“Subnormalidad”: deficiencia mental patológica sufrida por alguien con capacidad intelectual inferior a lo considerado normal. En este sentido, sería imposible tachar de “subnormal” a lo que hace la mayoría. Pedro Sánchez es un genio de la NeoLengua: la Nueva Normalidad que él proclama consiste en el comportamiento temeroso, pasivo e irreflexivo que desea para España. “Cien millones de moscas no pueden equivocarse: coma mierda”.
Estoy describiendo un estado, una actitud colectiva generalizada, no juzgando a individuos. Justamente el problema radica en que millones de personas han renunciado a su individualidad, a abrir sus ojos y su entendimiento, a pesar de los CIEN días que la pandemia nos ha ofrecido para reflexionar y tomar las riendas de nuestra vida. A Jesús de Nazaret le bastaron cuarenta días de ayuno en el desierto para tener claro qué hacer con su vida, cómo gestionar sus últimos días… y la que lió.
A los gobiernos se les concede (salvo estas Derechas sanguinarias) cien días de confianza antes de pedirles cuentas. Tras cien días, hemos salido del confinamiento sedientos de cerveza pero cegados, sin lucidez alguna. Quizás porque no nos hemos mirado desnudos en el espejo, sino que hemos contemplado la tele como si fuera una ventana al mundo, cuando es un guiñol de cachiporra.
La OMS define “subnormalidad” como la dificultad de adaptación, maduración o de ambas cosas. Nuestra sociedad globalizada ha demostrado que carecemos de ambas:
• No nos hemos ADAPTADO al entorno del planeta, sino que lo hemos arrasado hasta lograr que los virus silvestres salten contra nosotros. Respiramos humo, comemos microplásticos, insecticidas y hormonas de engorde y cada vez el agua escasea más.
• Tampoco hemos MADURADO colectivamente: la mayoría vive en un estado de eterna adolescencia irresponsable, de chavales cargados de deseos básicos de sexo, comodidad, prestigio ante sus colegas y, si es posible, vivir sin dar un palo al agua gracias a un golpe de suerte. “De joven soñaba que me comía el mundo… y me comió”.
¿Alguien se ha preguntado ahora qué pasa con todo ese discurso belicista, cuando nos han desmovilizado a la población, y el millón de parados anda esperando “la paguita” que les permita comer, y otro millón está comiendo gracias a los ERTEs, además de otro millón flotante que tiembla por si la recuperación no llega a tiempo para que su empresa no cierre? Porque Felipe el Sexto de Borbón nos ha ofrecido un consolador discurso “lleno de esperanza”… y nada más.
¿Alguien ha echado las cuentas de cómo era que el tratado de Maastricht en 1993 exigía una Deuda pública por debajo del 60% del PIB, que un 100% era “escandaloso” en el 2015, pero que asumamos que llegar al 115% será viable y no supondrá el estrangulamiento del Estado? Porque el FMI plantea para España una caída del 13% del PIB, la peor del mundo.
¿Alguien duda que en pocos años cada una de las patas del estado de Bienestar será vendida al mejor postor en una subasta amañada que nos hará más pobres y más indefensos?
Lo peor no es que las preguntas tienen difícil solución, sino que apenas un pequeño grupo nos las hacemos. El resto, anda bebiendo cerveza, repartiendo abrazos y caminando sin mascarilla, porque “LO PEOR YA HA PASADO”… ¡y unas narices! ¿Somos o no somos SUBnormales? La respuesta: el discurso oficial nos habla de Inmunidad de REBAÑO, con todo su desprecio hacia el pueblo. Ellos, tan finos para otras cosas, no se molestan en traducir y buscar el eufemismo de “inmunidad colectiva”: es mucho mejor cagarse en la dignidad y decirnos a la cara “borregos”.
“El silencio de los corderos” nos podría enseñar (si se lee el libro y uno no se conforma con la magnífica película de acción) que siempre habrá sociópatas, personas insensibles al dolor ajeno, que medran gracias al miedo, a la pasividad de la mayoría: Indefensión Aprendida que nos paraliza. Ya somos mayorcitos, y debemos reconocer que, como buenos carneros, tenemos cuernos para poder embestir y defendernos de los carniceros que viven a nuestra costa. Pero eso no se logra sólo con la queja, sino estando dispuestos a sacrificar nuestra comodidad y autocomplacencia. La injusticia cambia si los oprimidos fuerzan la situación, nunca será una concesión de la clase dominante.
Una clave para el cambio: “Lo Sano no es lo Normal”, y viceversa. Vivimos en un Sistema basado en planteamientos muy alejados de la salud física, mental, emocional y social. Cada paso para recuperar elementos saludables (físicos, hábitos de consumo, actitudes responsables y acciones comprometidas) es útil para empezar a transformar esta sociedad ante el Colapso que YA está en marcha. Decisiones individuales, compartidas con las personas cercanas son un granito de arena que, al menos, impiden que nos sintamos indefensos y amargados ante el avance de la acumulación de riqueza en poquísimas manos y la aceleración del cambio climático.
Sentido común