría que empezar a pensar mejor en tomar decisiones y en hacer frente a los problemas que tenemos, con soluciones acordes a esos problemas?
No es cosa baladí lo que nos está ocurriendo. Tiene más importancia de la que muchos españoles le dan, y va más lejos de lo que el resto de españoles nos creemos. Esto no conduce a otra cosa que a la burbuja permanente, a la vejiga a punto de reventar permanentemente, a la ampolla que sale del grano que no se supo curar a tiempo y en modo eficiente. Es el glóbulo en el pie que estalla a cada paso que damos, es la pompa de jabón que por su clara y evidente fragilidad acabará por estallar justo delante de las narices. De nuestras narices.
Hemos creado, o mejor dicho, lo han creado así, una enorme burbuja que cada dos por tres se rompe en mil pedazos. Y por cada burbuja que nos estalla, nos crean otra, y otra, y otra. Cuando no es una burbuja inmobiliaria, es una bancaria, y cuando no es una burbuja política, judicial o corrupta, es una burbuja de los ricos. Y cuando no, es una de Florentino o una de autopistas. Y será la de los nuevos ricos la próxima burbuja que nos estallará en todos los morros.
Todos aquellos que se hicieron ricos mientras los demás pagábamos a escote los desmanes de los que gobernaron para que unos pocos se hicieran ricos, nos va a estallar en el momento en que estos nuevos ricos decidan que en España nanai de la china a la hora de pagar impuestos o a la hora de emplear esos dineros en el país. Esa burbuja se deshará como jabón en agua y la espuma que se formará no nos dejará ver el lugar en el que destinarán sus riquezas, ganadas estas a golpe de estafa, de saqueo o de robo directo y delante de nuestras narizotas. No nos dejará ver nada, además de ahogarnos con sus gotitas malignas que salpicarán a los de siempre. La burbuja de los ricos va a ser la siguiente en estallar, y de esa burbuja, harán, los que vengan, su nueva excusa para declarar la herencia como nula o insuficiente, tal como hicieron anteriormente otros con otros. Y la pregunta surgirá de nuevo. Mejor dicho, la hacemos ahora antes del estallido final:
¿Y quién va a pagar esa nueva burbuja? ¿Lo sabéis ya, o esperamos a que estalle para hacernos esa pregunta, y muchas otras más?
La permanente burbuja en la que vivimos, no es más que una fea y obscena ilusión por alcanzar algo inalcanzable, sobre todo si continuamos con estos mismo mimbres o con estas misma manera de hacer. Nunca, así nunca se alcanzarán metas que perseguíamos, y que seguimos tercamente persiguiendo, si no cambiamos la manera de romper con estas burbujas en que nos tienen permanentemente encerrados y ciegos, aislados y petrificados. Así, jamás.
El cuento ya dura demasiado, además des ser aburrido y soez.
¡¡Basta ya, coño, basta ya!!
Tititokokoki