jueves, 14 de diciembre de 2017

PROGRESO HONESTO



Hay que cambiar radicalmente las cosas. Esta es una afirmación habitual desde los excitantes días de mayo del 68, y quien la decía pasaba por ser un progresista, un partidario del Progreso. Durante mucho tiempo, para ser considerado tal sólo requerías que un auditorio entregado de antemano a la causa escuchara salir aquellas ardientes palabras de la boca o la pluma; fácil, limpio y sin riesgos para el propio pellejo o bolsillo, de ahí lo de progre de salón

Pero 50 años no pasan en balde. En 2017, ya nadie puede repartir carnés de progresista sólo porque se sabe al dedillo a Sartre o Althusser. Fue grande la decepción respecto de la acción pública que nunca colmó las aspiraciones soñadoras de aquel 68, la propia mutación de aquellos jóvenes rebeldes en maduros amaestrados e integrados con total naturalidad como piezas de esa estructura que atacaban, en disciplinados discípulos del mainstream del Poder establecido. Y los nuevos rebeldes no se conforman, no nos conformamos, con el estado actual de las cosas. El Progreso sigue siendo una tarea pendiente, siempre lo ha sido y muy posiblemente siempre lo será.

¿Dónde encontrar nuevas vetas para revitalizar la idea de Progreso? Si hablamos de un político, podemos establecer un listón de mínimos exigible en la honestidad personal. Claro, únicamente la honestidad personal parece poco si nos remitimos a la afirmación del principio, el cambio radical de las cosas, dar la vuelta a la sociedad como un calcetín, o casi. Pero sin duda, y visto el panorama de la Política y en general de las llamadas elites, se puede considerar que es mucho. Y que la actuación honesta irradiada de arriba hacia abajo operaría tal cambio sin necesidad de recurrir a la ideología, en feliz concurrencia con esa corriente de pensamiento muy actual que pone su énfasis en la Ética y el Humanismo, en los valores altruistas, como único y exclusivo motor de Progreso. Pepe Mújica como referente. 

Y volvemos, como no, al capitalismo. El capitalismo como sistema económico que hace del egoísmo su principal y casi único valor, y por tanto el aparente enemigo mortal del Progreso ético. El capitalismo egoísta y codicioso que supuestamente impide que las fuerzas latentes de aquel se desaten incontenibles moldeando, por fin, la sociedad a imagen y semejanza de los altos valores humanos que lo inspiran. 

Pero no hay tal enemistad, no hay contradicción, no hay impedimento a la irradiación ética. Y no es honesto apartar al capitalismo del Progreso, pues la idea de Progreso se desarrolló a la par del capitalismo, no a pesar del capitalismo. El altruismo ha florecido en la cuna del egoísmo, no fuera de ella. Y la prueba de esto es que siempre que se quiso experimentar un Progreso no capitalista, nació un monstruo totalitario que daba rienda suelta a los más bajos instintos de Poder arbitrario de unos hombres sobre otros. El progresista Pepe Mújica lo sabe y por su eso su Uruguay, tras una década de reformas, es más honestamente liberal que Francia o España.

Mickdos