En todas las comunidades humanas se establecen relaciones de poder; poder político, económico, sociológico… Relaciones que confrontan clases sociales, etnias, sexos, religiones, etc. Son estas relaciones de poder las que determinan los cambios políticos y el status quo de cada momento.
Cuando hablamos de sistema nos podemos referir a muchas cosas: al sistema político, pero también al sistema de transportes. Lo que determina la calidad de un régimen político es la hegemonía y cómo es administrada por aquellos que la ostentan. Al grupo hegemónico se le conoce por establishment, anglicismo que viene a significar poder establecido y que no es otra cosa que el grupo que ostenta la hegemonía, es decir, aquel que ha conseguido establecer en el “sentido común” sus propios valores, su propia forma de entender la vida: las relaciones económicas, laborales, lo que es moralmente aceptable y lo que no, etc.
Lógicamente, como sucede en cualquier otro grupo social, el stablishment se vale de las herramientas que tiene a su alcance para mantener su hegemonía. Pero no hay que olvidar que cualquiera de ellas puede cambiar de manos en función de las circunstancias que se den en cada momento dentro de las relaciones de poder. Por ejemplo, la presión de unas mayorías sociales pueden hacer que cambien las relaciones laborales, que surjan nuevos medios de comunicación contrarios a la ideología dominante o, simplemente, que cambie el “sentido común”.
Lo importante, por tanto, no es la capacidad de supervivencia del sistema sino las relaciones de poder, los pesos y contrapesos que actúan en la lucha por la hegemonía.
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