viernes, 28 de mayo de 2021

LA REVOLUCIÓN ES NECESARIA

 Hoy bajo las condiciones de democracia parlamentaria, como ayer bajo las del fascismo, la dominación de clase de la burguesía se mantiene y trata de reforzarse. Los partidos de derecha defienden, pura y simplemente, la continuidad y el fortalecimiento del sistema capitalista. Los partidos de carácter reformistas, por su parte, aspiran a recoger votos en la mayor medida posible, adaptando su estructura a tal fin y, gracias a ello, a gobernar dentro del marco de la democracia burguesa, a fin de lograr una serie de reformas sin por eso poner en cuestión realmente el sistema capitalista. Estos partidos reposan sobre las ideologías más afincadas en la sociedad burguesa y son, en última instancia, un reflejo de la sociedad capitalista y de su sistema parlamentario, asegurando así su continuidad.

Una organización revolucionaria, por el contrario, actúa con la vista puesta en el triunfo de la revolución socialista. Despliega su lucha en los más diversos terrenos con la clara conciencia de que, a lo largo del proceso revolucionario, es preciso utilizar todas las formas de lucha, hasta llegar a las de mayor alcance si así se hiciese necesario para lograr la destrucción del Estado burgués, teniendo siempre presente que está condenado a sufrir los más duros ataques de las fuerzas burguesas.

En este sentido, para una organización revolucionaria, la lucha electoral, la presencia en el Parlamento, no debe ser abandonada, antes bien, debe servir para llegar a las amplias masas una política revolucionaria, elevar su nivel de conciencia y organización, denunciar la corrupción y arbitrariedades del Estado burgués, preparando a las amplias masas para la revolución socialista.

Para liberarse de la explotación capitalista, para poner fin a las mil formas de opresión y dominación que pesan sobre nuestra sociedad, la clase obrera y las masas populares del Estado español deben llevar a cabo una revolución que acabe con la dominación política y económica de la burguesía.

Una revolución que deberá destruir el Estado de la burguesía, desarticular su policía y ejército, disolver sus aparatos gubernamental y judicial, y reemplazarlo por un nuevo Estado, por una República de trabajadores, dirigida por la clase obrera, que asegure al pueblo el disfrute de las libertades democráticas y se dote de los recursos necesarios para contener a sus enemigos, para cerrar el camino a las tentativas de restaurar una dictadura antipopular.

Una revolución que proceda de inmediato a la expropiación de las propiedades de la gran burguesía y los imperialistas extranjeros en la industria, la banca, la agricultura, el comercio... convirtiéndolas en propiedad colectiva del pueblo trabajador, creando así las condiciones para edificar una economía que progrese por la vía del socialismo y que garantice un creciente bienestar a las masas populares.

Una revolución que realice una radical reforma agraria confiscando las tierras de los grandes propietarios y poniéndola a disposición de los braceros y campesinos pobres para que las exploten como libremente decidan. El nuevo Estado, a la vez que impulsará las formas de explotación cooperativas y colectivas más beneficiosas para el desarrollo del campo, prestará apoyo al campesinado en forma de subvenciones y créditos baratos, y en todo lo referente a infraestructura y modernización de la producción agraria. Se hará cargo de los grandes canales de distribución de los productos agropecuarios, fomentará la industrialización del campo, hará llegar la enseñanza y la asistencia médica y gratuitas a todas las zonas rurales y, en general, pondrá los medios para que se vayan superando las injustas desigualdades entre el campo y la ciudad y entre las regiones agrícolas y las industriales. Con la necesaria participación del campesinado, planificará la producción agraria, de acuerdo con las necesidades alimenticias del país, tendiendo a poner fin a la dependencia exterior en este terreno y al justo y completo aprovechamiento de nuestros recursos naturales.

Una revolución que garantice el libre ejercicio del derecho a la autodeterminación por parte de cada uno de los pueblos del Estado español y posibilite así la unión libre y voluntaria de todas las nacionalidades y regiones del mismo en una República Federal de trabajadores. Una revolución que preste todo el apoyo al proceso de normalización lingüística de cada una de ellas.

Una revolución que ponga en pie una política destinada a superar las profundas desigualdades entre unas y otras nacionalidades y regiones del Estado español que el capitalismo ha generado, orientada a impulsar el desarrollo económico de aquellas nacionalidades y regiones víctimas de un mayor abandono.

Una revolución que despliegue diversas iniciativas para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las masas. Que establezca un sistema de organización autogestionario y democrático de la producción, con la activa participación de los trabajadores en su fijación, que mejore sensiblemente las jornadas laborales, que suprima los ritmos de trabajo excesivo, que acabe con la lacra social del paro y establezca un sistema de seguridad social universal y gratuito que permita mantener eficazmente el nivel de vida en los casos de invalidez y vejez, estableciendo una red de asistencia sanitaria en todos los órdenes que atienda todas las necesidades médicas y asistenciales de la sociedad con el fin de garantizar la calidad de vida de la población y poner fin a la irracional y progresiva degradación del medio ambiente que el capitalismo está provocando desde hace décadas. Una revolución, en este mismo orden de cosas, que desarrolle una actividad cultural y científica puesta por entero al servicio de las masas trabajadoras, impartiendo una enseñanza democrática, popular, laica, científica y gratuita a todos los niveles, e incrementando el número de escuelas y centros de estudios de calidad.

Una revolución que tome medidas concretas en todos los órdenes para liquidar las bases de la opresión femenina. Medidas para proceder a la eliminación de las relaciones de opresión propias del sistema de familia patriarcal, a la socialización del trabajo doméstico, a la total incorporación de la mujer, sin discriminaciones por razones de sexo, a los diferentes puestos de la producción social y de la dirección de la sociedad en todas sus esferas, para llevar a cabo una profunda transformación de la conciencia individual y colectiva, contra la dominación y la ideología machista. Una revolución que no ponga trabas sino que, por lo contrario, preste su apoyo a la lucha continuada de las mujeres contra toda manifestación de la dominación machista y al pleno acceso al poder revolucionario de las mujeres conscientes de los objetivos feministas que aquella debe incorporar.

Una revolución que reconozca los derechos democráticos de la juventud, sin discriminaciones propias del régimen capitalista, que proceda a su plena incorporación, en igual de derechos, a la producción y a todas las esferas de la actividad social y política.

Una revolución que se esfuerce en abrir pasos a un sistema de relaciones humanas libre, solidario, fraternales e igualitario, tomando medidas particulares para poner fin a las variadas formas de opresión, exclusión y marginación existentes en la sociedad capitalista.



Una revolución que haga del Estado español un país soberano e independiente. Que termine con la presencia de bases y tropas extranjeras en nuestro territorio, anule los tratados concluidos con los Estados Unidos, y cualquier otro nuevo que conduzca a la incorporación de España a ningún bloque militar y tome las medidas para salvaguardar la independencia de nuestro Estado. Una revolución que restituya a Marruecos Ceuta y Melilla e islotes adyacentes y se esfuerce por conseguir la reintegración al Estado español del Peñón de Gibraltar, buscando tanto en un caso como en otro, garantizar los intereses legítimos de la población que habitan en tales territorios. Una revolución, en fin, que alumbre una política de paz con los diferentes países del mundo, de amistad y ayuda mutua con todos los pueblos, y de solidaridad y apoyo a los movimientos revolucionarios y antiimperialistas. 


La revolución que dé cumplimiento a éstos y otros objetivos que le son propios, por el propio carácter del conjunto de los mismos, es una revolución socialista.

Es una revolución socialista, en efecto, la que corresponde a un país de capitalismo desarrollado, en el que la clase trabajadora es fuerte y numerosa, y constituye no sólo la fuerza dirigente sino también principal de la revolución, en el que las contradicciones entre la burguesía y los trabajadores son especialmente agudas y afectan a toda la vida social. Una revolución socialista es la que corresponde a un país en el cual el conjunto de los trabajadores está en condiciones de agrupar en torno así a las masas del campo y la ciudad, a los estudiantes y gente de la cultura, a sectores muy amplios de la pequeña burguesía y autónomos que no pueden esperar nada bueno del capitalismo, a las amplias masas femeninas, a la juventud popular y a otros sectores sociales oprimidos bajo la dominación de la burguesía, y en el cual los sectores de la población cuyos intereses objetivos se confunden con la pervivencia del capitalismo representan una ínfima minoría.

Un movimiento revolucionario debe tomar una postura clara con respecto a los partidos de la izquierda reformista. Por una parte, tales partidos se sitúan fuera de toda perspectiva revolucionaria, por más que dentro de ellos haya buena cantidad de mujeres y hombres con sentimientos sinceramente revolucionarios, por más que en ocasiones, muchos de ellos precisamente para mantener su influencia entre amplios sectores de las masas y para ganarse su apoyo, desarrollan ciertas acciones de carácter progresista, positivas. La influencia de estos partidos sobre las masas, la vinculación de sectores amplios del pueblo trabajador a ellos, constituye un obstáculo de primer orden para imprimir una justa orientación al movimiento de masas, para organizar las fuerzas de la revolución socialista y conducirlas a la toma del poder.

Un partido revolucionario debe desplegar por tanto una lucha constante en favor de la unificación de los movimientos populares de masas. Ello supone una política de estrechar lazos con los sectores de izquierda de masas, manteniéndonos en las organizaciones donde dichos sectores se agrupan mayoritariamente y esforzarse por atraerlos hacia las posiciones revolucionarias. Supone también mantener una línea de acción constante en favor de la unidad organizativa de cada uno de esos movimientos ciudadanos, en contra de la división. Supone, por otra parte, el respeto y la defensa de la necesaria autonomía de las organizaciones de masas con respecto a los partidos políticos, la admisión sin reservas de las características específicas que deben tener en los ámbitos nacional o regional y el apoyo a las mismas, la defensa de una vida auténticamente democrática dentro de ellas y la más firme oposición a los intentos de burocratizar su funcionamiento.

El proceso revolucionario en nuestro país no podrá desarrollarse de un modo aislado. Por su inserción dentro del sistema imperialista occidental, por su importancia geopolítica y estratégica, la lucha de clases en nuestro país se verá condicionada por la marcha de los acontecimientos internacionales y particularmente en los ámbitos europeos y mediterráneo, y el ascenso revolucionario de las masas populares no sólo tendrá frente así la oposición encarnizada de la gran burguesía española sino, además, la acción concertada de las principales potencias imperialistas occidentales.


Flan Sinnata