martes, 2 de octubre de 2018

MERCADO (IM)PERFECTO


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Antes de nada vamos a aclarar cosillas sobre la supuesta perfección del mercado que defienden los liberales: el mercado falla en la medida que fallan las decisiones que las personas toman cuando actúan, libremente, en él. Y fallan mucho, porque somos personas.
En lo que no falla el mercado es en asignar las pérdidas derivadas de las malas decisiones: carga con ellas el agente decisor.

Esto es simplemente la responsabilidad elevada a principio rector del juego económico.
No se me escandalize el personal porque califique de juego la economía, algo muy serio por ser vital para la supervivencia, por descontado. En todo caso, no niego que es la apariencia del capitalismo con sus Bolsas y sus movimientos de cifras astronómicas bailando veloces en brillantes pantallas, que asemeja a un Casino. Pero ¿deja de ser un juego si alguien decide que la seriedad del tema requiere cerrar el salón donde se reúnen todos los codiciosos del mundo?

Pensemos en las personas que fallan al tomar sus decisiones, de inversión, de formación profesional, de elección de empleo y empresa, de compra de vivienda, etc, en un entorno de libre mercado.
Y ahora pensemos en las pocas personas que sentadas en un despacho enmoquetado, los estadistas bienintencionados, los burócratas abnegados servidores del bien público, toman decisiones que han dejado de pertenecer a quienes lo hacían en el "Casino", porque la economía era una cuestión demasiada seria para dejarla en manos de "jugadores" ¿de verdad debemos suponer que estas segundas personas no se equivocarán por el hecho de pisar moquetas muy serias? ¿de verdad son menos falibles por concentrar sobre su altruista buena intención esa grave carga de atinar sobre cuestión tan vital para tantos?

Claro que se equivocan. Con todo, lo grave no es que se equivoquen al tomar decisiones incorrectas: lo grave es que también tienen en sus manos la decisión de quien carga con las consecuencias del error. Y esto es ni más ni menos que la irresponsabilidad elevada a principio rector de la economía y de la vida, que tampoco es un juego, pero que el Poder las maneja como si lo fuera al pretender su infabilidad en el establecimiento de normas y más normas que regulen al voraz insensible y fallón mercado.

El mercado libre es un juego con perdedores y ganadores, pero un juego honesto si se siguen sus reglas de responsabilidad. Y muy justo socialmente, puesto que quien menos tiene, menos arriesga, y por tanto menos pierde. Un trabajador sencillo pierde su empleo si él mismo o su empleador se equivoca, pero siempre tiene la opción, al día siguiente, de presentarse ante otro empleador.

Un empleador que le ofrece otro puesto similar o puede que mejor, porque junto con la equivocación convive el acierto; es más, de aquella nace este, en el seno de un mercado plagado de tantas imperfecciones como humanos imperfectos hay.

Mickdos