miércoles, 25 de mayo de 2016

La insufrible adolescencia de la derecha española

Los estructuralistas, Durkheim, Levy Strauss y compañía entendieron que la evolución de la persona humana, como individuo, recorre las mismas fases que la evolución de la Humanidad en su conjunto, o casi.


La adolescencia es una excrecencia de hormonas y granos, la vida te da sueño y estás hasta tus pudendas partes de hacer lo que te digan tus padres. El adolescente enaltece la amistad, pues sus colegas de su misma edad son tan raros como él y llega a poner en riesgo su libertad (y hasta su vida) por su tribu ¿De qué estamos hablando? Coño, del PP, que se revela en contra de su padre Francisco Franco (eso sí, con la boca pequeña), le encantaría dormir en el placentero sueño del neoliberalismo hasta el infinito y más allá, y se junta con su gente para hacer lo que haga falta porque ninguno de su tribu se vea privado de prebendas y mamandurrias.


Todos los españoles de medio pelo hemos pasado por la infancia de la esclavitud, la servidumbre, la sociedad estamental, nos hemos tirado al monte como bravos adolescentes, contra todas las tiranías. Y, ahora, después de muchos años perdidos en el desierto, cual ideólogo del peyote en Katmandú, el proletariado ilustrado del siglo XXI ha alcanzado la madurez, bañada en las aguas más prístinas de la juventud de la especie, pero madurez igualmente.

A la derecha española, desde el PSOE al PP pasando por Ciudadanos, se le han saltado las lágrimas de la emoción al percatarse que juntos pueden conseguir una buena eyaculación. Pues, vale, para el siglo que viene puede que lleguen a interesarse por los misterios de la cópula, coyunda o fornicio, o como lo quieran llamar. 

Ahí estaremos las izquierdas para proveerles de condones, o lo que haga falta.


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