En un principio el título era “Los otros cabrones”, pero me pareció demasiado malsonante para una entrada. Y utilizo el término “otros” porque si nosotros, los occidentales, somos malvados, los susodichos “otros” de otras culturas lo son también. Así que no los idealicemos solo por el hecho de no ser occidentales, porque se comportan igual que nosotros (incluso peor, y de hecho lo han hecho a lo largo de la historia). Esto debe quedar claro después de haber juzgado a los precursores culturales de Occidente con saña e inquina. Y después de haber masacrado a Platón y compañía llamándoles fascistas, autoritarios, totalitarios, clasistas y elitistas. Al mismo tiempo que hemos deconstruido Occidente trocito a trocito (que quizás lo merece, no digo que no) y nos hemos autocriticado y autoflagelado con el cilicio del cronocentrismo feroz de estándares presentes. Así que podríamos seguir esos mismos patrones con otras culturas, que también podrían ser debidamente criticadas, deconstruidas y trituradas, porque destruir es más fácil que construir y el Mono Sapiens es especialista en ello. Por eso el Che Guevara dijo que “necesitamos más hombres que construyan y menos que destruyan”.
viernes, 29 de julio de 2022
HISTORIA COMPARADA: LOS OTROS
viernes, 22 de julio de 2022
Tempus fugit (o la soledad de la manilla pequeña)
Los tiempos cambian que es una barbaridad, que decía José Botella Bonaparte.
todo, todo cambia, nada queda que dijo Ben o Vente aquel pueblo zamorano.Y digo yo,¿porque he de ser serio si los que son serios están mas amargaos que yo? o están están guerreando allá por Ucrania o Siria o Yemen tienen secuestrada la seriedad hasta limites de cautiverio?
No seré yo quién os amargue esta lectura breve y tontaja. No tenemos tanto tiempo (yo menos aún) para tantas tristezas y preocupaciones así que venga esa jota y tanguillos.
Decía o citaba al comienzo al Sr.de los Intereses Creados porque...¿porqué, que ya no me acuerdo?
Bueno poco a poco llegaré a donde no quiero, ya verás. En fin ahí voy con una red por paracaídas a terrible velocidad.
El Borbón más chungo e hijo de puta parece ser que fue el séptimo. Vendió todos los más de 500.000 Ktros cuadraos sin contar América por la sobras de un plato de lentejas. Se le perdonó sus guarradas a cambio de ser un niño bueno, y el tío dijo que síiii, y en cuanto que tuvo el bastón de mando al muy cabestro la lio de nuevo.! Joder que felón de verdad; casi como este descendiente y digo casi porque el espectáculo del palomo de pasearse par las Españas después de estar viviendo en la democrática Abu Dabi como un jornalero recogedor de papas sin arrugar, es traca pura. Al pastel aún le faltaba una guinda y se la puso diciendo "¿Explicaciones, de qué?
Tras el pastón esquilmado a los tontos de turno (Nada de turno que somos los únicos tontos de la cola) el tío viene en avión privado que nadie tiene el mal gusto de aclarar ¿Quién lo ha pagado o si ha sido otro más de los generosos regalos que sus rumbosos amigotes le han apoquinado?
Yo a él no le veo con ganas de pagar nada.
Entre lo que ¿Está gastando en el Emirato aquel y los polvos a princesas enamoradas de su real pito, andará corto de bienes? Pues rebuscando en los Intereses Creados no veo en ninguna página una pregunta estremecedora.
¿Sería posible hoy es España -ya sin colonias tan siquiera- una nueva entrega del pais por parte del felón como aquel VII Borbón? los yankees abrían sus amantes y tiernos brazos a esta caduca España? se podría repetir aquella romántica historia que lleno las calles del pais con nombres de héroes como los de Daoiz y Velarde, o Agustina.
Ya sé que el Juanca no puede por estar jubilao como yo (pero con otra paga que para eso se lo ha currao) pero, el hijo o la nieta (si llega a la meta) podría repetir tal hazaña (revolucionaria en su tiempo y en la Historia de la Humanidad. desde luego yo no movería ningún dedo para defender esto.! A no ser que fuera contra los Yankees!
Pensemos si nos gustaría ser llamados Iberoyankis o Espausa subnormales para no cambiar demasiado.
Tenía que decirlo.
Antonio RL
viernes, 15 de julio de 2022
NI NORMAS NI INSULTOS NI LEY, NI DIOS NI REY
Con solo poner un pie en la calle ya tenemos que cumplir algunas Normas:
Deberemos ir por la acera si somos un peatón y cruzar la calle por los semáforos o pasos de cebra habilitados, cuando tengamos luz verde o estén debidamente señalizados, para tener algún derecho reconocido ante un atropello. Si vamos en bicicleta o patinete, solo podremos ir y aparcarlas en los espacios habilitados y con casco homologado.
Si tenemos un vehículo, deberemos haber superado el examen para la obtención de carné de conducir y respetar todas las normas de circulación, velocidad y estacionamiento. Obviamente no podemos ir por la acera, ni aparcar encima de ellas o en lugares prohibidos. Y debemos tener un seguro obligatorio de daños a terceros o asegurar el auto a todo riesgo.
Siempre deberemos llevar consigo el DNI en vigor, para que podamos identificarnos ante la autoridad competente. Y si vamos al extranjero deberemos llevar el pasaporte.
Si queremos sacar dinero de un banco debemos identificarnos ante el cajero o tener una tarjeta validada por la entidad, si lo hacemos desde un cajero automático.
Si vamos al médico deberemos llevar el DNI y la tarjeta sanitaria para que nos atiendan previa cita telefónica.
Hasta ayer la única válvula de escape ante tanta presión y tantas normas que atentan contra nuestra libertad de movimiento y expresión, estaba en asistir a los espectáculos deportivos, previo pago de una entrada. Allí nos desahogábamos y vociferábamos hasta la extenuación contra los árbitros o jueces auxiliares, porque siempre se equivocaban contra nuestro equipo favorito. Era un sufrimiento que a duras penas sobrellevábamos y que solo conseguíamos aminorar, si les insultábamos y les recordábamos a ellos, lo que pensábamos de sus familias o les arrojábamos una botella, un mechero, una tuerca o una cabeza de cochinillo.
Pero este desahogo o válvula de escape se lo han cargado, con el VAR se lo han cargado. Una serie de cámaras lo que, en el argot del blog, serían pantallazos, avisan al juez de campo si ha habido una infracción previa que invalide la acción o el gol. Es más, el árbitro lleva una pulsera que le indica si el balón ha entrado totalmente en la portería y es o no gol. Y eso no es lo peor, hay seguratas y cámaras de vigilancia que graban al público y que son capaces de detectar a quien arroja algún objeto al césped con intención de dañar al árbitro o al equipo contrario.
Y hablando de cámaras, como está prohibido por ley insultar, agredir o robar a las personas que vayan por la calle, en todas las grandes ciudades y zonas conflictivas de posibles robos y asaltos con violencia, hay cámaras por todas partes para detener a los infractores y castigarlos de acuerdo a la Ley Penal.
En el tenis, aparte del juez de silla y auxiliares en cada línea, al pantallazo se llama el ojo de halcón donde se puede confirmar si la pelota toca o no la línea que delimita el campo. Y en el boxeo más de lo mismo, un árbitro en el ring y varios jueces en sillas que deciden quien es el ganador.
Con Hacienda que somos todos, hemos tocado. Que no se le ocurra a nadie ser insumiso fiscal y no presentar la declaración anual obligatoria si la ley lo dice. Y no se te ocurra equivocarte.
Con los blogs pasa algo parecido, la inmensa mayoría de ellos tienen moderadores que banean al que se pase de la raya insultando, menospreciando o choteándose de cualquier persona que participe libremente.
Con las profesiones más de lo mismo, podemos decir que somos hasta cura, pero es imprescindible acreditar ante los diferentes Colegios que hemos superado la licenciatura o diplomatura de nuestra profesión y cumplimos las Normas o requisito para ejercerla. De las profesiones donde se obliga a vestir con uniforme o traje especial como sanitarios, policías o bomberos, no voy a decir nada por la obviedad de su obligatoriedad.
Y dentro de casa la misma historia, para que nadie nos pueda echar de ella, tenemos que acreditar que está escriturada en el registro de la propiedad a nuestro nombre y libre de cargas o hipotecas pues a un incumplimiento de esta, viene el banco y se la queda.
Y qué decir de mí, me llamo Iván, pero nunca me gustó, siempre quise llamarme Maximiliano y que no me hubiesen bautizado ni hacer la primera comunión, ni estudiar, ni casarme, ni tener hijos, ni mascotas, aunque al final he tenido que cumplir norma tras norma.
Mi epílogo es sencillito, de todos los comentaristas que nos visitaban, algunos se pasaban todo el día insultando a troche y a moche a diestro y a siniestro, de pronto se han endulzado de tal manera en su nueva y propia casa de tal manera que ahora nadie los reconoce, son casi hermanas ursulinas. Bueno, pero no del todo, los ahora jefes y desenmascarados multinick del blog de la libertad, siguen practicando el recurso de: “Policía buena, policía malo”, incluso ya están empezando a enseñar la patita, volviendo por sus fueros de provocar, insultar y chotearse de Zubi, Mickdos, y de UTR (tenemos ojo de halcón).
Dejando a un lado el consabido masoquismo, el silencio posterior o mirar para otro lado de los allí presentes, antes estos hechos, ya se sabe lo que dice el refrán: “Sarna con gusto no pica”.
Así que ahora, los amantes de la libertad total, aunque no se hayan percatado de la malévola jugada, han conseguido poder insultar y ser insultados sin freno alguno.
La pregunta que debería hacerse es: ¿Insultos sí o insultos no?
Aquí decimos: Insultos y mentiras, no.
Y como lo prometido es deuda, se darán explicaciones a quien las pida de todo lo acaecido estos tristes días, pero no se aceptarán ni mentiras ni acusaciones sin pruebas.
Ivanjoe
viernes, 8 de julio de 2022
No hay mal que por bien no venga
Aprovechando que la guerra pasa por Ucrania, voy a proponer una ucronía. Soy de la opinión de que si Franco no hubiera vencido en la G.Civil ahora, nosotros y medio mundo, podríamos estar bajo la bota de la Gestapo (https://es.wikipedia.org/wiki/Gestapo).
En el final del verano de 1940 la Alemania nazi había vencido a sus enemigos occidentales; Francia estaba rendida y humillada mientras que GB se sentía sola y acosada, refugiada en sus islas. Sus conexiones con el mundo dependían de su capacidad para mantener abiertas las rutas mercantes y, particularmente, la conexión con su Imperio asiático dependía de la capacidad de la Flota mediterránea inglesa con base en Alejandría y de la Fuerza H con base en Gibraltar para mantener el tránsito por el Mediterráneo. Rodear Africa desde GB hasta Alejandría suponía un viaje de tres meses. Del dominio de ese mar dependía también la seguridad para el medio Oriente y su petróleo, tan ansiado por el Eje, así como la posición de Turquía, siempre ambivalente.
En septiembre de 1940 faltaba aún casi un año para que los alemanes atacaran Rusia y algo más para que los USA entraran en la guerra. Durante esos meses GB luchó prácticamente sola.
Y es entonces cuando entra en acción nuestro Generalísimo Franco, negándose a ayudar a su aliado y benefactor al que debía su victoria, incluso negándole el paso hasta Gibraltar. Afortunadamente Hitler era un pésimo estratega y relegó el asunto, un asunto que era estratégicamente crucial y que le hubiera permitido ganar la guerra, al menos contra GB. Pero si en vez de haber vencido Franco en la G.Civil lo hubiera hecho la República es muy probable que en 1940 las tropas alemanas hubieran cruzado los Pirineos derechos a Gibraltar, derribando el Gobierno español y ocupando el país.
Con el estrecho de Gibraltar en manos alemanas, los dos lados el español y el marroquí, se hubiera dificultado en extremo el mantenimiento por parte de GB, primero de Egipto y el canal, y luego el Oriente Medio. Los alemanes dos años más tarde no hubieran necesitado ir a buscar el petróleo a la otra punta de Europa en Stalingrado y el Cáucaso. Una vez que GB es expulsada de la zona y viendo a Alemania peleando por sus antiguos territorios, a los turcos nada les hubiera impedido entrar en guerra contra la URSS y contra GB. Al dominar el estrecho los alemanes cerraban el paso a la Royal Navy y, a la vez, lo abrían a la marina Italiana con el consiguiente aumento de la amenaza para los vitales convoyes atlánticos.
Mal asunto. Porque sin la posesión de Gibraltar, a finales de 1942 no hubiera sido posible el desembarco en Marruecos y Argelia (operación Antorcha) que significó el principio del fin del Eje en Africa. Toda ofensiva angloamericana se hubiera retrasado dos o tres años si es que al final se acabara atacando. Con una URSS acosada hasta por Turquía, en el 43 Stalin hubiera hecho una paz humillante cediendo Bielorusia, Ucrania y hasta Crimea… y, por esto, queridos niños aún nos pisan el cuello los fascistas de todo pelo.
CapitanRedviernes, 1 de julio de 2022
EL FINAL DE UNA IDEA
Probablemente los filósofos jónicos fueran los primeros que empezaran a concebir la idea del progreso. Al menos, la teoría de Anaximandro sobre el origen de la vida implicaba la idea misma de evolución. Según él, los primeros antepasados de los seres humanos habían surgido del mar, y habían ido perdiendo su corteza lentamente hasta transformarse en esa criatura llamada hombre. Por lo tanto, si el progreso era posible en la biología, ¿por qué no en la Historia y en la sociedad? También Epicuro fue uno de los primeros pensadores en creer que un progreso de la humanidad era posible.
A esta idea de progreso, como a tantas otras, se opuso con fiereza la Santísima Trinidad Sócrates-Platón-Aristóteles. Platón, por ejemplo, hizo cuanto pudo para evitar que los conocimientos adquiridos en la matemática y la geometría se aplicaran a la mecánica e incluso al arte de la guerra, tan trascendental y querido para él. Y por supuesto, para el cristianismo que sucedió al pensamiento clásico, la idea del progreso era más impensable todavía. El único futuro concebible era esperar a la parusía o al fin del milenio. Este rechazo a la técnica no sólo propició el hundimiento económico de todas las sociedades de la antigüedad, sino que hizo imposible cualquier evolución del pensamiento.
La salida de las tinieblas fue difícil. Los avatares por los que tuvieron que pasar personajes como Copérnico, Giordano Bruno, Galileo, son demasiado conocidos como para alargarse en contarlos ahora, pero el sacrificio de estos hombres excepcionales consiguió que poco a poco las autoridades del pasado ya no fueran reverenciadas más que de boquilla mientras se las pisoteaba por la vía de los hechos.
China fue otra civilización inmune a la idea del progreso. Capaz de realizar los inventos más revolucionarios –pólvora, brújula, imprenta–, careció del impulso occidental para sistematizar toda esta inventiva en un método científico constante, algo que sí supo hacer la burguesía europea. Cuando un navegante chino tocaba tierra extranjera, su reacción más habitual era observar casi con desprecio a esos pueblos más atrasados que el suyo, y aconsejar a sus gobernantes que no valía la pena perder el tiempo con aquellos bárbaros. La idea de colonización –y por tanto de explotación– fue una idea puramente europea, compartida quizá por algunos otros pueblos orientales como los persas que ya habían sido derrotados en el pasado.
Fue en los siglos XVII y XVIII cuando una auténtica teoría del progreso empezó a aflorar en Europa. El antropocentrismo basado en la religión empezó a ser reemplazado por el antropocentrismo basado en el poder de la inteligencia humana. Algunos de los primeros apóstoles de dicho progreso fueron ingenuos y extravagantes, como por ejemplo el abad de Saint-Pierre, un religioso que pretendió hallar la solución por medio de la racionalidad a problemas tales como la supresión de la miseria o de las guerras, desmintiendo ideas propias del Medievo tales como la supuesta degeneración de la especie. El abad y otros pensadores de su época argumentaban por el contrario que la especie humana estaba todavía en su juventud, mientras que en la época de los grandes pensadores griegos había estado en su niñez, y que la riqueza del pensamiento humano podía aumentar de generación en generación hasta alcanzar una madurez plena.
Pero la auténtica apoteosis de la idea del progreso en Occidente se dio en el siglo XVIII, y concretamente en Francia. Diderot escribió cosas como la siguiente: “Una idea que nunca hemos de perder de vista es que si alguna vez desterráramos al hombre, es decir, al ser pensante y contemplativo, de la faz de la tierra, este patético y sublime espectáculo de la naturaleza se convertiría en una escena de melancolía y de silencio. Es la existencia del hombre la que da interés a la existencia de otros seres… ¿Por qué no habríamos de convertirle en el centro común? El hombre es el término único del que debemos partir”. El “roseau pensant” –junco pensante– de Pascal se había convertido en otro ser distinto. Si Pascal resaltaba la fragilidad del ser humano, los enciclopedistas querían convertir esa fragilidad en fuerza, una fuerza que transformase no sólo las ciencias sino la sociedad en la que vivían. Ninguno de los enciclopedistas predicó de manera abierta la revolución, pero a la larga su pensamiento debía tener consecuencias revolucionarias. Voltaire, ese dramaturgo que escribió más obras de teatro que el mismísimo Shakespeare y por lo menos tantas como Corneille o Racine, pero al que ahora sólo recordamos por sus escritos filosóficos, era uno de los enciclopedistas más destacados, y sus críticas contra la religión establecida fueron demoledoras. El terremoto de Lisboa de 1755 fue utilizado por él para ridiculizar la fe católica. ¿Cómo podía ser que una de las ciudades más piadosas de Europa hubiera sufrido una catástrofe natural de esa envergadura que causó más de 60.000 muertes? El argumento tradicional de la religión hubiera sido que probablemente aquella ciudad se lo merecía por sus muchos pecados. Pero ese tipo de razonamiento ya no resultaba aceptable. En su Poema sobre el desastre de Lisboa Voltaire expresó todo el horror que ese acontecimiento le había causado.
Pero ya entonces los enemigos de la idea del progreso empezaron a asomar. Y al menos uno de ellos se encontraba entre las filas de los mismos enciclopedistas. Para sorpresa y escándalo de casi todos sus contemporáneos, Jean Jacques Rousseau adujo que lo sucedido en Lisboa era culpa de los propios humanos y la civilización que habían construido, ya que si se hubieran quedado en una estado civilizatorio más próximo a la naturaleza, no habría habido altos edificios en Lisboa sino simples cabañas, y con ello se habrían evitado miles de muertes. Aparte de esta boutade, Rousseau desconfiaba enormemente de la civilización. Según él, el progreso material no tenía otro resultado que el de ahondar las diferencias sociales, tal y como expuso en su “Discours sur l’origine et les fondements de l’inegalité parmi les hommes”, y acarreaba además la pérdida de la virtud y la proliferación de los vicios. (De hecho, el mismo Epicuro también se había opuesto en su día a la polis griega por motivos similares). De no haber escrito con posterioridad “El contrato social”, probablemente Rousseau habría caído en el olvido o sería recordado como una especie de predicador ginebrino no muy alejado de Calvino. A Voltaire, por el contrario, le preocupaba muy poco el tema de la pobreza que pudiera surgir del progreso de la civilización, y en nuestros días sería probablemente un socioliberal o algo parecido.
Tras la caída de Napoleón, la Revolución Francesa parecía muerta y enterrada, pero la idea del progreso ya era inseparable de la historia de Occidente. Como había advertido Rousseau, la revolución industrial acarreó toda clase de miserias y de explotaciones entre las poblaciones obreras del siglo XIX, pero la suerte ya estaba echada; el progreso a todo precio era la solución a todos los problemas. Claro que el progreso también tenía quien lo parodiaba. Por ejemplo, Gustave Flaubert en su novela Bouvard y Pécuchet, una especie de Don Quijote y Sancho Panza de la ciencia y el conocimiento, quienes saldan todas sus investigaciones en los campos del saber con un fracaso tras otro.
Entretanto, las teorías marxistas, a su vez derivadas de la concepción dialéctica y teleológica de la historia de Hegel, se difundían primero por toda Europa y después por casi todo el mundo. Esas teorías parecían encumbrar el progreso de una vez por todas, dándole un sentido a la aparentemente caótica existencia humana. La Revolución de Octubre, ese colofón a la Primera Guerra Mundial que la burguesía de todo el mundo hubiera querido evitar por todos los medios, parecía la culminación de ese proceso.
Si después de la Revolución Francesa la idea del progreso había parecido sospechosa a las clases dirigentes, la revolución bolchevique inspiraba auténtico pánico. El novelista decimonónico Theodor Fontane, una especie de versión prusiana de Balzac, Dickens o Galdós pero con algo menos de talento, ya había sentado cátedra al respecto, diciendo no sólo que únicamente el progreso material era posible pero no el moral, sino que el apoderarse de la propiedad de otros era un robo. Y esta se convirtió en la ideología no oficial pero real de la burguesía durante la mayor parte del siglo XX; no sólo todo conocimiento era subjetivo, y, por lo tanto, el materialismo dialéctico erróneo, sino que una sociedad socialista no era ni posible ni deseable. Hegel sólo fue sacado del cajón de los recuerdos tras el colapso del bloque del Pacto de Varsovia, cuando el oportunista pensador Francis Fukiyama –¿quién se acuerda ya de él?– se apresuró a proclamar el fin de la Historia, materializado en una feliz Arcadia planetaria global y neoliberal.
En definitiva, la idea de un progreso que no sea meramente tecnológico es ya una idea muerta. Al menos, para el mundo capitalista y tecnofeudal en el que vivimos actualmente, en el que cada vez menos individuos, agrupados en organizaciones cada vez más elitistas y alejadas de la realidad de los individuos comunes, toman decisiones que afectan a la especie entera. La depredación le ha tomado el relevo a la evolución de una manera al parecer definitiva.
Veletri