viernes, 5 de noviembre de 2021

LA INSEGURIDAD SOCIAL

Anécdota de esta mañana, por escribir algo. 

Llevo a mi suegro a la cita concertada con la doctora para tratar de diversos temas relacionados con su salud. El problema, como siempre, el aparcamiento. Y más teniendo en cuenta que, aparque donde aparque, mi suegro no puede hacer por sí mismo el camino a pie y tengo que echar el carrito en el maletero para llevarlo. 

Una vuelta, dos, tres... y ya no me lo pienso más: me meto en el aparcamiento al aire libre, junto al CAP, que usan los señores docentes y similares donde veo como media docena de plazas vacías. Aparco, descargo el carro, saco a mi suegro del coche para sentarlo en el carrito y justo en ese momento entra en el aparcamiento otro coche con cinco personas (tres hombres y dos mujeres) que llevan bata blanca y que vienen departiendo entre ellos con cierto jolgorio. Me queda claro que no vienen de una "urgencia", pero sea lo que sea de donde vengan, están en su derecho (supongo) de hacerlo. 

Circulan delante de mí mientras estoy a la espera de que pase el coche para empezar a empujar el carro, se paran a mi altura, bajan la ventanilla y me dicen que "aquí no puede aparcar, que está reservado exclusivamente para el personal sanitario"... Explico que no lo hago por capricho, di varias vueltas infructuosas y que, ni lejos ni cerca, encontré dónde estacionar el coche, y que, como podían ver, mi suegro no está para caminatas y se nos echaba encima la hora de la cita con el médico... 

El que lleva el volante me dice "que es mi problema"... Hago mención a que el aparcamiento no está lleno, que hay como media docena de plazas vacías y que sé que nunca se llena pues es algo que he podido comprobar numerosas veces cuando paso por allí... E insisto que por un rato de pocos minutos no creo que entorpezca a nadie, añadiendo que,  por otro lado, podrían habilitar dos o tres plazas libres reservadas para casos como el mío y no estaríamos discutiendo por lo evidente... Mientras cierra la ventanilla le oigo decir "si no se va llamaremos a la grúa"... 

Noto que no todos los ocupantes del vehículo están muy de acuerdo con la actitud del conductor pero nadie se atreve a decir nada. Es posible que sea un jefecillo y no se atreven a replicar. Paso de historias y amenazas y me llevo a mi suegro hasta el CAP bajando por el ascensor a la planta donde está la consulta delante de cuya puerta nos situamos a la espera.... 

Pasan los minutos, no hay nadie más esperando y en ningún momento se abre la puerta para que el supuesto paciente que están atendiendo salga y podamos entrar nosotros. A la media hora de reloj, más o menos, se abre la puerta del ascensor y veo que una de las mujeres con bata blanca que venía en el coche se dirige a la consulta donde nos toca, nos mira y no puede evitar un cierto azoramiento que percibo perfectamente como una sensación de vergüenza... 


Abre la puerta, dentro no hay nadie, coge unos papeles y vuelve a salir para preguntar por fulano de tal (mi suegro) y nos hizo pasar. No era la doctora (a la que conozco de otras veces) sino la enfermera, pues se ha puesto "de moda" en algunas consultas hacerlo así, de manera que si la enfermera no sabe dar con el remedio llama por teléfono a la doctora para que le solucione el diagnóstico. 

Ni qué decir que la cara que tenía era todo un poema a la espera de que yo explotase en cualquier momento para echarle en cara no sólo la prepotencia de los cinco ocupantes del vehículo sino también la tardanza, se supone que injustificada por esa media hora transcurrida desde que, tanto ella como nosotros,  entramos en el CAP, no teniendo ninguna prisa al parecer por reintegrarse a su consulta a pesar de la hora de cita que teníamos... 

No dije nada, aunque mi mirada lo decía todo. Cinco minutos duró la consulta... El tiempo que se echa en renovar el recetario de pastillas de mi suegro, en recetarle un Lorazepan de 1 para que se lo tome antes de irse a dormir y programar un análisis de sangre. Cuando ya me levantaba le dije: "Ve usted, cinco minutos ha durado la consulta, y en cinco minutos hubiéramos estado ya en la calle, subidos al coche aparcado en su exclusivo aparcamiento, y mi suegro estaría a esta hora tranquilo en casa sin tener que soportar la incomodidad del carrito de ruedas"... "Ah, y espero que el coche siga en el aparcamiento, porque lo que menos voy a hacer es dar voces"... 

Bajó los ojos y un tímido "ya..." salió de su boca... "Buenos días, señora y gracias por su atención"...


Flan Sinnata