domingo, 9 de enero de 2022

CUENTA CUENTOS

 No sé si nos paramos a pensar tanto como yo creo que merecería, lo apasionante que es el universo de la comunicación humana. Las complejas implicaciones que nacen cuando dos personas se cuentan algo. Literalmente, contar cuentos nos retrotrae a la imagen de un corrillo de personas con la boca abierta, toda su atención física, mental y hasta espiritual en las palabras del cuentacuentos   -alrededor de una hipnotizante luz de chimenea, mucho mejor- , palabras cuyo sonido es lo único que rompe el silencio, el mágico silencio que sirve de marco. Por Manitú que pocas cosas hay más emocionantes.

Pero hay más que la magia del instante. Hay implicaciones, llamémosle química emocional con poso por resumir, y repercusiones. Lo que comunicamos repercute en lo que el otro va a pensar y comunicar a su vez. Se forma una idea, retroalimentada por la idea previa recibida y que alimenta la posterior que se formará, en un círculo potencialmente infinito de estaciones de paso que van sumando matices al contenido del cuento. Enriqueciendo la idea originaria. De persona a persona, en un reducido tiempo y espacio, y después de generación a generación, en un extenso tiempo, conectando gentes y lugares distantes, hasta finalmente llegar de una punta a otra del Mundo.




Un momento: ¿Siempre sumando? ¿siempre enriqueciendo?. El círculo de la comunicación puede ser virtuoso...o vicioso quizás. Comunicar mal "ensucia" el proceso: son los célebres malentendidos. Pero no sólo. Comunicar de manera impulsiva dejando que las emociones controlen el mensaje en vez que lo haga el pensamiento lógico, es transmitir una información pobre cuanto menos. Distorsionada las más de las veces, e infiel a lo pensado otras muchas. O directamente contrario a lo que, quizá en la frialdad de unos minutos antes o después, se hubiera deseado transmitir de no haber interferido el resentimiento, la intención de herir, impregnando con su veneno ese mal momento que escupimos por la boca, más que hablar.

Vamos a contar mentiras, tralalá. ¿Hay siempre mala fé? Dejando aparte la pura ficción y la exageración inherente al género de la fabulación, muy legítimo y apreciado, transmitir información falsa a sabiendas está feo. Para qué vamos a negarlo. Pero el hecho es que se transmite información falsa a go gó, y no es cuestión exclusiva de mala intención. Ocurre que el proceso de comunicación tiene muchos desperfectos. Está el famoso sesgo. Y no únicamente el sesgo. Las palabras que usamos, incluso con la mejor de las intenciones para hacernos comprender, y en pleno convencimiento que se ajustan a la verdad de lo que pretenden expresar, pueden ser fallidas.

 ¡Y qué decir de la estructura sintáctica y semántica! Una de mis mayores obsesiones es la organización del pensamiento para su posterior expresión oral de forma correcta, más que nada por cortesía a quien pierde tiempo y energía en atender. Es un fenómeno fascinante que tengamos asumido con toda naturalidad que tan compleja operación se haga o deba hacerse de manera casi instantánea, por lo general. O por ser más específico: parezca que estamos obligados a realizarlo en menos de dos-tres segundos, por aquello de no hacer esperar al oyente, tendente a la impaciencia o todavía peor: a arrebatar el turno de palabra a la menor oportunidad. Lo ideal sería tomarse el tiempo necesario, no sé, de medio minuto en adelante. Pero en esta vida de inmediatez comunicativa, ese tiempo sólo se le concede a los cuenta cuentos a la luz de la hoguera ¡qué se le va a hacer!

Aunque seamos indulgentes: tampoco es plan de imitar las conversaciones y guiones de película. Desde que era un crío, es una de las cosas para mí más llamativas del cine clásico, como los personajes se expresan perfectamente en frases redondas, memorables. Aunque estén temblando de emoción, en medio de una situación de tremendo dramatismo en la que peligra su pellejo, y la cabeza no está para estas cosillas, al fin y al cabo no tan vitales, de intercambiar hondas impresiones filosóficas con la novia, el amigo o el enemigo. Sabemos que ese nivel comunicativo es inalcanzable, pero no por ello dejamos de quedar maravillados, y yo en particular reconozco que envidioso, ante una expresividad tan certera... tan artística. Por algo será.

Hablando de Arte, todos tenemos claro que callar es comunicar también, y no poco precisamente. Al silencio lo puedes acompañar de gestos, y entonces ya no es callar. Pero con la ventaja que el lenguaje gestual es más flexible, permeable. Matizable. Se es esclavo de las palabras, pero no de los gestos. Y a mitad de camino entre las palabras y los gestos están los "ummm", los "jeje", y los nunca reconocidos en su justa valía, a pesar de los esfuerzos del añorado Pau Donés, "depende"...¡qué sería de más de uno de nosotros sin los socorridos "depende"!

Pero no sobrevaloremos el silencio comunicativo, pues es un recurso a usar con inteligencia, dosificándolo. Y es que no decir nada que comprometa, por norma, no es síntoma de inteligencia, sino de "escaqueo". De huida de reflexiones incómodas, fastidiosas, que nos perturban el ánimo. Y digamos las cosas como son: los cuenta cuentos nunca pretendieron que nuestro ánimo permaneciera imperturbable tras escuchar sus historias.


Mickdos