viernes, 27 de noviembre de 2020

La actitud frente al Poder



Paradojas:

Sabemos que el aire que impide que el avión avance más rápido es el mismo que le sostiene. Sucede que la palabra abstracta que permitió la construcción del ser humano es la que nos enreda y encadena.

Desde hace milenios, varias civilizaciones han tenido la intuición de que no hay respuestas definitivas a las preguntas que formulamos. Pero han sido las que se han aferrado a las respuestas más burdas, más demoledoras, las que han logrado una primacía sobre sus vecinos hasta convertirse en imperios. Desde las que se han inventado a un Dios Todopoderoso hasta la que ha afirmado su imperio a base de dólares que imprimían sin mayor garante que un sofisticado ejército dispuesto a imponer esa primacía en cualquier parte del mundo, con la ayuda de sus cómplices en cada país.

Los colectivos que sentían como fantasía a los Seres sobrenaturales y a las palabras grandilocuentes como "Honor, Gloria, Patria, Destino", no se libraron de la fuerza bruta de los Imperios que se expandieron a base de esas mentiras compartidas e impuestas.

En el nivel individual, los cómplices de los poderosos han medrado hasta lo indecible, como la Voz de su Amo (IDA), y cuanto más mediocres eran más han ascendido hasta un pasmoso nivel de máxima incompetencia y apabullante acumulación de corruptelas que les han hecho millonarios. ¿Para qué explicar dónde estamos los "pobres, pero honrados?: en la lucidez de un Diógenes que mira el juego de las vanidades y se espanta de que eso acabe contagiando a sus hijos.

El Poder y la impotencia:

Ambas son palabras que se retroalimentan: juntas definen la desmedida injusticia del desequilibrio entre unos pocos y la mayoría. Quizás una excepción pudo ser los tiempos de los colonos en norteamérica: 

cada uno era dueño de una tierra que le bastaba para vivir y su mundo era tan concreto como producir y vender sin someterse a otro dueño que no fueran los vaivenes del mercado. Ahora todos dependemos de los demás, ningún empleo está garantizado por más que alguien se dedique a él en cuerpo y alma, ningún ahorro está libre de los juegos de inflación o especulación.

Puede ser que la clave estribe en el valor que le damos a ese concepto, de Poder, como si estuviera al alcance de nuestra mano expandir nuestro control más allá de lo inmediato de nuestra vestimenta o acciones cotidianas. Un campesino tiene claro que a él le toca participar en el ciclo de la tierra, y se limita a acertar en la siembra, cuidados y recolección basándose en la sabiduría ancestral o en las nuevas tecnologías, pero no pretende transformar sus tierras de cereal en una plantación de frutales si el clima lo hace imposible.

Pero sucede que, con la cabeza a pájaros por las novelas, la tele y ahora las pantallas, hoy cualquiera tiene los delirios de grandeza de controlar lo que le rodea: definir sus relaciones con el jefe, elegir al político que encabezará su Administración, transformar su entorno a imagen y semejanza de sus sueños y elucubraciones.

Una perspectiva, tres actitudes:

Nadie niega el cambio climático, se sabe que ya es inevitable una crisis debida al calentamiento global, al abuso de los recursos naturales, a la contaminación y a la explosión demográfica. Tan obvio, que son las grandes corporaciones energéticas las que se han volcado en ese cambio de negocio, para pillar tajada "haciendo como que arreglan" las barbaridades que han cometido durante casi un siglo. De ese cinismo, sólo se libra la Iglesia Católica, que sigue fiel a su lucha contra el control de la natalidad, contemplando indiferente la muerte por hambre de millones de niños y, más grave a largo plazo, la desertización de tierras sobreexplotadas porque es imposible atender a una población que se duplica cada 30 años.

La actitud pesimista ante esto es la de "Comamos y bebamos, que mañana moriremos". Como ese "mañana" supone unas cuantas décadas y encima queremos que nuestra descendencia esté en buena posición, el empeño por acumular bienes para no pasar escasez a largo plazo provoca todo tipo de maniobras de acaparamiento y especulación, donde las fondos de inversión tienen un papel importante para apoderarse de empresas y hacernos creer que así nuestra jubilación estará garantizada.

La actitud optimista es tener FE en que los progresos tecnológicos arreglen lo que ellos han destrozado. Creer que, si hemos contaminado la Tierra, vamos a poder irnos a otro planeta que será un vergel donde no repetiremos los errores del pasado. Esperar que, ya que el planeta no tiene recursos para mantener la calidad de vida para una mayoría, se logrará un control de natalidad "por las buenas o por las malas": este año ha caído el gasto en pensiones en España "gracias" a la COVID. Esa también fue la esperanza de algunos cuando el SIDA.

La actitud Consciente es la de VER este Sistema como una representación que se sostiene sólo por la credulidad de la gente, por la comodidad de dejarse llevar por el consumismo. Diógenes no se encabronó con Alejandro Magno: sabía que miles de ciudadanos libres y millones de esclavos le sostenían en sus ínfulas de grandeza que se extinguieron con su muerte a los 33 años. Trump ha caído como un sapo verrugoso, dando tumbos por la Casa Blanca apestado hasta del partido republicano. El monarca Campechano ve que su dinastía borbónica se tambalea por su desmedido amor por el dinero, el lujo y las mujeres. "A cada cerdo le llega su San Martín". Los tres Príncipes del Mundo dependen de nuestra credulidad y complicidad: ni Bezos, ni Musk ni Bill Gates serían nada si optáramos por dejarles de lado y buscar alternativas.



La Pandemia era el momento ideal para que una mayoría abriera los ojos a ese Sistema que da entretenimiento a cambio de sumisión. La decepcionante realidad es que millones de personas quieren "salvar la Navidad" típica de comilonas y francachelas, sin importarles la tercera ola que se cierne, porque saben en el fondo que la cuesta de enero durará años y será tan brutal como el crack del 29. Personalmente, apostaré por realizar honestamente mi trabajo como educador, por cuidar a mi familia y apreciar a los amigos, sin festejos que acaben en funeral. Y solidarizarme con mis medios con las iniciativas que apuesten por la Dignidad de todos los seres humanos.

Por mi parte, poco más. Reconozco que he repetido hasta la saciedad lo mismo en estas 21 entradas, y esta última la he redactado como cierre, en vista de que otros que se jactan de capacidad pero se les va la fuerza por la boca. Estoy seguro que hay ideas mucho más enjundiosas, productivas y hermosas que las mías, como queda patente en la entrada de Eirene sobre el cine... Me encantaría una entrada de Limonada, especialmente.

"Toda la vida es Cine y los sueños, cine son" Mi truco: elegir un buen relato donde uno se sienta héroe y no bellaco ni comparsa.



Sentido Común