sábado, 13 de octubre de 2018
CAMBIAR TODO: ÚNICA SOLUCIÓN
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Perdón por la redundancia, pero es que el asunto de este país clama al cielo y es inevitable tenerlo en cuenta todos los días para que no se nos olvide y evitemos que vuelva a suceder.
España necesita de una revisión en profundidad. Urgente. Y esa revisión va en todos los frentes.
Desde la propia Democracia, hasta las empresas que se privatizaron en su momento, pasando por los impuestos, la reformulación de las pensiones, la educación ciudadana, la mentalidad empresarial, y la formación de los partidos. Y qué duda cabe, que la Constitución, la formación de la clase política, la revisión de la Monarquía, el espinoso asunto del Poder Judicial, las formas y maneras respecto de las Autonomías, la lucha ineficaz contra la corrupción, son también asuntos que requieren de su destrucción para comenzar de nuevo una sólida edificación que garantice la viabilidad y la buena marcha de todo lo que afecta a este país. La igualdad entre hombres y mujeres, entre mujeres y hombres, sería otro cambio que necesitaría España.
Hay que poner nuevos cimientos, hay que hacer las cosas bien desde el principio.
De nada vale seguir así y de nada vale darle pábulo a todo esto que ocurre a día de hoy en España.
De lo único que servirá todo esto, es para que el final se conozca, antes del propio final a todo esto.
O sea, trágico y patético. Ver venir de frente la desgracia que sabes que vas a vivir, no es más que una triste forma de acabar, una patética manera de terminar. Será cuando nos demos cuenta de que tuvimos muchas oportunidades para cambiar, pero que nunca hicimos caso a los avisos, que nunca nos percatamos de que siguiendo así, el malévolo final era ese que ahora tenemos enfrente.
Pero para que todo lo mencionado, y muchas cosas más, se cambien, habría que empezar por modificar, cambiar, modelar, la mentalidad de una buena parte de los ciudadanos de este país.
No puede haber cambio alguno en positivo, si no se comienza por erradicar la mala raíz que sostiene todo esto. Y ahí estará la mayor dificultad para que el cambio fructifique.
No se podrá llevar a cabo, si no es con graves, gravísimas consecuencias para el país entero, pues el cambiar la mentalidad hacia algo más constructivo, más vivible, más soportable, no va a ser una tarea fácil.
Yo diría que, tal como están las cosas, y tal como se enquistaron los males en este país, se hará misión imposible el eliminar la forma de pensar de muchos españoles para emprender un nuevo camino que conduzca a una convivencia más igualitaria, más pacífica y de mayores garantías de un futuro benigno para los ciudadanos de este país. Pero para todos, no para unos solos o unos cuantos.
De lo que se trata es de que todos los ciudadanos de este país acaben por recoger los frutos de una vida más sana, más llevadera, y de mejor disfrute y gozo. No se trata de que sea solo para unos cuantos, aún cuando esos cuantos serían, quizá, una mayoría, si no que se trata de que el bien que se recoja de lo que se comience a sembrar, sea beneficio para todos, ganando en calidad de vida, y obteniendo réditos importantes en la viabilidad de este país y de todo su contenido, personas, empresas, clase política, etc, incluidas en el mismo lote de mejora.
¿Y cómo se llega a esta conclusión? Después de haber pasado cuarenta años desde la Transición, no se observan mejoras en cuanto a Democracia. Más bien hemos perdido, cuando deberíamos ir ganando. Y ocurre lo mismo desde que se comenzó con la privatización de determinadas empresas que estaban en manos del Estado. Cuando todo eso de las privatizaciones comenzó, hace ahora aproximadamente 30 y pico de años, con Felipe González al frente del Gobierno, también comenzó la esclavitud para los españoles, llegando al culmen de la desgracia, cuando Aznar consolidó el “mercado” de las privatizaciones, cuyos estandartes fueron Endesa, Repsol, Argentaria y Telefónica, allá por los últimos años del siglo anterior, y los primeros años de este nuevo siglo.
Después vino Zapatero, pero no se sabe bien si no quiso, o no pudo. Y por supuesto que Rajoy, M. Rajoy, Mariano Rajoy, acabó por rematar la faena al privatizar buena parte de los servicios sociales y buena parte del Estado de Bienestar. Eso fue la puntilla, la puñalada final, el certero golpe de muerte a todas las aspiraciones de Democracia en España, el mandoble rotundo a las esperanzas de los españoles, de sus derechos y de sus libertades. Entre todos ellos, acabaron por destrozar todo, dejando en manos privadas insaciables, no solo los derechos consolidados de los españoles, si no también sus propias vidas y las vidas de sus hijos y nietos. Diría que esto va para tataranietos, o más allá incluso, pues esta raíz heredada no será fácil de erradicar.
Pues ocurre con todo igual. Se hizo mal desde el principio, y ahora tan solo queda lamentarse, tirarse de los pelos y rasgarse las vestiduras, en clara muestra de desesperación y de desconsuelo, ante tanta inoperancia y tanta permisividad con todos aquellos que distrajeron a la sociedad con promesas y con grandilocuencias, mientras estaban pergeñando y fabricando sus verdaderos planes. O sea, traición, vileza y crueldad premeditadas. Y eso hace más grave el asunto, pues no solo se han vulnerado derechos, justicia, libertad o Democracia, si no que se atacó vilmente a la dignidad de las personas, se machacó la buena voluntad de muchos españoles, se sacrificó de manera sucia y soez la buena fe y las buenas esperanzas de mucha gente de bien de este país.
Y eso hace más grave aún el terrorismo de Estado que hemos sufrido los españoles. Eso agrava la situación hasta límites insoportables, lo que hará que, de seguir las cosas así, esto acabe mal, tenga un final fatal, trágico, desgraciado. Cosa que muchos españoles de bien no merecen.
Pero esto es lo que hay. ¿O no? ¿Acaso se atisba en el horizonte alguna solución, o al menos alguna voluntad por solucionar los problemas que sufrimos? Pocas son las opciones, y menos aún las esperanzas, pero algo habrá que seguir alimentando, pues si ya damos por válido y definitivo todo esto, entonces la desgracia también se enquistará en este país, llevándolo a la miseria y a la más patética tristeza.
Por no ver, ni se ve el horizonte. Así que, imagina ahora las intenciones.
Tititokokoki