jueves, 27 de enero de 2022

La loteria cosmica (Parte III)

Aprendí a convivir con estos seres. Poco a poco fui haciéndome de sus costumbres y de
cómo se relacionaban entre ellos. De todos modos, no llegué a mezclarme en sus
quehaceres cotidianos, sino que aparecía de vez en cuando, para irles dando algunas
instrucciones de cómo aprovechar mejor los recursos de los que disponían. A través del
diminuto pero potente ordenador instalado en mi traje pude ir descifrando su primitivo
lenguaje hasta llegar a entenderlo y hablarlo a la perfección. Eso facilitó enormemente
la comunicación y un mayor grado de confianza entre aquellos seres, sobre todo a la
hora de facilitarles una serie de informaciones básicas en el aspecto relacional,
consejos de higiene, labores agrícolas, culinarias, de manutención, etc.

Fue, la obtención del fuego y sus aplicaciones, lo que más impresión les causó,
costándome gran paciencia enseñarles a manejarlo pues eran capaces, sin querer, de
poner en peligro el entorno y sus propias vidas por la ignorante negligencia que
demostraban en su uso. Y poco a poco, no sólo el dominio del fuego, sino también el
uso de otras cosas como utensilios domésticos, herramientas y el perfeccionamiento del
material de defensa que necesitaban para cazar y defenderse de los eventuales
ataques de otros grupos de homínidos.

 



Ni que decir tiene, como ser humano que soy, que tuve la oportunidad de satisfacer
necesidades básicas relacionadas con el sexo. El aspecto de aquellas homínidas no era
comparable a las humanas de mi planeta, pero dada las circunstancias tampoco iba a
hacer ascos a las animosas solicitudes que en ese sentido recibía por parte de aquellas
jóvenes que, además, admitían como un auténtico privilegio llegar a ser preñadas por
quien consideraban era un dios.


Empecé a observar, que entre algunos de ellos, los de mayor inquietud espiritual,
elaboraban ritos en mi honor y burdas representaciones de mi figura, pero consideré
que para el grado de inteligencia que desarrollaban, aquello no podía hacerles daño, y
al mismo tiempo los aglutinaba en la identificación de una idea común, cohesionándolos
aun más como grupo, a diferencias de otros que también pululaban de manera errante y
caótica por algunos lugares de aquella extensa sabana. Estaban aprendiendo a estar en

mejores condiciones anímicas y materiales para enfrentarse a cualquier contingencia, y
repeler con éxito también cualquier posible ataque de otros clanes pues era habitual
que se enfrentaran por los recursos disponibles en el territorio, aunque nunca intervine
personalmente en sus conflictos para beneficiarlos de forma directa, siendo ellos los que
asumían lo aprendido poniéndolo en práctica.


Y así transcurrieron los días, los meses y los años. Llegó a ser incontable la prole
nacida de mis relaciones con las homínidas, observando que los vástagos nacidos de
mi simiente, según iban procreando, eran más inteligentes que el resto, ayudando con
ello a mejorar, desde el punto de vista intelectivo, la especie. Pero también observaba
que eso les llevaba a diferenciarse socialmente con el resto de clanes, naciendo un
sentimiento de poder y dominación sobre los demás que los sumía en conflictos y
enfrentamientos constantes. No pude, ni quise hacer nada por evitarlo. Toda mi
inquietud era sobrevivir el mayor número de años posible y llegar al fin de mis días con
la mayor tranquilidad personal.


Creo, que hace ya más de 200 años que llegué a este planeta. Los recursos técnicos
para el mantenimiento de mi estabilidad física y mental se están agotando. Sé, por lo
tanto, que pronto voy a morir. Es por eso que me animé a dejar grabados estos someros
datos de mi memoria en un dispositivo electrónico. Aunque tengo la certeza de que
nunca llegará a ser descubierto por nadie. Soy una aberración, una quimera, una
realidad imposible puesta por un extraño azar en un mundo también imposible... 

¡Y todo por culpa de esa puñetera Lotería Cósmica de los cojones!


Acabo este relato, que sólo recogen las extrañas circunstancias que me trajeron aquí,
acaecidas en un principio. No valía la pena perder el tiempo en más exposiciones.
Por cierto: Es curioso el nombre con que estos homínidos se refieren a su planeta. Le
llaman, en su jerga, la “Tierra”...


Este documento electrónico fue encontrado por un grupo de paleontólogos en un
yacimiento arqueológico, a 27 metros de profundidad por causa de los sedimentos
depositados durante los aproximadamente 1,5 millones de años con que se data el
hallazgo. Estaba perfectamente conservado en el interior de una cajita, de un extraño
metal altamente anticorrosivo. Lo desconcertante es que este mensaje fue grabado en
lenguaje binario, en una especie de chip digital que ha podido ser descifrado y
reproducido.

 

Flansinnata