Los hijosdalgo rescatados por el franquismo y ahora camuflados en democracia (bajo las siglas, mayor pero no exclusivamente, del PP) sostienen que sus muchos privilegios derivan del enorme sacrificio que para ellos supuso estudiar en la Universidad o preparar unas dificilísimas oposiciones a los diferentes cuerpos de la administración pública.
Y se quedan tan anchos, aún reconociendo (en privado y con la mesa puesta) que el acceso a la administración pública, para ellos, no conlleva un servicio público sino una lanzadera a los consejos de administración de sociedades oligopólicas.
Mal estamos cuando los que nos gobiernan entienden que estudiar es un sacrificio.
Yo tengo para mí que estudiar es una de las ocupaciones más placenteras, gratificantes y necesarias, a la que un ser humano pueda dedicar su tiempo.
Yo entiendo, también, que trabajar en labores duras, ingratas, a veces humillantes, sí es un sacrificio (cruel e injusto sacrificio), sobre todo cuando se trabaja porque no se tiene para estudiar, a sabiendas de que tus condiciones paupérrimas e indecentes de vida solo las va a enterrar la sepultura.
El desprecio, la ignominia del hijodalgo español no tiene medida ni límites.
Y así viene siendo desde que España se ha venido construyendo a toque de corneta, a golpe de señoríos y mayorazgos, al amparo de la monarquía, institución que únicamente se justifica en la necesidad de unos pocos de hacer valer sus privilegios robando al resto su dignidad y calidad de vida.
Y la retranca del asunto está en que, para colmo, estos sacrificados estudiantes no han estudiado ni han dado palo al agua en su vida (ni siquiera entienden el inglés, aunque en el lenguaje de las ingles son maestros, malos, pero maestros al fin y al cabo). Su dignidad se circunscribe a una corbata y un buen traje a la medida, a la medida de un cuerpo engordado con la sangre, el sudor y las lágrimas de muchos miles de inocentes. Y, a día de hoy, en este país, no sería de extrañar que estas palabras fueran tomadas por apología del terrorismo, por estos terroristas de cuello blanco.
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