Cuando uno mira alrededor, se queda estupefacto de las decisiones que toman las personas que tiene cercanas: casi nunca las comprendemos. Adicciones, parejas tóxicas, miedos infundados, permanencia en trabajos indignos. Pero si uno es honesto, descubre que el nivel de incomprensión es directamente proporcional a la distancia afectiva y sociocultural que hay entre el observado y el que juzga. Con los más lejanos simplificamos hasta la caricatura: "los chinos son unos pringados explotados y los yanquis unos explotadores; los europeos quieren mantener su bienestar, mientras los españoles sólo queremos vivir bien". Con los cercanos somos mucho más tolerantes: mis compañeros de profesión sufren mucho estrés; los seguidores de lo que me gusta a mí son muy respetables y a mi familia que nadie se atreva a criticarla. Para llegar a la absoluta ceguera cuando se trata de uno mismo: justificamos nuestras dependencias, obsesiones, fobias y manías...para no tener que cambiar un ápice nuestros esquemas mentales.
Por eso es que es tan difícil llegar a un acuerdo para resolver un asunto: las motivaciones son enormemente dispares, y las circunstancias personales y colectivas casi nunca ayudan a la convergencia de intereses. Incluso dentro de la familia, cuánto más en la comunidad de vecinos, y en otros colectivos más amplios.
Si no logramos resolver los problemas cotidianos, ¿cómo vamos a resolver el gran enigma que es la vida, su último Sentido?
Pues cambiando radicalmente el paradigma:
La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.
La frase no es mía, aunque dudo que sea Gandhi el autor, como algunos le atribuyen.
Ningún otro ser conocido anda preguntando cosas y discutiendo las respuestas: se limitan a responder a los estímulos del ambiente. Los lobos no luchan por la Patria, sino por su territorio de caza, y así nadie se aprovecha de enarbolar ninguna bandera. Los virus se replican si las circunstancias (y la estupidez humana) son favorables, pero se extinguen si no se les da cancha, sin sufrimiento ni frustración. Los dinosaurios no maldijeron al cielo de donde provino el meteorito que les extinguió.
Toda una vida intentando dominar las palabras y construir un discurso sólido, y resulta que son las palabras las que nos dominan y el discurso es tan sólido que es una cárcel mental. Ocurre que el límite entre las convicciones y los prejuicios es muy sutil y sólo los actos demuestran la coherencia de cada uno al relacionarse con los demás.
La Palabra fue la base de la cultura, el pensamiento y la ciencia, pero esa magnífica herramienta la hemos convertido en el fin último, el Alfa y Omega. "En el principio era el Verbo...". Y esa explicación antropocéntrica del Universo nos hizo inventar dioses y empeñarnos en encontrar el Sentido de nuestra vida.
Pero no hay tal sentido, y mucho menos un "sentido común". No hay Dios, pero tampoco ideología que guíe nuestro entendimiento ni nuestra conducta cercana, aunque sí nuestra postura política.
La única explicación que puedo darle al hecho de que la Humanidad se acerque al abismo es que ambos conceptos no son reales y nuestra mente se ve desbordada por nuestro empeño en abarcar muy distintos planos de realidad. En este ejemplo: categorizamos Humanidad para 7.500 millones de seres humanos que viven realidades sumamente distintas; ya comenté que un gitano de respeto me contó que era imposible que un payo lograra entenderles, y vivíamos en el mismo barrio. Y he definido como Abismo un futuro económico, ecológico y demográfico que aún no existe, que unos pocos consideran una increíble oportunidad de negocio y miles de millones de personas no conciben cuando su interés es lograr comida y cobijo en el durísimo día a día.
Cada persona percibe algunos planos de la realidad y no otros. No pretendo ser exhaustivo: sólo pongo algunos ejemplos, sin juzgarles y sabiendo que hay una enorme graduación entre los extremos opuestos, que cualquiera puede intuir:
- Hay muchas personas que jamás se han cuestionado sus emociones y sentimientos y ello les hace ser esclavos de sus altibajos, de ocultarlos o aferrarse a uno de ellos.
- Hay personas que sus necesidades son de una urgencia e importancia suprema, y lo gastronómico o sexual marcan permanentemente su motivación para el trabajo, las relaciones, el ocio o la creatividad. Y otras que el campo intelectual que les apasiona les hace olvidar o preterir su carnalidad: científicos, literatos, artistas o diletantes.
- Hay personas que han encontrado una cosmovisión que les ayuda a comprender la sociedad, sea de orden religioso o marxista, económico o filosófico. Y que procuran que sus acciones sean coherentes con esos principios.
- Hay personas que el dinero y los bienes que les proporciona supone la medida de su autoestima, y las propiedades determinan sus esfuerzos laborales y su ocio.
La idea esencial que pretendo aportar es que todos estos planos (y varios más) están presentes en cada persona, por acción u omisión, y es inevitable. El glotón va a ser despedido por mucho que pase de política; el gran profesional sufre depresión como cualquiera, y a todos nos pica los bajos y lo solucionamos con mejor o menor fortuna.
Es una tarea titánica pretender afrontar intelectualmente todos estos planos, darles una respuesta equilibrada y consciente, gestionar el equilibrio de esa macroestructura: me evoca la escena de las esfinges de La historia interminable, que llenan de preguntas al humano que pasa entre ellas.
Y, sin embargo, vivimos y nos desenvolvemos en todos esos ámbitos (corporal, relacional, laboral, intelectual, ético), porque en el fondo sabemos que no importa tanto dar respuesta a esas inagotables fuentes de preguntas. Procuramos hacerlo paso a paso: hoy leo sobre economía, mañana hago la declaración de la renta o del IVA, pasado me doy un homenaje, al otro me siento culpable por la resaca y pensando que ese dinero podía haber sido más útil a quien lo necesita para comer... y vuelta a empezar.
Si llevamos cinco milenios de escritura, deberíamos haber encontrado la clave para comprender el mundo...si hubiera UN mundo. Mi explicación es que hay una Totalidad inabarcable, y cada persona se construye SU mundo, con los pocos mimbres que le proporciona la cultura que recibe, y la interpretación según su temperamento heredado.
Mi "solución" estriba en asumir que ese marasmo de realidades es inabarcable: somos nosotros los que la escaneamos en algunos aspectos que alcanzamos, que suelen ser los que nos demanda nuestro entorno concreto. Y aceptar que no llegamos a todo, que no controlamos nada, pero que es mejor crear algo que destruir o depredar.
No creo en la búsqueda de la felicidad. Si acallamos la mente, sin clasificar ni juzgar, dejamos de mirar las estructuras con las que se nos explicó el mundo y podemos VER una Realidad libre de estructuración humana, mucho más bella y armónica, con la que sentirnos en paz conmigo, con el otro y con el Todo.
No es un alegato hacia la pasividad: desde esa Actitud Serena, cualquier acción cobra pleno sentido...para uno.
Sentido Común