miércoles, 18 de enero de 2017

Cuando el río suena

Está visto que no es un problema de que “algunos” españoles padezcamos de suspicaces.

Tampoco se trata de que “algunos” españoles seamos tocapelotas recalcitrantes. No.

La cosa de la desigualdad en España no es asunto baladí. Si desde Davos, nos dicen que estamos a la cola en desigualdades, el asunto ya alcanza verdad palpable y palmaria. Irrefutable, innegable.

En aquella reunión que se celebra en Davos, Suiza, se reúnen desde empresarios, líderes políticos, artistas, académicos y economistas. En un principio se llamaba FGE (Foro de Gestión Europeo) y actualmente se denomina Foro Económico Mundial.

Este año se han planteado cuatro desafíos clave en torno a los que girará la Reunión Anual de 2017: Fortalecer la colaboración mundial, revitalizar el crecimiento económico, reformar el capitalismo y prepararse para la cuarta revolución industrial.

Y con esas maletas por equipaje, nos dicen que en España las desigualdades son atroces, casi únicas, y nos sitúan en un ránking de países avanzados y modernos, en el puesto 26 de 30. ¡Alarmas! Si desde ese foro son capaces de decir eso, ¿qué ocurrirá realmente en España? Lo más importante de todo, ¿qué nos pasa a los españoles que damos por bueno el actual régimen que promociona y apoya tales desigualdades? Nos conformamos con muy poco, le damos validez a este estado de cosas que se caracteriza pos las enormes desigualdades que padecemos y sostenemos un sistema que nos ahoga gracias a nuestra permisividad con esta bosta que tenemos por régimen.

¿Qué vamos a hacer los españoles ante semejante caricaturización patética? ¿Seremos capaces de soportar semejante humillación? ¿Por qué no reaccionamos ante semejante atropello producido por los que gobiernan y por aquellos que presionan a los que gobiernan para alcanzar tal degradación?

Pues ahora nos enfrentamos al refuerzo del capitalismo y a continuación vamos a tener que ver con nuestros propios ojos, y quizá desde las colas del paro más largas jamás conocidas, la nueva revolución industrial.

La tecnología nos va a jugar una mala pasada, en especial a los trabajadores, y quizá vaya a fomentar más aún las desigualdades en nuestro país. Permisivos como nadie, seremos capaces de guardar silencio ante otro atropello de especuladores, de políticos, de empresarios y de mandamases financieros.

Y nos seguirán llamando idiotas desde los propios foros que fomentan y apoyan aquellos sistemas especulativos. ¿Se puede llegar más lejos en mediocridad y en estupidez humana? El capitalismo se muestra a cara descubierta una vez más. Dicen que van a seguir reforzando lo suyo, pero a la vez también dejan datos que a más de uno les deberían dejar perplejo.

Y uno de esos datos que nos dan desde los foros capitalistas, es que España es uno de los países, entre los más ricos del mundo, en el que las desigualdades son atroces y desproporcionadas.

¿Nos tendremos que hacer bien qué hacemos, hacia dónde vamos, qué queremos y, lo más importante, quiénes somos? ¿De qué pasta estamos hechos?

Pero quizá no seamos tan culpables. O si, no sé. Porque, si desconocemos la realidad de nuestro país, quizá sea por culpa de quienes promocionan este estado de cosas basado en la mentira y en la censura y ocultación de la verdad.

Y ahí, los medios de comunicación juegan un papel fundamental que, junto a la clase política de este país, que se refuerza en su calificativo de Casta, subiendo muchos peldaños, mantienen oculta la realidad a la población, tergiversando y manipulando todas aquellas noticias que son de interés para los españoles, convirtiéndola en mensajes interesados que benefician a los que las impulsan y perjudican gravemente a la población.

De todos modos, supongo que toda la culpa no la tienen quienes protegen e impulsan este estado de cosas, sino que una parte de la culpa la tenemos los ciudadanos al no exigir mayor transparencia y claridad en la noticia, sobre todo si alcanzamos a comprender que tenemos un derecho fundamental, que no es otro que el derecho a la información.

Y ahí puede estar la raíz de todas las desigualdades de las que nos acusan. Por lo tanto, nosotros somos los únicos culpables de que nos pase lo que nos pasa. Y punto. El río suena, y si suena es que lleva agua. Pues nada, que no nos enteramos.

Vienen de frente, nos hacen luces, ¿será que vamos en dirección contraria?

¡Malditos sean!


¡¡¡PAÍS!!!

Tititokokoki