viernes, 29 de enero de 2021

NADA para mis hijos, sólo Aquí y Ahora

 Es demoledor pero clarificador decir a tus hijos:

“He llegado a la conclusión de que No soy Nadie,

y Nada os puedo dejar como herencia, porque Nada poseo.

Mi existencia terminará, y también la vuestra.

Mi único legado sería liberaros de las mentiras:

Dios, el Dinero, el Poder, la Fama, el Control,

el Miedo, la Hipocresía, el Egoísmo.

Ser un modelo de Gratitud, Participación y Serenidad.”

Mi principal descubrimiento, como un testigo para el relevo:

el Silencio. “Menos es más”. Basta de correr,

de calcular, de competir, de sacrificarse.

No demostrar nada, sino optar desde la Serenidad.

No hay temor a equivocarse, sino valentía:

iniciar un  camino, honestamente, asumiendo

que puede ser que haya que cambiar el rumbo,

porque en todo uno aprende y aportar y disfruta.

El Sentido de cada vida se lo da uno:

satisfacer la propia curiosidad,

disfrutar de la amistad cómplice,

sentirse útil para algún prójimo.

Allá el que no desee comprender,

cuyas relaciones sean interesadas,

que sólo pretenda acumular posesiones:

el “Anillo de poder” será su ruina.


Sólo el Silencio permite intuir

la Armonía que rige el Universo.

Las palabras explican aspectos parciales:

se necesitan miles para cada idea,

y miles de ideas para construir la visión general

que cada ciencia, cada filosofía, cada arte o relato 

 ofrecen como interpretación a modo de escáner

de las diversas dimensiones de la realidad.

El Silencio requiere disciplina:

acallar los ruidos exteriores (pantallas)

y calmar los ruidos internos (mente)

para que sólo sea un murmullo de fondo.

Entonces uno oye los latidos del corazón

que bombea el oxígeno y los nutrientes,

inspira con gratitud y espira con calma

inmerso en el ciclo de la Vida.

Las preguntas son herramientas 

para entender lo que nos sucede

y para aportar lo que podemos,

nunca una carrera para controlar lo exterior.

Insaciable es nuestra mente: para desear,

acumular dinero, manipular a los demás 

y enredarse en enigmas y respuestas

que nos acaban paralizando como una telaraña.



Mis hijos no necesitan un profesor, y menos un gurú.

Necesitan un padre como referente claro

para decidir qué les gusta y qué no de ese modelo,

una persona que escuche y no juzgue.

En el siglo XXI no va a valer lo del anterior:

la superficialidad y la velocidad aturden,

pero quien sea capaz de mantener la calma

podrá fluir lúcido y sano en esa vorágine.

En una dinámica de máscaras y vídeos,

de depender de la opinión de otros, virtuales,

quien sea dueño de su propia mirada

y sea leal a sus amigos,  servirá como faro.

Sabemos que la Pandemia nos desnuda,

es una lástima que no sirva para Abrir los Ojos,

para construir algo nuevo de las ruinas;

sólo agrandará el abismo entre pobres y ricos.

Mi elección es la del lobo Estepario,

el outsider que contempla sereno

mientras aporta lo que buenamente puede

con la esperanza de que dé fruto.


Hace poco, un compañero de trabajo,

Alguien con quien sólo cruzo saludos corteses,

me suelta: “Tienes una mirada bondadosa,

Eres una buena persona”, y fue un hermoso regalo.

Pensé: “Y también tengo una mala hostia…”

pero eso no contradice, sino que complementa.

Ser generoso, colaborador, flexible, positivo

no evita que uno se encabrone con los egoísmos.

“El loco que decía Buen Día” es un relato

de Poldy Bird, lleno de ternura y determinación.


http://elixiresparaelalma.com.ar/blog/2010/11/28/cuento-de-poldy-bird-el-loco/


El rol de un “loco enamorado” como Francisco de Asís,

un loco enajenado de su Ego serio y egocéntrico.

Un bicho extraño, “el abogado de pleitos pobres”

en el colegio, el scout fiel y eterno,

el maestro soñador y hippie frustrado,

el político insumiso que no pilla cargo.

Una historia de la que he sido protagonista

que ha dado sentido a cinco décadas de búsqueda,

que no importa cómo termine porque no pretendo

vender mi película a nadie y menos a mis hijos.

He disfrutado y he aprendido, he luchado

Y discutido, en una vida intensa y plena.

Ahora y Aquí: fundirse en un Todo

en que participo con mi humilde candil.


Sentido Común