Después de haberle dado
un breve pero interesante espacio a la perspicacia, ahora le toca el
turno a la suspicacia.
Y en ese contexto, entramos de lleno los
españoles. Porque, ¿qué somos? ¿Más suspicaces que perspicaces?
Si es así, ahí podemos encontrar uno de los motivos por los cuales
las cosas nos van como la realidad demuestra.
Pero si fuera al revés,
es decir, que fuéramos más perspicaces, quizá la cosa cambiaría a
nuestro favor. Porque, ¿qué diferencia hay entre ser perspicaz o
ser suspicaz? La prueba más palpable la tenemos a diario.
La prensa
que leemos, los telediarios que nos endilgan, los debates insulsos,
estériles y chabacanos con que nos atiborran a diario, y las
tertulias que se prodigan en todos los medios cada día.
Eso nos hace
ser menos perspicaces y más suspicaces. Más que nada porque nos
dejamos hacer. Quiero decir, nos lo dan hecho y tragamos con ello.
No
pensamos por nosotros mismos, sino que lo hacemos en función de lo
que nos dicen a través de los medios de comunicación, y eso
condiciona mucho, eliminando la capacidad de ser más autónomos a la
hora de enjuiciar la realidad y los hechos que suceden a nuestro
alrededor.
Pienso que es más
importante fomentar la propia imaginación, aún a riesgo de crearnos
muchos prejuicios, que dejarnos llevar por lo que digan los demás a
través de su presencia continuada en los medios. Se erigen en
líderes de opinión y lo que en realidad están haciendo, es dirigir
la opinión de los demás hacia lo que ellos proponen.
Por algo están
ahí. Inda, Marhuenda, Rojo, Terchs. Son ejemplos de herramientas del
sistema para propagar opinión y tendencia. Y lo consiguen. Incluso
la duda, la confusión, el enfrentamiento y el caos. Crean y generan
suspicacias
Fijémonos sino en un
caso de actualidad como son los problemas internos de los partidos y
los enfrentamientos entre sus diversos líderes. ¿Cómo es posible
que los problemas internos de Podemos tengan tanta relevancia y
polémica y sin embargo los que tienen en el PP, en el PSOE o en
Ciudadanos, pasan casi desapercibidos o no les dan tanta importancia
desde los medios? Son idénticos, pero en un caso merecen titulares y
críticas encendidas, mientras que en otros casos transmiten
naturalidad, normalidad e incluso se dice que no pasa nada.
Y por mucho que digan los
diferentes líderes, por mucho que machaquen hasta la extenuación
que lo que sucede es algo normal, incluso que no pasa nada, lo cierto
es que la prensa le da otra variante polémica y sacan trapos sucios
donde no los hay.
Y lo peor de todo, es que cala en la sociedad y a
diario se encuentra uno con frases del estilo “es que Pablo
Iglesias es no sé qué”. ¿Y Rajoy? ¿Y Susana Díaz? ¿Y Albert
Rivera? Aguirre, Cifuentes, el PSOE en general, ¿qué? Esos no.
Entonces, ¿por qué ese concepto sobre la realidad por parte de una
gran masa social? ¿Es eso un síntoma de falta de perspicacia y otro
síntoma de ausencia de criterio propio?
Sí, así es. La
suspicacia, el prejuicio, la sospecha o susceptibilidad, están al
orden del día en la sociedad española. Y esas malignas actitudes
nos hacen ser más suspicaces que perspicaces. Porque si no fuera
así, tendríamos opinión propia y no nos dejaríamos llevar tanto
por las tendencias que, de manera interesada, imponen y manejan
otros.
Sí, si fuéramos más
perspicaces, veríamos venir el toro. Y es muy fácil, porque se le
identifica por unos cuernos enormes, visibles y muy peligrosos, viene
hacia nosotros, hacia nuestra posición, y amenaza con quitarnos de
en medio de una embestida brutal.
Por lo tanto, si fuéramos
perspicaces, lo evitaríamos. ¿O no?
Me temo que estamos
siendo corneados. La suspicacia es duda, no es objetiva, y eso nos
provoca muchos problemas que, si fuéramos más perspicaces, no
tendríamos.
O por lo menos, los
reduciríamos.
¡Maldita sea!
¡¡¡PAÍS!!!¡¡CORTIJO!!¡¡FEUDO!!
Tititokokoki