Dijo hace unos días Ada Colau que la recepción con el
tradicional “besamanos” al Rey en el Congreso Mundial de Móbiles, es un “un acto de pleitesía y vasallaje
impropio de una democracia del siglo XXI”. Y tiene toda la razón. El protocolo
sobre el tratamiento hacia el rey español refleja exactamente eso. Exactamente
el protocolo, y sólo el protocolo.
Hasta las
revoluciones contemporáneas, los monarcas eran soberanos y el pueblo, sus
súbditos; los reinos sus patrimonios, y las gentes que los pueblan, parte de
ese patrimonio. Y dentro de esta teoría del Poder, una ligera variación que va
desde el más recio absolutismo patrimonial de un rey como Luis XIV, hasta la
soberanía muy limitada de los reyes castellanos y aragoneses de la Edad Media,
pasando por la Monarquía Hispánica de los Austrias, de mucho boato y aparente
majestad, pero relativamente escaso poder efectivo sobre sus extensos
territorios, exceptuando Castilla.
Tan realidad es que los rituales de protocolo de la
Monarquía son reminiscencias de ese pasado, como que Felipe VI no tiene
súbditos. Felipe VI es el Jefe de Estado de España, y punto. La Jefatura del
Estado es su más alta institución representativa, y el único deber de pleitesía
que se le debe es el mismo respeto que merecen otras instituciones del Estado,
como diputados, jueces y funcionarios. Y punto. Si tuviéramos una República, el
Jefe de Estado de la misma tendría exactamente igual respeto. Y un tratamiento
protocolario que sólo un obtuso ignorante puede interpretar como que la persona del Presidente de la República
está por encima de las personas que son simples ciudadanos.
Ada Colau sabe todo esto, o debería saberlo. Y lo sabe porque como alcaldesa de Barcelona
estará ya acostumbrada a protocolos que le rinden una cierta pleitesía, una
actitud formal de reverencia, como lo del bastón de mando, o lo de tratarla de Excelentísima Señora. No creo que piense
que las personas que están a su alrededor son sus súbditos por tener ese tratamiento
formal hacia ella, o mejor dicho, no hacia ella, sino hacia el cargo que
representa. No creo que en su fuero interno el debido respeto hacia su persona
lo confunda con servilismo por reconocimiento de una natural superioridad, o de
privilegio concedido por gracioso capricho del Pueblo. No lo pensará, y nadie
pensamos así de ella.
La Monarquía como símbolo es una institución incompatible
con la impronta democrática de libertad e igualdad para el acceso a los cargos
representativos del Pueblo. Esto es así, no es discutible. Pero tampoco es
discutible que la Monarquía española, copiada a imagen y semejanza de las monarquías
europeas de hoy, en países que son ejemplo de Democracias avanzadas, es una
Jefatura de Estado homologable a cualquier Jefatura de Estado de República, en
las funciones que las Constituciones atribuyen a estas, que no tiene nada que
ver con soberanos y súbditos, sino con ciudadanos representados por
instituciones servidas por otros ciudadanos, mejor, regular o mal, pero
representantes y representados.
Felipe VI o ciudadano Borbón es lo de menos, lo importante
es que ejerce el cargo de primer servidor del Estado; bien, regular, o fatal,
es un tema para otro artículo. Y estoy que seguro que si Robespierre levantara
la cabeza, estaría conmigo.
Mickdos