jueves, 24 de noviembre de 2016

SANTA RITA, RITA, RITA, LO QUE SE DA NO SE QUITA

Me pregunto por qué la muerte de Rita Barberá ha tenido un impacto tan formidable en los medios.

Si Rita Barberá se hubiera muerto después de perder las elecciones municipales y ser postergada a un escaño del Senado, sin estar relacionada con ningún caso de corrupción, tengo para mí que su fallecimiento habría ocupado mucho menos espacio mediático.

Me pregunto cómo es posible que sus compañeros del PP, que hace pocas fechas la echaron del partido y le hicieron el vacío ahí donde ella fuera, ahora van llorando, con el moco colgando.

Se improvisa un minuto de silencio en el Congreso en homenaje a la difunta. Unidos Podemos entiende que no es razonable hacer un homenaje, en sede parlamentaria, a una persona que ha estado cuestionada por su posible implicación en un caso de corrupción que ha afectado a la ciudad de Valencia durante más de veinte años y que ha llevado a todo su gobierno municipal a los tribunales. Tirios y troyanos han arremetido contra la formación morada, acusándola de cometer una falta de respeto.

Me pregunto qué cosa es el respeto. El PP ha apartado a Rita Barberá de su entorno, le ha hecho el vacío y ahora, ya difunta, la quiere rescatar para el partido como al Cid Campeador (que, por cierto, murió en Valencia) para vencer, una vez muerta, lo que en vida hubiera sido una inconveniencia. Los dirigentes del PP que, hasta hace 24 horas no querían saber nada de Rita Barberá, ahora la lloran e inculpan a los medios de comunicación de acosarla hasta hacerla morir. 

Eso me parece que, como mínimo, es una falta de respeto a la inteligencia del común de los humanos. En ningún momento se han planteado lo que la hicieron sufrir al echarla del partido y retirarle la palabra.

Me pregunto cuándo estos conservadores se van a decidir a mostrar un gesto de humanidad (y no me refiero a las lágrimas de cocodrilo a las que son tan proclives). Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita.

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