Ya hace tiempo que no se oye a nadie hablar de que los trabajadores
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que es eso lo que
nos ha llevado a la ruina.
De un tiempo a esta parte, los trabajadores
de la prensa, los expertos en investigación y comunicación, parece que
se han puesto manos a la obra para poner nombre y apellidos a los
verdaderos causantes de la quiebra de la economía productiva y la
desastrosa situación financiera de los estados y los subsiguientes
recortes presupuestarios en políticas sociales que nos han llevado al
desempleo masivo, la precariedad laboral y la merma en la calidad del
sistema sanitario nacional y la educación pública.
Quizá, porque se van
obteniendo datos irrefutables, ya casi nadie habla de que hemos vivido
por encima de nuestras posibilidades.
Que nos queda mucho tiempo
por vivir en el capitalismo, parece una evidencia.
Pero, una cosa es el
capitalismo y otra bien distinta es el capitalismo de amiguetes o
economía canalla; ese capitalismo organizado de forma mafiosa, tal y
como van desvelando los datos que la prensa de investigación nos van
ofreciendo día a día, para escándalo público, sin solución de
continuidad.
Quizá la batalla política debería plantearse
actualmente atendiendo a esta nueva dicotomía: capitalismo-economía
canalla.
Quizá de lo que ahora se trate, si lo que queremos es recuperar
el estado de bienestar, sería desmontar el entramado mafioso que ha
originado y mantiene la economía canalla.
A mi parecer, ese entramado
está constituido por los siguientes agentes: las organizaciones
criminales que mueven ingentes sumas de dinero realizando actividades
delictivas; los bancos y otras sociedades financieras que blanquean el
dinero de las organizaciones criminales; los mercados de valores que
detraen dinero de la economía productiva y del erario para generar
beneficios ficticios especulando con los ahorros de los trabajadores,
las divisas y los bienes de consumo; el fraude fiscal de las grandes
corporaciones y grandes fortunas; los bancos y otras sociedades
financieras que ocultan el capital proveniente del fraude fiscal; el
gigantesco entramado de despachos de abogados que trabajan al servicio
de las bandas criminales, los defraudadores y los especuladores; los
gobiernos e instituciones supranacionales que gobiernan anteponiendo los
intereses del entramado de la economía canalla, quebrantando la
soberanía nacional y cercenando los legítimos derechos del conjunto de
la sociedad.
Bueno, pues cómo poner orden en todo esto, cómo, al
menos, luchar para volver a un capitalismo “decente” desde el gobierno
de la nación.
Creo que todos los partidos que quieren llevar a cabo esta
tarea han de aparcar temporalmente otros anhelos programáticos y unirse
bajo una sola bandera: la creación de una banca pública.
Una banca
pública responsable de la captación y recaudo de la masa salarial del
país, los ingresos del impuesto al rendimiento de las personas físicas y
jurídicas, el valor añadido y las costas, fianzas y multas judiciales;
además, ejercería las labores de organismo regulador de los mercados de
valores y las distintas transacciones financieras entre grandes
corporaciones, el crédito y los contratos con las administraciones del
Estado.
Se valdría de los bancos privados los cuales, mediante concurso
público, se podrían convertir en entidades financieras encargadas de
gestionar las distintas operaciones realizadas por los depositantes con
la banca pública, por medio de sucursales, cajeros y plataformas
digitales.
El banco público sería el único autorizado para acceder a los
créditos del BCE al tipo de interés que, actualmente, rige para la
banca privada, es decir, del 0%, y sería el banco público el que
concediera créditos a la banca privada, al tipo de interés que se fijara
por ley.
De esta manera, se acabaría con el blanqueo de capital, la
corrupción política, con el fraude fiscal y se garantizaría la custodia
de los ahorros de los trabajadores y el crédito para las familias y las
pequeñas empresas.
Croniamental
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/438603/un-banco-publico-para-el-cambio