Los extraños atentados del 11-S del 2001 en Estados Unidos –considerados por algunos “conspiranoicos” como atentados de falsa bandera- iniciaron una dinámica nueva dentro de la OTAN aparte de inaugurar la llamada “guerra contra el terror”. De manera casi inmediata, el gobierno de los Estados Unidos ideó un plan de campaña a escala mundial, ya que el propio secretario de defensa, Donald Rumsfeld, dijo a los pocos días del atentado que el frente de batalla podría abarcar incluso 60 países . Y por supuesto, dentro de esos 60 países estaban incluidos los países del llamado “Axis of Evil”: Iraq, Irán y Corea del Norte. Incluían asimismo a los siete países que tenían regímenes que, según el general Wesley Clark, antiguo comandante supremo de la OTAN, era necesario derribar para asegurar el cumplimiento del PNAC (Plan for a New American Century): Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. (https://hippie.wikia.org/wiki/Seven_Countries_in_Five_Years)
Las primeras y más visibles consecuencias de esos atentados para la población civil fue la introducción de unas medidas de seguridad en los aeropuertos que de alguna manera prefiguraban las de la paranoia que casi veinte años traería aparejada la pandemia del Covid-19, y un generalizado recorte de las libertades –sobre todo en Estados Unidos- que se cristalizó en la famosísima Patriot Act, que permitía un control casi absoluto de las comunicaciones privadas en los Estados Unidos además de otras muchas intromisiones en la libertad individual. En el plano exterior, y aunque la gran mayoría de los presuntos autores de los atentados del 11-S eran de nacionalidad saudí, la primera campaña militar seria fue la invasión de Afganistán, ese país montañoso y arisco que a través de los siglos había resistido los intentos de invasión británica, la ocupación militar de la URSS y ahora se enfrentaba a los ejércitos de la OTAN, que por primera vez en su historia actuaba fuera del teatro de operaciones europeo, en el que se había estrenado con motivo de la guerra multiétnica de Yugoslavia. El pretexto para el ataque a Afganistán fue la supuesta presencia en el país de Osama Bin Laden, quién habría sido el urdidor de los atentados. Veinte años después, las tropas estadounidenses todavía se encuentran allí.
En realidad, lo raro es encontrar un país en el mundo en el que Estados Unidos no tenga alguna presencia militar. El imperio americano posee más de 800 bases en el extranjero, distribuidas en 150 países. En contraste, China sólo posee una en Djibouti, en el cuerno de África, y Rusia sólo unas pocas en todo el mundo, la mayoría de ellas en países de la extinta URSS, más una en Siria. Quien sigue a Estados Unidos en este ranking es el Reino Unido, que aún hoy en día tiene 145 bases militares en 42 países, según “Declassified UK”. https://en.wikipedia.org/wiki/Overseas_military_bases_of_the_United_Kingdom. Parece que el Imperio Británico no se ha extinguido de todo, porque a este poderío militar cabría añadir el poderío económico que proporcionan los paraísos fiscales del tipo de las Bermudas que el Reino Unido tiene esparcidos por todo el mundo.
Como era de esperar, esa nueva guerra contra el terror contribuyó a inflar todavía más el presupuesto militar de los Estados Unidos. Ya no se hablaba del “peace dividend” que supuestamente tenía que proporcionar el triunfo sobre la Unión Soviética y sus aliados en la Guerra Fría, porque ahora urgía confrontar la amenaza terrorista. Y la segunda pieza cobrada por la administración Bush en esa guerra fue el Iraq del dictador baasista Sadam Hussein con el famoso prolegómeno de las “WMD”, siglas de “armas de destrucción masiva” en inglés que , según se dijo en su día en las mismísimas Naciones Unidas, Sadam poseía. La charada del Triángulo de las Azores, con participación española por parte del inefable presidente del gobierno Aznar, fue la teatralización definitiva de toda esta campaña cuya culminación llevo a la destrucción de la nación iraquí con un balance de un millón de muertos entre los masacrados en la guerra por las tropas aliadas y el medio millón de iraquíes muertos a causa de las sanciones económicas en vigor contra Iraq desde la década de los 90 y la primera guerra del Golfo.
Ahora, casi dos décadas después, arguyen los estrategas del Pentágono que hay que volver a cambiar de paradigma estratégico. La llamada guerra contra el terror no ha dado, o al menos así parece, los resultados esperados y es el momento de volver a las doctrinas clásicas de carrera de armamentos contra las supuestas grandes potencias enemigas, vg., China y Rusia. Por supuesto, lo que nunca se recuerda es que el complejo militar-industrial que verdaderamente gobierna los Estados Unidos, y que es una de las innumerables fuentes de riqueza del célebre 1%, NECESITA la existencia de enemigos constantes para justificar su propia existencia. Da igual que Estados Unidos gaste más en sus fuerzas armadas que los diez países del mundo que le siguen juntos; que se gaste más en defensa que en educación, vivienda y sanidad juntos; el gasto jamás es suficiente para satisfacer las necesidades que el Pentágono y los órganos de inteligencia como la CIA afirman necesitar. Y la pandemia del Covid no ha hecho sino agudizar esta situación: con 30 millones de norteamericanos en el paro y otros catorce millones en riesgo de desahucio, la extrema desigualdad y el exiguo gasto en temas sociales de la sociedad norteamericana se han vuelto más evidentes que nunca. Por todos los Estados Unidos se ven líneas interminables de personas esperando conseguir algunos alimentos en los establecimientos de la beneficencia pública, que a algunos les recuerdan lo que ocurría en la URSS cuando en ese país el mantener la carrera armamentística con los Estados Unidos obligaba a restricciones de todo tipo. De hecho, la esperanza apenas disimulada de los arquitectos de la política exterior norteamericana es repetir la misma jugada con el nuevo oponente chino; obligar al gobierno de Pekín a frenar su crecimiento económico distrayendo una parte esencial de sus recursos al gasto armamentístico. Aunque algunos economistas norteamericanos consideran que es muy posible que esta estrategia no funcione contra el gigante asiático y que incluso podría salir el tiro por la culata dado que es muy probable que el PIB real de China haya superado ya al norteamericano.
¿Pero cuál es la naturaleza real de las guerras que se están librando en la actualidad, dado que el enfrentamiento nuclear, ahora lo mismo que hace cincuenta años, parece impensable? En primer lugar, no todos han descartado la idea de la apocalipsis nuclear, sólo que se trataría, en su visión, de una apocalipsis nuclear “limitada”, con armas nucleares “estratégicas”, de un alcance restringido, que podrían alterar la naturaleza de un nuevo conflicto mundial. Esta idea demencial floreció en la época de la presidencia Reagan, y determinados dr. Strangeloves del Pentágono aún no la han desechado por completo. Pero las guerras que se están librando en la actualidad, son multiformes, y no todas reportadas por el muy manipulado MSM (main stream media) occidental. Está la obvia guerra económica y de presión diplomática y militar constante contra países como Venezuela o Cuba, sin olvidar los golpes de estado en Honduras y Paraguay de la era Obama; y luego hay conflictos de los que apenas se informa, como el genocidio llevado a cabo por Arabia Saudí en Yemen, la violencia gubernamental extrema en Haití contra la población por parte del gobierno apoyado allí por Trump https://www.counterpunch.org/2021/01/01/canada-haiti-and-venezuela/ , y la reciente derrota del llamado Frente de Liberación del Pueblo de Tigray –apoyado por los Estados Unidos- en Etiopía a manos de los militares leales al gobierno, algo también ignorado por los medios occidentales. https://www.dw.com/es/etiop%C3%ADa-primer-ministro-ahmed-reemplaza-a-jefe-del-ej%C3%A9rcito-en-medio-de-ofensiva-militar/a-55536511, y, por supuesto, el interminable conflicto sirio, con esos supuestos “freedom fighters” islamistas financiados por Occidente. En resumen, son unos frentes muy parecidos a los de la Guerra Fría, con sus numerosas aplicaciones del llamado “Jakarta Method”, es decir, el genocidio de masas populares como el producido en Indonesia en los años sesenta, cuando el régimen del general Suharto exterminó a un millón de comunistas y simpatizantes izquierdistas. Pero quizá la más paradójica de estas guerras de baja y no tan baja intensidad sea la que se libra contra los habitantes del mismo corazón del imperio capitalista, los Estados Unidos, en ciudades tales como Seattle, Portland o Chicago, pero podría ser cualquiera de ellas. Allí , la policía, armada con tanquetas y armas de guerra que son “surplus”, excedente de las guerras del Golfo, y con policías entrenados en técnicas de represión por oficiales del ejército israelí, a su vez forjados en innumerables operaciones de represión contra los palestinos, convierte determinados barrios en auténticos teatros de operación militar. Se estima que la policía de los Estados Unidos ejecuta de manera injustificada a unas mil personas al año, en un alto porcentaje negras –alrededor del 40%, cuando la población afroamericana en los Estados Unidos apenas llega al 14%-.
Cuando un país llega al extremo de emplear tácticas y armamentos militares contra sus propios subditos– y ya se sabe que las armas empleadas condicionan las tácticas-, se puede decir que el país en cuestión está ya muy cerca del fascismo. Y quizá este sea el único desenlace posible de un sistema capitalista aplicado en todo su salvajismo. Entretanto, y con tanto presupuesto dedicado a promocionar la guerra, se está descuidando la lección que sí podemos aprender de esta pandemia; justamente que eso que llamamos “naturaleza”, no busca “advertirnos” de nada, sino que , simplemente, con su atemporal indiferencia, nos ha lanzado una de sus infinitas armas de destrucción masiva –mucho más reales que las de Saddam Hussein-, y que en vez de acumular tanto armamento nuclear y de todo tipo se haría mejor en acumular equipos de protección personal en los hospitales y otros centros sanitarios y, sobre todo, en investigar y proyectar vacunas sobre todos los virus que potencialmente puedan atacar al ser humano .Y por cierto, hablando de “avisos” de la naturaleza, ¿de qué quería “advertir” la naturaleza a los murciélagos cuando les afligió con esos al parecer de más de treinta virus que eventualmente podrían transitar a la especie humana? Hay cosas que jamás entenderé. Pero eso sería el tema para otra entrada.