Todos los días somos víctimas de manipulaciones diversas. Todos los días nos atacan, o pretenden hacerlo, con zafiedades cada vez más y mejor elaboradas. A partir de esos instantes, ya depende de la gente que se siente, o se sienta manipulada, el hacer caso omiso, en contrastar la información o sencillamente en denunciarla. Pero eso no sucede a día de hoy en España. Incluso diría que a nivel planetario tampoco sucede. A la vista está que los manipuladores campan a sus anchas, cada día son más y mejores (o peores, depende del punto de vista) y cada día la manipulación se reinventa y aumenta, tanto en tamaño, como en daño y en volumen o dimensión.
La manipulación tiene diversos niveles, y en función de las necesidades, se usa para alcanzar los objetivos previstos. Desde la manipulación más elemental, hasta la más depurada. Y es triste, pues si bien la manipulación sibilina y subliminal, es de difícil detección, no lo es tanto la más burda y elemental, y esa es la que se produce en mayor cuantía y con mayor frecuencia. Pues ni con esas. La gente, ni se entera, o si lo hace, no reacciona, lo cual les da cancha a los manipuladores para seguir haciendo de las suyas a costa de la salud mental de los que reciben esa manipulación, y no reaccionan, no denuncian o simplemente guardan silencio o se rinden.
Casos flagrantes de manipulación son aquellas escenas que muestran lo peor de una cultura, una raza, un pueblo o una situación geográfica. Eso hace percibir en la gente la necesidad de repudiar o de despreciar a esa puntual señalización de los manipuladores. Ejemplo, Palestina. Otro ejemplo, Venezuela. Y así podríamos estar enumerando casos de manipulación intencionada con claras y aviesas pretensiones de influir en las mentes de las personas.
Pero ahí voy, a la culpabilidad, y debo insistir en ello: la culpa no es de quien manipula, y aunque sean unos desgraciados mal nacidos, eso no es suficiente como para no declarar como verdaderos culpables a los que se dejan manipular, a los que consienten la manipulación sin contrastar o sin exigir. Ahí radica la razón de esta mala hierba que nos invade. Esa manipulación existente que acabará por destrozarnos vivos a poco que sigamos consintiéndola y tolerándola. Ya no depende de los manipuladores. Solo está en nuestras manos. Manipulemos, legítimamente y por derecho, a los manipuladores.
¡Malditos sean!
ADENDA: ES LA POSVERDAD MODERNA. SIGLO XXI.
Tititokokoki