Si uno observa la naturaleza, puede colegir que hay una energía de cohesión y avance que ha dado lugar a la vida y a la inteligencia humana. Esa tendencia se equilibra con el caos, con catástrofes de extinciones masivas y con la muerte imprescindible para dejar paso a nuevas generaciones.
Pero si uno analiza la sociedad, llega a la conclusión contraria: las tensiones son mucho más patentes que los acuerdos y la brutalidad empaña la esperada inteligencia colaborativa. Y eso a pesar de que cada civilización surgió de un consenso donde el beneficio común, aun mal repartido, exigía cierta cooperación. Llegamos al siglo XXI con herramientas inimaginables y poderosísimas: Internet para acceder a las fuentes pero también difundir Mentiras; los avances en medicina y en neurociencia; la tecnología que nos puede hacer más fácil la vida pero que recalienta el planeta y lo llena de basura.
El colmo, las guerras que nos arruinan. Si miramos más cerca, tenemos políticos que son actores "la voz de su amo", empresaUrios, trabajadores que aborrecen lo que hacen y personas capacitadas que no tienen acceso a un puesto de trabajo digno. El colmo, los pensionistas al límite.
Pero es que el vecino es un insolidario, el cuñado es prepotente y hasta la pareja está en un bucle de insatisfacción que oscila entre el hastío y la depresión. Qué panorama, si se añade los achaques propios y los problemas del día a día.
La Derecha aplaude al millonario y defiende al corrupto, la supuesta Izquierda consiente la estafa de la "subasta energética" y no plantea soluciones para el pueblo. Media España ha dejado de votar, pero tampoco se implica en su barrio. Aquí termina el sermón de Jeremías el Llorón, y se abre el gran interrogante: ¿QUÉ HACER ante tantos problemas y tanto individualismo?
Porque es obvio que muchos han tirado pá lante sin pensar: los que viven de la explotación, sus beneficios se han duplicado; los explotados, bastante tienen con llegar a fin de mes sin que les corten la luz, les desahucien ni les despidan. Quedamos aún millones que aún tenemos cierto margen de recursos y de libertad: ni sobrevivimos al límite ni estamos con la conciencia acorchada por el dinero.
Supongo que, sin hijos, ese camino es muy tentador: "Ande yo caliente..." "El que venga atrás, que arree". Pero es muy duro soltarle eso mirándoles a los ojos: "Te dejo una mierda de mundo, con muchas menos oportunidades de las que dispuse yo y con una situación ecológica, económica, política y ética al borde del abismo".
El enfoque para que mis hijos no pierdan la cordura, la esperanza ni la dignidad es concebir la vida como una obra de teatro. Recoger PARA EMBELLECER la idea de Calderón en La vida es sueño, y de Shakespeare en Macbeth, Acto V, Escena V:
La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada”
Cada uno hemos subido a un escenario que nos ha sido dado, concebidos por unos padres no elegidos y en estos momentos estamos rodeados de personajes con quienes apenas congeniemos y que ni siquiera entienden igual ciertos conceptos. Pero tenemos la libertad de posicionarnos en los muchos huecos que hay libre; sólo el Rey tiene reservado el trono para su penoso papel de espermatozoide privilegiado. Y de empezar a elegir el texto que decimos, la coherencia de éste con los actos que realizamos y los compañeros de actuación, incluso el adversario que merece la pena enfrentar y no perder el tiempo con enemigos furibundos o tóxicos.
Como me he pasado la vida trabajando con la infancia, mis metáforas tienden mucho al jardín de infancia donde se cultivan todos las facetas de cada niño. Y propongo que ese papel teatral que cada uno asume y construye sea UNA CANCIÓN. Porque la música es más antigua que la palabra, y es capaz de trancender idiomas y culturas. Porque el Universo tiene su propio ritmo y la Tierra su propia melodía vital que no se abarca con explicaciones científicas sino con la escucha silenciosa, desde el respeto al entorno y con la admiración por tanta belleza que llena nuestros sentidos.
Ese sentimiento de actuar o contemplar intuyendo una Armonía es lo que hace que el albañil sepa que construye hogares, que el tendero sienta que ofrece alimentos, que el administrativo colabora en hacer la vida más fácil a las personas en sus gestiones. Es lo que dignifica el estudio para aprehender el mundo que nos rodea , cómo nos afecta y buscar cómo mejorarlo. Es lo que nos puede proteger de quienes "desafinan" con delitos, corrupción o maldades y asumir que el Caos también participa en el escenario pero que hay formas de distanciarse y disminuir el daño que generan personas enfermas, ignorantes, crueles o egoístas. Una minoría. Todos nos consideramos Protagonistas de nuestra película, y pobre de quien se sienta "actor secundario" por estar al servico de su familia de su Dios (oigo voces"). Pero en el escenario de cada vida hay decenas de actores que se cruzan, apoyan, interfieren, enriquecen o echan la zancadilla. Por experiencia, calculo que hay una décima parte de personas negativas, y sólo un uno por ciento son profundamente malas en su comportamiento: dañinas a conciencia y con poder para perjudicar. Me refiero a que nunca se puede dejar que esas personas lleven la voz cantante en nuestras vidas, incluso si eso requiere alejarse y renunciar a la comodidad de lo conocido. Lo más triste son esa masa indiferente que se inhibe ante la injusticia.
Y lo más gratificante, el compañero que da la cara, que protege o al menos nos acompaña. Y la lealtad recíproca que tanto tiene de verdadera heroicidad. Me encantaría que mis hijos entendieran ese juego de puntos de vista: uno es Protagonista de su vida, pero ha de aceptar y facilitar que sus amigos lo sean a su vez. Saber que hay personas que eligen papeles patéticos por su educación o que asumen roles atroces por su historia personal de maltratos o abandono.
Los roles que vayan eligiendo a lo largo de su vida será lo más parecido a esa "esencia" que nos empeñamos en buscar y que sólo es un constructo mental. "Somos" tal cual, y un día "dejamos de ser", así de simple.