viernes, 3 de diciembre de 2021

MULTICULTURALIDAD

 “No hace mucho tiempo, la tierra estaba poblada por dos mil millones de habitantes: quinientos millones de hombres y mil quinientos millones de indígenas. Los primeros disponían del Verbo, los otros lo tomaban prestado (…). En las colonias, la verdad aparecía desnuda; las metrópolis la preferían vestida; era necesario que los indígenas la amaran (…). La élite europea se dedicó a fabricar una élite indígena”.  

 

Sartre dice esto a propósito de la colonización de Argelia por Francia (y del mundo por la cultura europea), en el prólogo del libro de Franz Fanon “Los condenados de la tierra “. Pero la colonización no es un fenómeno exclusivamente occidental sino mundial y ancestral, porque desde la noche de los tiempos el Mono Sapiens siente curiosidad por conocer, explorar nuevos territorios y conquistarlos (¡qué HDP y cabrón que es!). Y a partir de estos territorios forma jerarquías, poderes, países, estados e imperios. Y eso trae como consecuencia la coexistencia entre culturas colonizadoras y nativas, con la consiguiente multiculturalidad. 

 

Estas afirmaciones serían un poco fatalistas e irían en la línea de la visión racional de la Historia de Hegel, en la que la razón rige el mundo y la Historia Universal transcurre racionalmente: el hombre es un ser pensante y por eso, más que Historia, lo que hace es Filosofía de la Historia al contemplarla filosóficamente. Así, siguiendo el procedimiento científico hegeliano, la supuesta libertad humana sería fatalismo y la multiculturalidad sería un destino ineludible. Este fatalismo también iría en línea con la visión determinista del materialismo histórico al hablar del inevitable advenimiento de la sociedad comunista como consecuencia de las contradicciones del capitalismo (aunque esto parece que está tardando, mecachis).

 

Dejándonos de zarandajas fatalistas y deterministas sobre el “final de la Historia” de Hegel y Marx (Fukuyama es un pringao que les copió la idea), hablar de multiculturalidad es hablar de colonialismo e imperialismo. Pero estos conceptos son distintos y provocan distintas actitudes. Por ejemplo, el colonialismo es un concepto chungo y lleno de carga peyorativa, porque implica imperialismo, opresión y conquista. Pero en cambio la multiculturalidad es un concepto molón y “modelno” a tope porque indica diversidad, progreso, tolerancia, diálogo de civilizaciones (¿o era alianza?), avance económico y social, apertura de mente y mil cosas más. Todas positivas, claro. Y aquel que tenga una opinión distinta es un troglodita, además de supremacista, racista y xenófobo. Vale. Pero ¿es esto así? 

 

La respuesta a esta pregunta está en los distintos puntos de vista según las ideologías políticas. Por ejemplo, desde el análisis marxista tradicional, la multiculturalidad no sería tan importante como la desaparición de la división social entre burguesía y proletariado, entre clases explotadoras y explotadas. Y por eso el internacionalismo marxista obrero terminaría con los problemas de la agrupación de los seres humanos en etnias, pueblos, naciones y países, que serían procesos impersonales que no controlan y que, para más inri, son constructos y relatos artificiales impuestos por las clases dominantes a lo largo de los siglos. La posición en el sistema de producción social y la relación con los medios de producción serían más importantes que las distintas culturas. Por eso la izquierda es más globalista y multicultural que la izquierda.  

 

En una línea parecida a la marxista estarían los autores de la teoría decolonial, que hablan de la retórica y falsa multiculturalidad de Occidente como reflejo de la opresión y destrucción de culturas colonizadas por él. Así, Houria Bouteldja habla de la impostada multiculturalidad de un Occidente colonial, capitalista, imperialista y eurocéntrico que comete epistemicidios culturales y destruye cosmogonías. Y Enrique Dussel, que hace un pensamiento crítico transmoderno, critica la modernidad occidental que impide el desarrollo de otras culturas y habla de la necesidad de liberarse de esa “monoculturalidad occidental hegemónica”. 

 

Ante esta tensión irresoluble entre la pulsión identitaria de Occidente y la pulsión multicultural de las culturas colonizadas, los conservadores y tradicionalistas afirman que la multiculturalidad podría ser una amenaza a las identidades de las naciones y países, porque causaría una disminución de la cohesión social y la dilución de su identidad. Y ésa es una de las razones del auge de los movimientos reaccionarios e identitarios en Europa y USA (y en otros países). Estos movimientos reivindicarían las raíces culturales históricas y sociales, lo cual chocaría frontalmente con la multiculturalidad. Y por eso la derecha es menos multicultural y menos globalista que la izquierda (Hungría y Polonia se habrían pasado de frenada). 

 

Entre estas dos posturas, aparentemente irreconciliables, habría otras más posibilistas y pragmáticas. Y aquí me viene a la memoria el krausismo español, cuya influencia modernizadora en la España del XIX se tradujo en la Institución Libre de Enseñanza (Julián Sanz del Río y Francisco Giner de los Ríos). La filosofía del derecho krausista apuesta no tanto por la europeización, como por la universalización y humanización de la filosofía del derecho tradicional. De este modo el proyecto de Europa no sería necesariamente occidental e imperialista, sino progresista, tolerante, armónico con otras culturas, no paternalista y conciliador. 





 ¿Hay culturas más multiculturales que otras a lo largo de la Historia? Pues a según y depende, unas más y otras menos. En el Imperio Persa había mucha tolerancia con las distintas etnias y culturas bajo su poder, pero Alejandro Magno acabó con su multiculturalidad (Alejandro, otro cabrón imperialista). El Imperio Romano fue multicultural “de aquella manera” con los distintos pueblos colonizados y su multiculturalidad seguía el lema “si vis pacem, para bellum”. Por eso acabó regulín regulera (Julio César fue poco multicultural con Vercingetorix). El Islam no fue especialmente multicultural, se extendió a sangre y fuego, no con flores y besos, y cobraba la yizia, un impuesto especial a los no musulmanes. El Imperio azteca era poco multicultural con los Totonacas y Tlaxcaltecaspueblos avasallados y sojuzgados por los mexicas. Por eso estos pueblos oprimidos se aliaron con Hernán Cortés (este cabrón de Cortés no sé si era multicultural, pero diplomático y maquiavélico, un rato). Poco multiculturales fueron los descendientes de los colonizadores british del Mayflower con los indios, a los que, además de apiolarlos, les dejaron clarito que su destino era quedarse en las reservas con sus casinos y sus performances para turistas (los cuatro que quedaron vivos y alcoholizados). Y ya en pleno colonialismo europeo, los imperios europeos fueron poco multiculturales. El rey belga Leopoldo II no se anduvo con miramientos en el Congo, como tampoco lo hicieron los ingleses en la india con los hindúes o en Australia con los aborígenes. Ni los franceses con sus colonias de la actual Francofonía. Por no hablar del imperialismo soviético, que sería superado y mejorado por el actual imperialismo de USA (con permiso de China, claro).  Pero no todo es imperialismo chungo:  Nueva Zelanda es el ejemplo perfecto de la fusión y convivencia entre la cultura maorí y la occidental. Y en Singapur conviven culturas asiáticas y europeas. 

 

 ¿Y cómo andamos hoy de multiculturalidad en el planeta? ¿hay un límite o porcentaje máximo de personas de distintas culturas a partir del cual la estructura y tejido social se resiente? ¿son todas las sociedades igual de multiculturales? Pues también a según y depende. Occidente se ve moralmente obligado a ser multicultural por su reciente pasado colonial: sería una especie de deuda histórica con sus pueblos colonizados y reconocimiento de su culpabilidad. Esta multiculturalidad occidental supone la coexistencia de distintas culturas, pero coexistir no es convivir y es frecuente que las distintas culturas no cohabiten, sino que lleven vidas paralelas y separadas, influyendo poco unas sobre otras sin ser permeables a las demás. Por eso en Europa hay zonas “no go” o guetos donde se agrupan personas no muy multiculturales que digamos y con pocas ganas de integración. Aunque este dato es discutido por la izquierda, que dice que esto no es verdad sino alarmismo, posverdad y fake de la ultraderecha. 

 

China no parece muy multicultural con los uigures, tibetanos y hongkoneses (estos cabrones no quieren ser comunistas, mecachis).  Y Taiwán está calentando, no vaya a ser que el slogan “"un país, dos sistemas" de Deng Xiaoping se lo expliquen según les meten algún portaviones en Taipéi (mientras tanto, los chinorris explican al mundo su imperialismo económico). Otra afirmación discutible, claro, y algunos foreros dirán que esto es fake también. 

 

¿Es el Islam multicultural con Occidente? Bueno, Líbano podría ser un ejemplo de multiculturalidad…cuando no están a hostias entre ellos. Hamás, Hezbollah y los talibanes son poco multiculturales y los pirados fundamentalistas de Al Qaeda, ISIS y Al Shabaab necesitarían un curso acelerado de multiculturalidad (amén de las teocracias islámicas como Arabia Saudita, Irán, etc.). En cambio, el Islam en Indonesia es multicultural con otras religiones. 

 

Aunque Samuel Huntington hablaba del choque de civilizaciones, lo que hay es un choque de estadios evolutivos o fases históricas de todas las civilizaciones: la mágico-mítica, la filosófica y la técnico-científica (como decía Augusto Comte). Cada cultura está en su fase histórica y por eso hay un choque cultural entre el Islam (fase mítica y religiosa) y Occidente (fase técnico-científica) y no hay choque cultural entre Japón o Corea del sur y Occidente (ambos en fase técnica científica). 

 

Sea como sea, la multiculturalidad ha llegado aquí para quedarse. Y hay que vivir con ella (o a pesar de ella). Las espadas siguen en alto y hay controversia entre partidarios y detractores. Al final la multiculturalidad es consecuencia de nuestra historia. Y la historia no se reescribe. Eso sería hacer un Ministerio de la Verdad de George Orwell cuando decía que “quien controla el pasado y la historia, controla el presente y el futuro”. Y controla la verdad, o sea, el relato: el relato de la multiculturalidad en este caso. Y la verdad es que las posibilidades son infinitas y no hay fin de la historia ni fatalismo ni determinismo histórico. El futuro está abierto y se llama Mono Sapiens Multicultural. Como cantaba Ana Belén "ven, contamíname y mézclate conmigo".