Lo
que vivimos actualmente, tanto a nivel internacional como local, es una inmensa
y monumental falsificación. Y aquí podemos jugar dos papeles. Unos es ser falsificadores,
sabiendo que lo que fabricamos es falso, imitación burda. La otra, es ser los
estafados.
Ahora
que cada uno decida. Si formar parte de la monumental estafa, echar fuera todo
tipo de escrúpulos, prejuicios o sensibilidades, o directamente seguir
comprándola. Y pagándola.
Es
como si compras un bolso, una camisa o un pantalón falsificados. Mientras nadie
sepa que es falso, cuela. Puedes presumir, pero nada de lo que hagas te hará
desengañarte a ti mismo. Puedes intentar disimular ante los demás, pero por tus
adentros sabrás que, además de estar engañando a los demás, también te estarás
engañando a ti mismo.
No
hay Democracia, la Justicia no está por ninguna parte. Tampoco se le espera,
para desgracia y mayor redundancia en la falsificación.
Sí,
tienes un trabajo, cobras un sueldo, pero, ¿qué hay detrás? Oculto están la
precariedad, el silencio y las amplias tragaderas. Están incluso cosas sucias e
inconfesables.
¿Dónde
está el Estado de Bienestar? Falso, todo falso, como un bolso, una camisa o un
pantalón. Ni siquiera si es de auténtica marca, se puede decir que no es una
falsificación, pues detrás de los botones de la camisa, del asa del bolso, o de
la petrina del pantalón, está escondida la esclavitud de aquellos que lo cosen
todo a golpe de esclavitud disfrazada de nómina rácana y de abusos que harían
vomitar a las cabras. No así a algunos cabrones. Menos aún a los hijos de la
gran puta estafadores indomables. Timadores, trileros, chabacanos charlatanes
de feria.
Cierto,
podemos jugar ambos papeles, pero siempre será contando por una parte con que
estamos estafando a los demás. Por la otra, es saber, es conocer, es ser
conscientes, de que estamos siendo estafados. Para la primera tenemos que tener
sangre fría, ser calculadores, aduladores y mentirosos al más puro estilo
mafioso. Podemos y debemos sonreír aunque no podamos dormir de noche ni de día
a causa de nuestra conciencia. Podemos aparentar, pero nadie nos quitará la
sensación de estar siendo crueles. Incluso sabemos que somos hijos de puta,
desgraciados, malnacidos y explotadores de seres humanos. Y si no nos damos
cuenta mientras disfrutamos de la estafa, quizá en los estertores finales nos
arrepintamos de algo, sobre todo cuando nos demos cuenta de que vamos a ser uno
de los más ricos del cementerio. Nada más. Triste final para algunos, aunque
mientras vivieron lo hicieron de puta madre. Pero nadie les librará del
tortuoso final al ser conocedores de haber hecho mucho daño.
La
otra parte, la que nos queda por delante, es la de sentirnos permanentemente
estafados, engañados, con cara de ser gilipollas o de hacer el estúpido a
niveles inhumanos. Mediocres a más no poder, pero impotentes ante tanto abuso
de los estafadores. Y nuestro final, también será desgraciado. Pues si va a ser
así, ¿por qué no nos cagamos ahora en sus muertos?
¿Por
qué no los mandamos a todos a tomar por culo en vida? Ahora.
¡Malditos
sean!
Tititokokoki