Cuentan los sabios que la imaginación nos diferencia del resto de los animales. Mediante la imaginación creamos pasados y futuros creíbles, barajamos probabilidades y posibilidades de acción que, gracias a la empatía, además de proyectos individuales, son muchas veces colectivos.
Los animales carecen de estas herramientas. Imaginamos tanto que antropomorfizamos todo, desde los mismos dioses a las montañas, pasando por nuestras mascotas. Donde una gaviota ve una montaña con dos picos nosotros vemos “Dos hermanos” (punta sur de Tenerife) e imaginamos una historia en la que dos gigantes se convierten en piedra.
Imaginando y poniéndonos en la piel del otro la humanidad progresa, si bien a trompicones, hacia la conquista de la galaxia… y, en este proyecto, los nacionalismos están fuera de lugar.
Son dos herramientas poderosas que junto a la curiosidad innata a la inteligencia producen “la conciencia”, el saber ser y estar. Pero… la empatía normalmente solo alcanza un círculo muy menguado, solo alcanza a los más próximos, a la tribu y poco más. Ya con los vecinos reina una rivalidad que nos acerca a los chimpancés; una rivalidad que llevada a los extremos degenera en guerra y que en la paz se refleja en muchos ámbitos de la vida. Un claro ejemplo son los derbys deportivos (putos giputxis) o las selecciones nacionales.
La Humanidad tiene que superar esas actitudes para conseguir de verdad la libertad del hombre.
El único recurso para lograrlo es la fraternidad de los pueblos, la solidaridad de clase; consiguiéndola llegaremos a la igualdad entre las personas, y con ella, a la ansiada libertad.
CapitanRed