viernes, 2 de julio de 2021

CONTRA EL ALTRUISMO

 Según la RAE, la palabra “altruismo” proviene del francés “altruisme”, y designa la diligencia en “procurar el bien ajeno aún a costa del propio”. Podría discutirse si el amor de unos padres por sus hijos es altruismo, o incluso el amor, real o supuesto, de un individuo por su país o incluso su clase social es altruismo, dado que , en realidad, de alguna manera el beneficio que se obtenga redundara en provecho propio o en la satisfacción del propio ego. Desde un punto de vista social, suele considerarse como altruismo aquello se hace en beneficio de personas a las que la persona con el llamado comportamiento altruista ni siquiera conoce. Eso parecería, cuando menos, lo más apropiado. 

Fue el filósofo positivista Auguste Compte quien acuñó la palabra en cuestión en el año 1851, y ello en una época en la que Europa se debatía en unos al parecer interminables conflictos de clase. Las revoluciones populares  de 1848 estaban muy frescas en la memoria, y, sobre todo, quedaba el recuerdo imborrable de la Revolución Francesa y de todo lo que esta supuso para el Viejo Mundo. Comte fue además durante años secretario y colaborador del famoso Duque de Saint-Simon, célebre reformador social, y, sobre todo, fue también el ideador del positivismo, y buscaba con sus ideas salir de aquella especie de marasmo social en el que se encontraba sumida Europa. Pero los conflictos sociales en Europa no harían sino enconarse hasta llegar a la revolución de la Comuna en París en 1870-71 inmediatamente después de la derrota francesa ante Prusia. 

De manera probablemente imprevista por su autor, la idea del altruismo fue ganando adeptos a lo largo del tiempo, aunque seguramente no en la manera en que a Comte le hubiese gustado. Porque en una sociedad de un alto grado de desarrollo capitalista, si bien incluso los más humildes pueden permitirse algún tipo de altruismo, algunos pueden ser más altruistas que otros, de la misma manera que también pueden ser más libres, como habría dicho George Orwell. Fue en Estados Unidos donde los grandes industriales y potentados más pronto descubrieron los grandes beneficios de cara a la opinión pública que el altruismo podía proporcionarles. Todos ellos acumularon sus fortunas mediante prácticas abusivas que persistieron durante décadas, y uno de ellos, Andrew Carnegie, se hizo portavoz del llamado “Evangelio de la Riqueza”, según el cual era deber de los ricos utilizar su dinero para dedicarlo a la filantropía. A estos millonarios les guiaba la creencia de que, por supuesto, ellos sabrían como nadie orientar las decisiones de política social evitando lo que ellos llamaban “el despilfarro”. Además, mediante la financiación de instituciones como las universidades, se garantizaban el dominio de los programas de estudio, con lo cual podían manufacturar alumnos que compartieran  de manera bastante aproximada su ideología y sus maneras de concebir la sociedad. Pero sobre todo, con ello se pretendía combatir la mala reputación que estos individuos se habían labrado en la sociedad norteamericana con sus prácticas monopolistas , los bajos salarios que pagaban a sus trabajadores y la creciente desigualdad social en el país. Todo esto no impidió que el presidente Theodore Roosevelt emprendiera una serie de reformas para fraccionar los monopolios e incrementar la competencia, como por ejemplo la Standard Oil de John  D. Rockefeller, otro de los más famosos “robber barons”. 

Especialmente en Europa, la filantropía fue cayendo en desuso para ser sustituida por la carga impositiva sobre las grandes fortunas, de manera particular en los países nórdicos y al socaire de la otra gran revolución de los tiempos modernos, la Revolución de Octubre de 1917. Las clases dirigentes ya no hacían una graciosa donación de parte de una parte minúscula de su fortuna, sino que era el estado el que se hacía cargo del reparto de la riqueza nacional para garantizar derechos como la sanidad gratuita, una educación accesible para las masas y pensiones de jubilación. Fue el canciller alemán Bismarck el primero en crear un seguro de enfermedad para alejar de este modo las tentaciones revolucionarias en su país, que de todos modos volverían a aflorar en Alemania tras la derrota en la Primera Guerra Mundial mediante la revolución espartaquista de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, sofocada a sangre y fuego por el gobierno del socialdemócrata Friedrich Ebert. 

En Estados Unidos, el auténtico catalizador de estas reformas fue el New Deal de Roosevelt. Es creencia común, muy difundida por la derecha neoliberal- volveremos sobre esto más tarde- que Roosevelt llegó al poder con un plan preconcebido para cercenar y poco menos que destruir el sistema capitalista. En realidad, y como explicó el economista John Kenneth Galbraith en su libro “El Dinero”, el primer instinto de Roosevelt al tomar el poder fue seguir una clásica política de austeridad, tras el fracaso de la cual siguió una política monetaria expansiva con rebaja de los tipos de interés. Fue a la vista de la inutilidad de esas medidas para enderezar el caos económico provocado por el crack del 29 y a través de portavoces del keynesianismo en Estados Unidos como por ejemplo el economista Irving Fisher, que se llegó a las políticas económicas del New Deal. Las reformas del New Deal no fueron bien acogidas por Wall Street, que se opuso a ellas desde el principio y llegó al extremo de planear el frustrado golpe de estado conocido como “The Business Plot”, en el que habrían estado implicados clanes como los de los Dupont y los Bush entre otros (1933). En realidad, lo que Roosevelt buscaba no era otra cosa que salvar al capitalismo de sí mismo y evitar una auténtica revolución socialista o comunista, algo que la parte más sensata de Wall Street supo entender aunque no fuera de buen grado. Sin embargo, la salida absoluta de la crisis no se produjo hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Y cabe recordar que la guerra es otra gran empresa estatal. 


De esta forma, el tipo impositivo para las grandes fortunas en Estados Unidos llegó a ser del 90%, y no bajaría hasta la época del presidente John F. Kennedy, cuando fue reducido a 71%. Pero no sería hasta la llegada de Reagan al poder en 1980 que el asunto de la reducción de impuestos y la famosa “trickle down theory” se convertirían en un ariete ideológico contra todas las conquistas sociales ganadas a pulso por las clases trabajadoras. 

De manera que ha sido en las últimas décadas, en los 40 años que han transcurrido desde la contrarrevolución reaganiana, que el concepto de “altruismo” de los Vanderbilt, Carnegie, Rockefeller y compañía ha vuelto a tomar todo su viejo y ominoso sentido. De nuevo las grandes fortunas pueden demostrar su infinito amor a la Humanidad por el sencillo procedimiento de evadir el fisco lo mejor que pueden y luego dedicar lo que para ellos es calderilla a supuestas obras de beneficencia que, en realidad, suelen redundar en su propio beneficio de una manera u otra. Es harto sabido que personajes como Jeff Bezos, Mark Zuckerberg o Elon Musk ni siquiera pagan impuestos al tesoro de los Estados Unidos, y el propio Warren Buffett dijo sin tapujos que su secretaria pagaba más impuestos que él. En cuanto a Bill Gates, no sólo posee un negocio prácticamente monopolista, como es Google, sino que determina en gran medida las políticas de vacunación  del mundo entero mediante la famosa alianza GAVI, influye en las políticas educativas de su propio país, y es uno de los cabecillas de la contrarreforma que está teniendo lugar en la India y que pondrá en manos de empresas como Google, Facebook, Walmart,  Bayer Monsanto y otros gigantes del ramo casi toda la riqueza agrícola de ese país. 

Otro caso a tener en cuenta es el del celebrado Amancio Ortega en España, el famoso dueño de Inditex. otro experto en mantener activos en compañías fantasma en paraísos fiscales como Luxemburgo https://www.infolibre.es/noticias/politica/2021/06/21/amancio_ortega_mantiene_luxemburgo_dos_companias_con_casi_300_millones_activos_121919_1012.html. La mayoría de la producción de sus fábricas tiene lugar en países con una mínima protección de los derechos laborales, tales como Bangladesh, escenario, por ejemplo de la tristemente célebre tragedia de Rana Plaza, si bien la compañía Inditex no fue una de las involucradas en la catástrofe. Las grandes multinacionales de la moda, tales como Mango, El Corte Inglés, Mayoral, Carrefour, C&A, etc., tuvieron que firmar un acuerdo llamado “Accord on Fire and Building Safety in Bangladesh” a raíz de aquel suceso.  Pero quizá cabría agradecerle al empresario español que por lo menos no comparta los delirios galácticos de personajes como Elon Musk o Richard Branson, empeñados en colonizar el espacio por sus propios medios, quizá llevando a cabo de manera consciente o inconsciente un inicio de proyecto similar al que se muestra en la película hollywooodense “Elysium” (2013), en la cual los grandes billonarios de la Tierra se refugian en una gigantesca estación especial aclimatada para ser casi un paraíso mientras que en el abandonado planeta Tierra la inmensa mayoría de la raza humana vive en una especie de gigantesca favela brasileña, sin la menor comodidad o protección social y sin otro imperio de la ley que no sea la de la jungla. 


Veletri

Bibliografía

-India’s Farmers and the Liberal Playbook https://www.counterpunch.org/2021/06/24/indias-farmers-and-the-neoliberal-playbook/

-Capital, Profits and Wages in 2021 

https://www.counterpunch.org/2021/06/24/capital-profits-and-wages-in-2021/

Wikipedia: Robber Barons 

https://en.wikipedia.org/wiki/Robber_baron_(industrialist)

Wikipedia: Business Plot

https://es.wikipedia.org/wiki/Business_Plot