viernes, 29 de julio de 2022

HISTORIA COMPARADA: LOS OTROS


En un principio el título era “Los otros cabrones”, pero me pareció demasiado malsonante para una entrada. Y utilizo el término “otros” porque si nosotros, los occidentales, somos malvados, los susodichos “otros” de otras culturas lo son también. Así que no los idealicemos solo por el hecho de no ser occidentales, porque se comportan igual que nosotros (incluso peor, y de hecho lo han hecho a lo largo de la historia). Esto debe quedar claro después de haber juzgado a los precursores culturales de Occidente con saña e inquina. Y después de haber masacrado a Platón y compañía llamándoles fascistas, autoritarios, totalitarios, clasistas y elitistas. Al mismo tiempo que hemos deconstruido Occidente trocito a trocito (que quizás lo merece, no digo que no) y nos hemos autocriticado y autoflagelado con el cilicio del cronocentrismo feroz de estándares presentes. Así que podríamos seguir esos mismos patrones con otras culturas, que también podrían ser debidamente criticadas, deconstruidas y trituradas, porque destruir es más fácil que construir y el Mono Sapiens es especialista en ello. Por eso el Che Guevara dijo que “necesitamos más hombres que construyan y menos que destruyan”.


Hablando de deconstruir, se podría hacer una Historia comparada de las civilizaciones, un estudio comparativo entre culturas. Y a ser posible, evitando el eurocentrismo y “occidentecentrismo”. Algo parecido a lo que hicieron los intelectuales de la Ilustración como Montesquieu y Voltaire. Y posteriormente Max Weber, Oswald Spengler, Augusto Comte, Arnold Toynbee y otros. Y como Marx y el socialismo científico pretendieron. Así, Spengler creía que las civilizaciones, como cualquier organismo vivo, nacen, crecen, llegan a su apogeo, a su decadencia y mueren (aunque era pelín nazi, todo hay que decirlo). Toynbee creía que las civilizaciones se desarrollan según sus “minorías creativas” respondan a los desafíos o crisis que amenazan a la sociedad. Y si se agotan estos ciclos de reacción ante las crisis, entran en decadencia. Para Comte todas las civilizaciones pasan por tres fases históricas: la mágico-mítica, la filosófica y la técnico-científica. Max Weber relaciona el desarrollo de cada civilización con su religión y en el caso de Occidente, lo relaciona con su racionalismo, el desarrollo de la ciencia, la matemática y la sistematización en la administración del estado. Samuel Huntington creía que las civilizaciones están llamadas a estar en conflicto y Francis Fukuyama decía que dicho conflicto ha desaparecido porque ya no hay lucha entre ideologías ante el triunfo del libre mercado y el liberalismo democrático (pero todos sabemos que esto del pensamiento único y el fin de la historia es un cuento chino).


Así pues, podríamos hacer algo parecido a lo que han hecho estos autores, pero bajo con criterios más científicos y menos sociológicos, filosóficos e históricos. Comparar culturas con ciencia pura y matemática, con el rigor de los números fríos, la exactitud de los datos matemáticos y la precisión de la estadística. Algo parecido a las revisiones sistemáticas y metaanálisis en ciencia, que tienen la máxima evidencia científica. Aunque en historia, sociología y filosofía esto es difícil, porque no es fácil aplicar el método científico, basado en las matemáticas, a las humanidades. Y de hecho Karl Popper decía que el método científico no vale para verificar una hipótesis ni para determinar si una hipótesis es probable. También decía que la verdad no existe y una teoría nunca es verdadera, sino la mejor que tenemos en un momento dado. No obstante, pasemos de Popper y hagamos un intento de lo que podría ser ese estudio comparado de culturas mediante el método científico.

Para ello, una vez determinado el fenómeno a estudiar (las distintas culturas o civilizaciones), habría que determinar sus variables (caracteres o aspectos del fenómeno). Por ejemplo, ordenamiento jurídico, ética social, tecnología, bienestar social, índice de satisfacción de la población, renta per cápita, servicios sociales, infraestructuras, educación, sanidad, derechos, libertades, etc. Después, habría que definir el tipo de estudio, que podría ser transversal (en un punto del tiempo) o longitudinal (a lo largo de la historia). Después haríamos una Estadística: parámetros (media, moda, mediana, desviación estándar, percentiles, etc.), estadísticos (fórmulas para calcular parámetros), tests de significación, representación gráfica de resultados (diagramas de sectores, de barras, de líneas, etc).

Podríamos empezar por la cultura persa, enemiga tradicional de la griega, y comparar su filosofía (zoroastrismo, maniqueísmo, mazdakismo, etc.), con las escuelas filosóficas griegas (jonios presocráticos, atomistas, cínicos, epicúreos, platónicos, etc). O comparar a Mitra y Zoroastro con los dioses griegos. O comparar los parámetros sociales de ambas culturas para saber si con Ciro, Jerjes y compañía, el pueblo vivía mejor que con las ciudades estado griegas y sus colonias en el Mediterráneo. Habría que destacar la tolerancia persa con las religiones y culturas conquistadas, que era muy alta para la época. Y de hecho, las satrapías locales mantenían su administración local, lo cual era bueno para el bienestar de los pueblos conquistados.


                                 

   
                        
Podríamos continuar con la cultura cartaginesa y comparar los dioses Baal y Astarté con los dioses del panteón romano: Júpiter, Apolo y compañía. Comparando sus tecnologías, veríamos que la flota y comercio marítimo de Cartago eran superiores a los de Roma, que aprendió, tomo nota y copió a partir del siglo III a.C. con las guerras púnicas. También eran superiores los cartagineses en agricultura, siendo quienes primero explotaron los cereales, viñedos, frutales y olivares. Esto lo explica bien Magón, un escritor cartaginés autor de un tratado de agricultura, que fue traducido al latín por los romanos, que aprendieron y copiaron de él. Pero comparando sus filosofías, Roma sale ganando, porque su pensamiento fue más pragmático que teórico, además de ecléctico (copió de todos, sobre todo Grecia). Y nadie conoce a los Séneca y Cicerón cartagineses. Como también fueron superiores en tecnología, obras públicas y construcción de calzadas e ingeniería. Pero sería interesante imaginar un Occidente de raíces fenicias y cartaginesas tras un hipotético triunfo de Cartago sobre Roma, (mucho mejor que el malvado Occidente greco-romano, donde va a parar).



Podríamos comparar también el Islam con Occidente. Hay que resaltar que, durante la Edad Media, el Islam fue superior en pensamiento y ciencia: la llamada “Edad de Oro del Islam” o “Ilustración islámica”, hasta el siglo XV. Y que fueron más avanzados que Occidente en filosofía, tecnología, cartografía, navegación, ingeniería, artes, agricultura, etc. Por eso estamos en deuda con los Abulcasis, Avicena, Maimónides, Averroes, Al Juarismi y compañía. Lástima que se quedaran estancados a partir de entonces. Y por cierto, no fueron las cruzadas y sus guerras con Occidente quien más les fastidiaron, sino los mongoles (verbigracia, la destrucción de Bagdad y sus bibliotecas durante las invasiones mongolas). Con posterioridad ha habido intentos de revertir esta situación de postración, como la revolución que hizo Mustafá Kemal Ataturk, que quiso modernizar el Islam Turco (un crack este Ataturk). Así que podríamos imaginar un escenario en el que si el Islam hubiera ganado en Poitiers, el Al-Andalus hubiera permanecido en España y Solimán el Magnífico hubiera conquistado Viena: Europa sería Eurabia (imaginar una USA de cultura islámica sería cortocircuitante).


Podríamos seguir haciendo comparaciones con más culturas o ideologías, como el comunismo. Durante décadas, la ciencia y el pensamiento de la URSS y países comunistas estuvieron a la par que los de Occidente. Y podríamos imaginar su pervivencia en un “comunismo 2.0” o “comunismo bis” si las circunstancias hubieran sido otras. Por ejemplo, si los mencheviques de Yuli Mártov hubieran ganado a los bolcheviques en el segundo congreso del POSDR. O si hubieran pervivido los gobiernos de Piotr Stolypin o Kerenski. O un comunismo en el que el sucesor de Lenin hubiera sido Trostsky y no Stalin, con la ventaja de evitar las purgas que éste hizo en los cuadros dirigentes del PCUS, y así evitar las posteriores épocas de deshielo (Jrushchov), inmovilismo (Brezhnev) y deconstrucción (Gorbachov).


O la comparación con China, cuyo comunismo, tras su última revolución a partir de 1978 con Deng Xiaoping, dio a luz el socialismo de mercado. Este extraño híbrido habla de tú a tú a Occidente, es el mayor poseedor de deuda pública estadounidense (1,12 billones de dólares en bonos del Tesoro de USA) y su PIB igualará o superará al de USA en pocos años: un futuro inquietante para Occidente en economía, ciencia y política. Además, la política de China es una vuelta a las civilizaciones anteriores a Grecia y Roma: un estado que sustituye la oligarquía financiera tradicional y burguesía por la férrea dirección del PCCh. Y por eso China no tiene el problema de la deuda de los países occidentales (estos chinos no tienen compasión y nos van a comer por los pies).


Habría muchas más comparaciones posibles con otras culturas: la japonesa, india, precolombinas (azteca, maya, inca), africanas, etc. También podríamos comparar revoluciones: la inglesa (Oliver Cromwell), francesa (estatalista y burguesa), americana (antiestatalista), japonesa (revolución Meiji), rusa (estatalista y proletaria), turca, etc.


MI conclusión:
Podemos comparar culturas, medirlas y cuantificarlas, pero es difícil asegurar cuál es mejor o peor, porque hay cosas que la fría ciencia y la exacta matemática no miden: la felicidad y el bienestar del ser humano, del pueblo, de la gente. Además, en cada cultura las ideas cambian y evolucionan según la teoría de ”la ventana de Overton”, que nos dice que estas ideas son aceptables o no en función de la evolución de la opinión pública y los cambios sociales. Pero ésa es otra historia. Otra más, porque el ser humano es un ser histórico que hace historia: las historias de las distintas tribus.




Un Tipo Razonable